Un cerebro compartido

La co-presencia entre espectadores y actores

El término co-presencia sin estar en el diccionario de la RAE, se ha convertido en uno que con frecuencia se lee en trabajos que analizan las relaciones. El significado es bastante intuitivo, aún así, creo que vale la pena rascar y ver qué encontramos. 

 

El padre de la microsociología Erwing Goffman, se refería a este concepto al incorporarlo a determinadas situaciones sociales que definía como  espacios–tiempo en que dos o más personas están co-presentes o controlan y comunican mutuamente sus apariencias, su lenguaje corporal y sus actividades. Si no rascásemos más podríamos perfectamente apropiarnos de esta definición y traerla a la representación teatral: la co-presencia escénica puede definirse como el contexto generado entre intérpretes o entre estos y espectadores en el espacio–tiempo que dura la representación en el que se establecen distintos tipos de comunicación. También es habitual encontrar el término en bibliografía teatral, por ejemplo, los trabajos teóricos de Meyerhold y Brecht hablan de la necesidad del desdoblamiento y de la co-presencia del actor al referirse a su existencia y la del personaje que encarnan. 

Pero el caso que trata estas líneas hace referencia al vínculo que se establece en la co-presencia o relación entre los grupos emisores y receptores, intérpretes y espectadores. En este juego, los emisores participan con los recursos técnicos e interpretativos establecidos, que serán los que inicien la comunicación y generen en el espectador una respuesta interna mediante la activación de sus sistemas sensoriales que, procesados en el sistema nervioso, dan origen a la percepción en el encéfalo, y por tanto, a la acción receptiva. Lógicamente, esta acción no es motora, o, al menos, no va más allá de las reacciones espontáneas y externas generadas como consecuencia del proceso receptivo, por ejemplo, risa, sorpresa, aseveraciones, silbidos, abucheos… La acción generada en el espectador es percepción procesada por distintos grupos neuronales que habilitan la homeostasis social generada en una representación. En esta, lo percibido en el patio de butacas se exterioriza mediante un descifrado espontáneo que genera impulsos que a su vez puede generar reacciones que mantienen viva la comunicación. Estas reacciones son elementos dinámicos e impredecibles que pueden conducir a apoyos adicionales en lo expresado, rechazo o nuevas reacciones que en cadena, a su vez, pueden generar otras. Es una práctica observada en producciones operísticas donde es frecuente que, tras un aria, un espectador/grupo de espectadores vitoree/en el desempeño, y en respuesta otros abucheen o doblen el aplauso generando retroalimentación en los intérpretes o bien de inseguridad o bien de euforia. En cualquier caso, la dinámica de emisión de respuestas espontáneas puede provocar que en escena se gane o se pierda intensidad, concentración o incluso llegara a provocar una ruptura en la relación. Esta retroalimentación es impredecible e inevitable porque, recuérdese a Watzlawick y el más famoso de sus cinco axiomas en su teoría de la comunicación humana, es imposible no comunicar. La co-presencia es equivalente a comunicación.

Pero parece que el modelo social occidental actual se muestra, al menos en las artes escénicas, contrario a esta práctica de hacer evidente esa comunicación vestida de reacciones espontáneas, dejando abiertos interrogantes como: ¿qué factores condicionan el desarrollo de la co-presencia en función del grado de intrusismo de esta?, o, ¿qué ventajas o inconvenientes presenta una co-presencia más o menos activa? En mi opinión, el modo de influenciarse mutuamente debería gestionarse mediante las herramientas disponibles que, en una representación convencional, corresponden a las que los agentes emisores desplieguen ante los receptores. Para negociar el código de comunicación en la relación que se genera entre escena y patio de butacas, el trabajo no recae solo en el reparto de intérpretes durante la representación, sino en todo el equipo creativo que en la fase de ensayos, tiene que prever el tipo de co–presencia que se va a generar con la propuesta. Debería ser el director quien con su poética marque el código de influencia mutua dejando que del público emerja lo necesario para que se establezca esa co-presencia que mantenga la bidireccionalidad en la comunicación. 

¿Es importante la co-presencia? No solo importante, es necesaria porque su activación clasifica la recepción teatral condicionando el resultado final del propio espectáculo.

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