Sangrado semanal

Interpolación de la resistencia

Corre, en estos tiempos que corren, uno de esos pictogramas en Internet, donde se ve una verja de alambre fino, de esas cuya trama recuerda a los arcos barrigudos y redonditos que dibujaban, en los parques, la separación de las zonas de hierba de las de piedra o asfalto. Esa verja-muro, constituida por cientos de arcos enlazados entre sí, deja entrever lo que bloquea: un bello paisaje natural que se funde con el cielo.

Si los ojos del observador alzan mirada para recorrer la verja de abajo a arriba, advertirán que, a mitad de altura, los arcos metálicos del muro se van deshaciendo para convertirse en pájaros que vuelan, una bandada que se aleja o asciende libre para planear entre nubes. Los pájaros están hechos con una sencillez extrema, la necesaria para transformar un arco de metal en el icono que todos reconocemos como pájaro que vuela. Basta con dar un pellizco que tire hacia abajo del punto de mayor altura, para transformar el arco en ave.

En el extremo inferior de la imagen, una máxima: «No se trata de luchar para conseguir un «nuevo sistema», sino de crear algo que invalide el viejo». Crear algo que lo haga obsoleto, que lo haga inadecuado a las circunstancias actuales.

Cuando alguien da una respuesta atípica ante una situación estándar está realizando una interpolación de la resistencia. Ante una respuesta de este tipo, es decir, ante una interpolación de la resistencia, el sistema, quizás no quede invalidado, pero, al menos, si queda ojiplático porque se rompen sus esquemas. Un ejemplo de ello puede ser un médico que en un día de huelga decide ir al hospital a atender a los enfermos sin cobrar por ello. La incertidumbre y escándalo que creará con esa actitud en el burocrático sistema hospitalario serán certeros y, tras grandes cavilaciones, el funcionario de turno acabará registrando su caso en el aséptico formulario de Incidencias, bajo la línea en la que consta que alguien metió una pipa en una cerradura para impedir que se abriera una puerta. Esa actitud deshace la trama del tejido establecido donde, ante una huelga, no caben más que dos opciones: no ir a trabajar o ir a trabajar COBRANDO.

Un colectivo grupal tipo teatro laboratorio también es una interpolación de la resistencia. Y no tanto en los tiempos que corren, donde parece que lo económico va a tener que pasar a otro plano de importancia, sino en aquellos tiempos que fueron, cuando el dinero corría a espuertas y los servicios sociales existían, aunque nos quejáramos.

Un espacio de investigación teatral en la que los miembros invierten muchas horas, esfuerzo y dedicación a cambio de algo que no es dinero constante y sonante rompe los esquemas cerebrales del 90% de la población y del sistema. Un colectivo teatral que no supedita su arte a los cánones del mercado y que sigue bregando llueva, truene o relampaguee se convierte en un recordatorio molesto de que hay otras actitudes posibles en un mundo en el que el dinero se ha convertido en el único dios verdadero.

¡Ah! ¿Qué se pueden invertir horas en tejer un sueño en el mundo sin cobrar? ¡Ah! ¿Qué el trueque funciona? ¡Ah! ¿Qué hay otras formas de vida posibles dentro del sistema? El sistema es un gigante, pero como todos los grandes y poderosos es torpón a la hora de realizar cambios y giros rápidos. No puede, porque es una mole anquilosada. Es un mamut, un comepiedras. Ejemplos hay en la historia de gigantes vencidos por hombres. Y por mujeres, aunque las personas que han contado la historia se hayan empeñado en dar a estos últimos casos una buena pátina de connotación negativa. Y si no, que se lo pregunten a la bella Helena.

Hércules venció a un gigante interpolando su resistencia. El hombre dió una respuesta atípica al levantarlo del suelo para poder vencerlo, ya que éste gigantón llamado Anteo se quedaba sin fuerza si perdía el contacto con la Pacha Mama, con su madre Gea, la tierra. Hércules conocía el truco y, aún así, seguro que le costó derribar al gigante. Una vez visto lo visto, lo atípico se vuelve lógico, pero antes de que sucediera: ¿Quién diantres iba a pensar que para derribar a un gigante había que levantarlo aún más del suelo?

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