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Intimidad

¿Cuál es la diferencia entre «lo privado» y «lo íntimo» y cómo aborda estos ámbitos el teatro?

El teatro hace público lo privado y lo vuelve, por tanto, político. Es el caso del affaire que se dirime, por ejemplo, en CASA DE MUÑECAS de Ibsen.

Lo privado se hace público en las redes sociales y en los programas de televisión que lo espectacularizan bajo la patente comercial del morbo, guionizado en concursos al estilo «Big Brother», el estímulo del voyeurismo, o la coartada del documental.

Frente a la clausura y privación florece la «intimidad», que en la primera acepción del María Moliner implica «relación» entre personas. Así que algo hay ahí que se abre. Y en la segunda acepción del mismo diccionario señala: «Conjunto de sentimientos y pensamientos que cada persona guarda en su interior. Cosas de esa intimidad que se cuentan a alguien.»

Hubo incluso un «Teatre Íntim» de Adrià Gual, fundado en 1898, que quizás podríamos vincular, en su perspectiva simbolista, a un cierto concepto de «intimidad», en cuanto proyección de estados interiores. Aunque en la esfera simbolista lo íntimo permanece encriptado en un misterio y en lo inefable que nos toca a través de las sensaciones y las atmósferas.

Hubo también un «Intima Teatern» en Estocolmo a principios del siglo XX en el que August Strindberg estrenó sus obras de cámara, entre ellas SPÖKSONATEN (Sonata de espectros), otro buen ejemplo en el que lo íntimo emerge como una fantasmagoría que pugna por liberarse de sus cadenas.

El 6 de diciembre de 2013 pudimos asistir a «INTIMACY» de la Cía. RANTERS THEATRE de Melbourne (Australia), en el Pequeno Auditório del Centro Cultural Vilaflor de Guimarães.

Una serie de conversaciones íntimas a partir de encuentros fortuitos.

En estas azarosas encrucijadas del «encuentro» uno de los «partners» expone algo propio, algún suceso que quizás nunca explicaría a sus conocidos. Pequeñas historias que retratan pedazos de intimidad y que implican el cuerpo, el gesto, el movimiento, una música, una canción de esas que se tararean a solas y que aquí, de repente, brotan de los labios como algo incontenible que necesita salir.

«¿Por qué será que, a veces, es más fácil ser honesto con un perfecto desconocido que con alguien que conocemos? ¿Será esto, de hecho, honestidad o sencillamente una representación más?»

Entre las conversaciones hay momentos de indeterminación. Los actores miran al público como si mirasen un paisaje. Las espectadoras y espectadores permanecemos tenuemente iluminados durante todo el espectáculo y también los miramos a ellos en una común reciprocidad.

Un prodigio de naturalidad o de verdad escénica colabora en mostrarnos a las personas, desposeídas de «personajes», como desnudas, transparentes en lo que dicen y en lo que hacen, en como lo dicen y en como están ahí, tan próximos y, a la vez, tan lejanos. Próximos en lo humano, en lo ingenuo y casi ridículo de lo que podemos hacer, o sentir, o pensar, o sufrir, o desear… Lejanos en ese efecto casi surreal que produce la sinceridad aparentemente sin filtros.

El viejo profesor de Historia que confiesa que ya no le interesa nada eso de dar clase, pero que sigue amando la Historia y cuando dice esto último se le ilumina la cara y en los ojos aparece una chispa de ilusión. El hombre que hace la pantomima de los pájaros en las calles, entre la gente, que se siente libre haciendo de pájaro entre la multitud que pasa a su alrededor. Quizás una versión del profesor de Historia que se evade para convertirse en un pájaro, en ese hombre que ejecuta una performance que produce efectos encontrados entre el público ocasional que lo circunda. La chica que no puede dormir y realiza ejercicios gimnásticos y aeróbicos de todo tipo hasta acabar exhausta. El chico con barriga, que ironiza sobre su atractivo y su belleza, y que se libera bailando en pubs y bares nocturnos.

