El Chivato

La AADPC edita un estudio que ‘evidencia la precariedad laboral de estos profesionales en un sector mal regulado y poco estable’

La Asociación de Actores y Directores profesionales de Cataluña (AADPC) edita por primera vez un ‘Estudio y reflexiones sociolaborales de los directores y directoras de escena en Cataluña’, con la voluntad de emprender una serie de proyectos similares que ayuden a establecer nuevos objetivos de trabajo para llevar a cabo la regulación y dignificación de esta profesión. Después de cerca de dos años de trabajo intenso, aplicando métodos estadísticos y analíticos, se han realizado 186 encuestas sobre un universo de 435 personas y 15 entrevistas en profundidad a directores y directoras, escogidos aleatoriamente, para dar un valor cualitativo a determinados temas de fondo. Entre otros, destacan las entrevistas con Hermann Bonnin, Ferran Madico, Magda Puyo, Ever Blanchet, Júlio Álvarez, Toni Casares, Carme Portaceli o Víctor Álvaro. Los resultados, valorados por el sociólogo y periodista Xavier Theros, la estadística Marta Guzmán y la abogada Cristina Calvet, no podían ser más reveladores: Somos delante de un colectivo con una fuerte presencia masculina, predominantemente de edad media (la media es de 48 años), donde más de la mitad tienen titulación universitaria, con un tanto por ciento muy alto de pluriempleados y en aquello en lo que la jubilación se convierte un lujo que no todo el mundo puede alcanzar. Más de la mitad reconoce que con los ingresos de su tarea teatral no puede pagar ni la comida; lo cual explica que cerca de un 90% de los encuestados reconocen que la economía familiar es conjunta.

Es decir que, en muchos casos, el teatro de este país se convierte en posible gracias a las parejas de sus protagonistas, más que a la tarea de organismos públicos o de empresas privadas.

La inestabilidad, la ocasionalidad, la temporalidad, el trabajo que se acumula a épocas son las constantes de la profesión, en una especialidad en la que las previsiones de las salas y de los festivales se hace, mínimo, a un año vista. Y quien queda fuera de estas previsiones sabe que tendrá unos cuantos meses de antemano de inactividad. Cerca de la mitad de los encuestados no ha trabajado el último año como director de escena. Y de éstos, un 20% hace dos que no ha estrenado ninguna producción, y otro 20% hace tres que espera. Un 90% de los directores y directoras de escena son pluriempleados.

Según reconoce el propio sector, la dificultad radica en qué se convierte en más fácil encontrar un buen texto y formar una buena compañía, que disponer de una producción decente y de una sala acogedora. Se podría pensar que hay demasiada oferta (la famosa y nunca comprobada sobresaturación del mercado), aunque las cifras indican que el teatro es una de las pocas actividades que están resistiendo bien la actual crisis económica y que no es público lo que le falta. Podría decirse, todo lo contrario, que lo que hay son pocos teatros y festivales para poder absorber el volumen de propuestas que se hacen anualmente.

Aunque la verdadera razón de este desequilibrio se tenga que buscar en el hecho que, mientras algunos profesionales tardan años al tener la oportunidad de trabajar, en otros se les acumula el trabajo. Lo que ya no es tan corriente y forma parte del paisaje es que sea una profesión donde puede hacerse un encargo para después resultar de que todo el trabajo no ha servido de nada y que el proyecto concebido no se llegará a hacer; sin que nadie se haga cargo económico del tiempo invertido. Según la encuesta, un 70% de los directores y de las directoras no han cobrado nunca para hacer un proyecto, se haya estrenado o no.

Otro de los mitos con que se enfrenta el sector es la percepción popular que un espectáculo genera unas ganancias formidables, parte de los cuales acaban a los bolsillos del director o la directora. Todo lo contrario: más de la mitad de este colectivo tiene unos ingresos medios de unos 500 € en el mes; un 22% cobra unos 250 € y sólo un 17,4% de los directores y de las directoras tienen unos ingresos profesionales similares o superiores a los famosos «mileuristas».

Listas negras Cerca de un 90% afirman que el hecho de ser simpatizantes de un partido político no les ha reportado ningún beneficio en su carrera; cerca de un 20% confiesan que hacer públicas sus convicciones ideológicas sólo les ha generado tropiezos. Eso explica que un 40% de los directores y de las directoras digan tener constancia de listas negras y que un 26% confiesen haberse sentido alguna vez incluidos en alguna de éstas; mientras sólo un 3,9% de los directores y de las directoras hablen de tratos de favor por afinidad de ideas a determinados profesionales, por parte de partidos u organismos públicos.

Festivales y teatros de Hecho, se da la paradoja que la mayoría de los encuestados no ha estrenado a en los grandes festivales de teatro que hay en Cataluña; aunque una pequeña minoría lo ha hecho diversas veces e incluso ha repetido en un mismo festival. Idéntico comentario se puede hacer de los teatros, donde la mayoría de la profesión estrena en salas alternativas y de pequeño formado. Sólo un 31% de los directores y de las directoras han trabajado en grandes teatros públicos y cerca de otro 30% lo han hecho en teatros privados. Por otra parte, el acceso a las famosas subvenciones públicas se ha visto tradicionalmente como una manera de favorecer determinados profesionales. No obstante, no parece tampoco que éstas tengan tanta importancia como se podría pensar en un primer momento. Un poco más del 40% dicen no haber solicitado nunca una subvención; sólo un 40% dicen haber sido contratado con subvención. Como resultado de una regulación inexistente en las relaciones entre el contratante y el contratado, el mundo del teatro sufre de una falta alarmante de controles. Condiciones incompletas, inseguridad laboral y una gran vaguedad a la hora de establecer derechos y deberes de cada una de las partes. Así, cerca de la mitad de los directores y de las directoras afirman tener constancia de irregularidades, que podrían rayar la ilegalidad, en sus relaciones con salas y programadores. De hecho, todavía hay poca cultura de contratos escritos y firmados en la profesión, desarrollándose muchos de los proyectos con la garantía verbal de las partes.

Monopolio Cuando se trata de valorar el panorama teatral, sin embargo, las cifras son más bajas.

Sólo un 22,6% le dan un aprobado, mientras cerca de un 40% lo suspende. Se detecta una cierta discriminación positiva, tan a instituciones públicas como privadas, hacia determinadas empresas dedicadas a la producción y gestión de montajes teatrales. De hecho, cerca de un 88% cree que existe un monopolio injusto en la distribución de los espectáculos, al haber mucho poca competencia dentro del sector. Faltan iniciativas más variadas y que las pequeñas productoras puedan llevar sus propuestas a salas donde se trabaja casi exclusivamente con la empresa líder del sector, en este caso Foco. No es extraño, pues, que a la hora de valorar el grado y el impacto de este monopolio, cerca de un 40% considere que es muy alto, mientras que todavía no llegan al 2% los que creen que su incidencia no es significativa.

 

 

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