Críticas de espectáculos

La confesión / Antonio H. Centeno / Javier Osorio

La verdad

¿Qué verdad? A nada que investiguemos acerca del concepto verdad, nos complicamos más que nos aclaramos. Y es que, incluso entre los filósofos no existe unanimidad para definir el concepto; los mismo sucede entre los científicos que se dedican a la Física. Sí, la verdad tiene que ver con la mente, con la conformidad de las cosas, con la realidad, con lo que cada cual piense o sienta. ¿Mi verdad es tu verdad?

En “La confesión”, un texto de Antonio H. Centeno, se indaga acerca de la verdad desde diversas perspectivas, lo que se traduce en una visión poliédrica no solo del concepto, sino de la forma de abordad el conocimiento y, por consiguiente, la realidad.

La Muestra Ibérica de Artes Escénicas. MAE, Extremadura Escena nos ha deparado excelentes espectáculos –algunos de éstos ya han sido reflejados en este medio– que nos han permitido reflexionar sobre otros conceptos de enorme interés social o intelectual como la igualdad, la ensoñación o la ingenuidad. Ahora, “La confesión” plantea la eterna discusión nunca resuelta sobre dónde está la verdad, en este caso, con un discurso triangular.

La obra describe los interrogatorios a que se ve sometida la joven Susana, acusada de colaborar con una célula yihadista, en una comisaría de policía. Dos agentes, una “buena” y otro “malo”, utilizan procedimientos distintos, tremendamente opuestos, para descubrir la verdad que, al parecer, solo tiene la joven: dónde está su novio Abdul que presuntamente va a realizar un atentado terrorista al paso de una comitiva multitudinaria para celebrar el triunfo de la selección española de fútbol que acaba de ganar el Campeonato Mundial.

Con este punto de partida, la pieza se desarrolla a modo de proceso judicial –aquí hay que hablar de proceso policial– para descubrir el punto concreto donde se realizará el atentado y así poder abortarlo por parte de las fuerzas de seguridad.

En primer lugar, hay que hablar de una gran paradoja. En el transcurso de los interrogatorios, el lector o el espectador percibe que la policía tiene más conocimiento de la realidad de la que intenta averiguar. ¿Preguntan para descubrir lo que saben? Bueno, es una cuestión procedimental para cerciorarse de los puntos débiles y las contradicciones que pueda mostrar la rea. Bien, pues ese `procedimiento del interrogatorio juega con el espectador / lector que continuamente ha de modificar su posición con respecto a lo que afirma, niega o calla la joven. En este sentido, la obra posee un gran mérito literario y teatral.

Con este tipo de análisis que estoy realizando, efectivamente, lo de menos es si se llegará o no a perpetrar el atentado; tampoco me parece importante la relación y los móviles que le unen a Susana con Abdul; pienso que ese tipo de detalles y circunstancias forman parte del romance sicológico; son los mimbres de los que se vale el autor para construir un relato que es el interrogatorio o el proceso policial.

Por supuesto, la joven transmite una información que modifica sobre la marcha según las preguntas y las reacciones de los policías; es decir, la realidad es mutante y aporta distintas aristas de la verdad, de su verdad.

Pues bien, el juego intelectual que ha de seguir el espectador / lector con lo que narra la joven, es el mismo juego que se plantea con lo que cuenta cada uno de los policías respectivos. O sea, la policía “buena” relata su historia personal por la cual, se podría deducir que actúa con condescendencia y comprensión hacia la acusada. Asimismo, el policía “malo” también expresa sus circunstancias personales y profesionales que justifican, en cierto modo, su actitud violenta y su punto de crueldad.

De nuevo, el autor juega con el lector / espectador a que éste tome postura acerca de la certeza que hay en cada historia. En fin, como he dicho más arriba, en “La confesión” la verdad posee múltiples perspectivas que, al menos intelectualmente, hay que descubrir.

Justamente, las diversas historias o “verdades” de cada personaje confluyen en la escena con reacciones dramáticas distintas. De este modo, la palabra se complementa con diferentes acciones que toman cuerpo en la representación teatral.

Así, la mujer policía tiene actitudes conmovedoras hacia la detenida que recibe un trato casi maternal. El resultado del interrogatorio es que la joven apenas aporta información relevante. El espectador percibe que el método empleado –practicar la bondad, el razonamiento intelectual y afectivo, la empatía, la comprensión– puede ser el correcto puesto que hay un trato humano hacia la persona. Pero el objetivo de obtener datos útiles y fiables se desvanece. El público puede quedar tranquilo, sentir acomodo, pero la policía tiene que desistir.

Y entonces entra en la escena el policía rudo que dice estar curtido con atentados habiendo perdido a su familia en uno de ellos. