Críticas de espectáculos

Juan Mayorga/ El Cartógrafo

Menos es más

La frase «menos es más» se utiliza tanto para cuestiones de propaganda política como para un asunto comercial. Si cambiamos el sujeto por el predicado la frase nos resultaría «cuanto más es menos». Es decir, «si pones todo en el mapa nadie verá nada». Esta última frase la dice Juan Mayorga, autor de «El Cartógrafo», en boca del protagonista en dos ocasiones; y parece ser la idea madre de la obra dentro de un sinfín de conceptos filosóficos que vierte el autor.

Tres ejemplos como explicación. En «El Jardín de las Delicias» de El Bosco (Países Bajos 1450-1516) vemos multitud de figuras abigarradas que muestran mensajes escondidos pero son difíciles de descifrar. Asimismo, quien haya visitado la iglesia de San Francisco en Oporto habrá sufrido cierta conmoción ante las innumerables figuras que se agolpan en los retablos; precisamente se consigue apabullar al espectador que tiene dificultades para descodificar lo que ve porque la pretensión del autor con la carga de elementos es extasiar al admirador con la magnificencia de Dios. En uno y otros ejemplos, la abundancia de datos, signos y figuras impiden la lectura y su comprensión.

En el lado opuesto, podemos apreciar el cuadro «Concepto espacial. Espera» de Lucio Fontana (Argentina 1899-Italia 1968). El cuadro en sí es blanco y presenta en el lienzo dos hendiduras alargadas en vertical, casi paralelas y con ligera ondulación. En este caso, los datos son mínimos, sin embargo nos hace reflexionar acerca del concepto que puede transmitir, y acerca del movimiento (espacio y tiempo) de las hendiduras; el cuadro juega con nuestra imaginación.

El extraordinario texto de Juan Mayorga, como obra literaria, se muestra abigarrado de conceptos, espacios y situaciones. Su lectura precisa reposo y una revisión continuada porque lanza multitud de premisas, reflexiones y relaciones entre los personajes, las palabras y las acciones sin solución de continuidad.

Por el contrario, la inteligente puesta en escena dirigida por el propio Mayorga clarifica la obra a pesar de sincretizar el texto con la palabra en boca de solo dos excelentes intérpretes a modo de las dos hendiduras del cuadro mencionado. La propuesta escénica hace digerible la densidad del texto e invita a disfrutar con una relectura literal. De lo que no cabe duda es que la representación plantea todo un ejercicio de imaginación e ilusión teatral.

«El Cartógrafo» podría parecer un homenaje a los judíos que sufrieron el holocausto en Polonia durante la Segunda Guerra Mundial. Aun siendo cierta la descripción, no es menos tópica por la reiteración temática en las diversas artes; y por lo tanto, a mi entender, carece de emoción porque aminora el interés; en consecuencia, no me suscita al compromiso ni a mayor reflexión. Si acaso, me incita a pensar acerca de los palestinos acorralados y sometidos por los judíos en el actual Israel.

La obra narra las peripecias de un cartógrafo oculto en el gueto de Varsovia que dibuja varios mapas del gueto con la ayuda de una niña que hace de lazarillo virtual. Bien, las acciones saltan del escondrijo a la embajada española en la capital polaca, a la casa del traductor de español, a la biblioteca, a la tienda de antigüedades…; y salta en el tiempo, de la ocupación nazi a momentos posteriores en un proceso de indagación.

Como decía, el texto de Mayorga es una joya literaria que combina a la perfección la narración con la trama, y la sicología de los personajes con su situación existencial; relaciona las descripciones que realizan los personajes con cuestiones clave dentro de los diálogos. «¿A quién pertenecen las fotos, a quien las hizo o a quien las posee?» Es decir, el texto no solamente describe un paisaje social hostil y mísero, sino que plantea preguntas, algunas de difícil resolución.

En «El Cartógrafo», el autor vierte toda una teoría acerca de la información/desinformación. Mayorga ya ha recurrido al tema en otras ocasiones; que yo recuerde, lo hizo en «El arte de la entrevista» donde introduce una cámara de vídeo como medio informativo que inquieta en la trama argumental.

La teoría informativa parte de una reflexión clave, ¿para quién son los mapas? «El mapa no lo hacemos para nosotros, sino para que lo vean otros», dice el cartógrafo. De este modo, el mapa se convierte en metáfora no solamente de un universo más o menos real, sino de un medio transmisor de información o de desinformación, según la intencionalidad de quien lo dibuja.

Siendo el mapa un medio informativo, tanto su realización como su lectura plantean multitud de reflexiones. De aspecto político: «El mapa borra las diferencias porque cubre o descubre. (…) En un mapa está el mundo de quien lo dibuja para confundir al enemigo en la guerra». La realidad, ya lo decía al comienzo: «Si pones todo nadie verá nada». Por eso el cartógrafo instruye a la niña: «Mirar, escoger y representar». Y la niña ilumina el valor social del mapa: «Los rombos son redadas». El tiempo: «Lo más importante es el tiempo, hay que dibujar el mapa en tres fases». Sentido existencial: «Hay mapas que matan y mapas que salvan. (…) El mapamundi es para escapar de Europa. (…) Europa para los africanos». Valor comercial: «La India es un invento de los ingleses que dibujaron su propio mapa». Con todo, la metáfora del mapa como reflejo de la realidad, apostilla: «Si quieres conocer un lugar piérdete en él».

En el plano espectacular de «El Cartógrafo», ya he dicho, me parece que tiene un enorme valor tanto porque diluye en cierto modo la densidad del texto como por la capacidad de síntesis y comprensión.

Sobre el escenario casi vacío que muestra las sus tripas, Blanca Portillo y José Luis García-Pérez disponen la escena encuadrando el espacio a modo de liturgia de la representación. La narración delimita las escenas. El público entra en el juego escénico con absoluta normalidad. El cambio del tono de voz y el contexto de la palabra definen cada personaje que se muestra con nitidez.

Blanca Portillo y José Luis García-Pérez hicieron fácil lo difícil. Sin afectación alguna cambiaban de registro en un alarde de sinceridad interpretando alrededor de una docena de personajes en varios espacios diferenciados por la exquisita iluminación. Construyeron unos personajes sin artificios extraños, privilegiando la palabra sin olvidad la gestualidad.

En este sentido, hay que significar que gran parte de las acciones implican el ademán –abrir carpetas, escribir o dibujar, mostrar objetos en el espacio, acceder a estanterías, desplegar un mapa…-, y ya sabemos que ciertos movimientos pueden caer tanto en el histrionismo como en la simpleza. Pues bien, los dos excelentes intérpretes y la buena dirección consiguieron limpieza en cada actividad a la par de convicción.

En fin, Juan Mayorga ha construido un espectáculo importante, imaginativo y sobre todo eficaz para narrar una historia compleja llena de sentencias, preguntas y recovecos. La puesta en escena brilla con luz propia para ser accesible a todo tipo de público. ¿Quién mejor que el propio Mayorga como director para desenmarañar la cabeza del autor?

Finalmente, quiero mostrar mi admiración a Juan I. Herrero, director de la Casa de las Artes de Laguna de Duero. Algo tiene que estar haciendo bien este profesional para llenar la maravillosa sala que tienen este Centro con un público fiel.

Manuel Sesma Sanz

Espectáculo: El Cartógrafo. Autor: Juan Mayorga. Reparto: Blanca Portillo y José Luis García-Pérez. Iluminación: Juan Gómez –Cornejo. Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar. Música original: Mariano García. Dirección: Juan Mayorga. Distribución: Cuca Villén – Entrecajas Producciones. Teatro Casa de las Artes de Laguna de Duero, en gira.

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