La intimidad debe de ser eso que nos conforma, el conjunto de pensamientos y sentimientos deshojados a través de la descripción de instantes de la vida, de un movimiento o de un baile, de una canción apenas balbuceada o gritada, del rostro en primerísimo plano, proyectado en una pantalla como si estuviese mirándose en un espejo… Así nos la mostró RANTERS THEATRE en «INTIMACY», desde interacciones sencillas que nos sitúan ante la abisal profundidad de cada persona, cuando su intimidad parece abrirnos la puerta. Es ahí, quizás, cuando solo nos queda el recurso de la versión. Cada quien componiendo una versión de cada quien y de una/o misma/o.

«ÁS VECES ATOPAS XENTE E FALAS» (A veces encuentras gente y hablas) es el espectáculo resultante del «Obradoiro I» de 4º Curso de Interpretación Gestual de la ESAD de Galicia, dirigido por RICARDO SOLVEIRA, con un elenco integrado por Alba Alonso, Davide González, Andrés Seara y Carolin Sanders.

Se pudo ver el 12 y el 13 de diciembre de 2013 en la Sala Pedra Seixa de la ESAD de Galicia, en Vigo.

Entre el teatro-danza y el gestual nos muestran, en diversos pasajes, que no hay relación inocua, que un encuentro casual puede cambiar el rumbo de las personas.

«A veces me pregunto cómo nos comportaríamos si supiésemos, cuando conocemos a alguien, el papel que esa persona va a tener en nuestra vida. Me refiero a poder tan siquiera intuir, en la primera mirada, que esa persona que acaba de cruzarse contigo se convertirá en un amigo íntimo, tu gran amor, ese que te va a complicar la vida, tu socio, tu compañero de aventuras, alguien que te hará daño o que te cuidará sin condiciones…» Escribe Nuria Montero Gullón en el programa de mano.

«ÁS VECES ATOPAS XENTE E FALAS» posee una honda coherencia dramatúrgica y temática abierta a la polisemia posdramática y anclada en la expresividad y en la interioridad propia de las dos actrices y de los dos actores, que se muestran a través da elocuencia poética del cuerpo, sin necesidad de recurrir a máscaras ni a personajes, sin necesidad de una historia o fábula que mediatice el movimiento expresivo.

Las miradas y los cuerpos se relacionan, se atraen y se repelen, se encuentran y huyen, se abrazan y se empujan, caen y se yerguen, se acarician o se violentan… danzan. Por el medio HAY UN LIBRO que va de mano en mano y en el que, al final, parecen encontrar el sosiego los cuatro. La placidez de la lectura y del pensamiento, el reposo del entendimiento, de la palabra que nombra la experiencia más física para sanarla (quizás a través del reconocimiento).

Una de las virtudes de «ÁS VECES ATOPAS XENTE E FALAS», además del dominio técnico y la expresividad del elenco, es que el equipo artístico supiese abordar el tema de las relaciones, tanto amorosas como amistosas y sus opuestos, desde un tono exento de sentimentalismo o candidez tópicos o frívolos. Logran, sin embargo, una autenticidad y una gracia que renueva el asunto sin restarle profundidad.

¿Acaso puede existir una relación íntima sin hondura?

El cartel de «ÁS VECES ATOPAS XENTE E FALAS», diseñado por Andrés Seara, pone el foco de atención en dos manos cuyos dedos medios (el dedo corazón) se tocan, se engarzan. Las dos manos, crispadas, se unen en un contacto electrizante. No se trata del dedo índice de Dios Padre en la Creación de Adán de Miguel Ángel, en los techos de la Capilla Sixtina, sino de dos manos semejantes en la contorsión de un encuentro a ras de tierra.

Mi piel en contacto con la tuya es siempre un canal, una corriente… el espacio de lo íntimo.

El movimiento de los cuerpos y su energía inenarrable hablan.

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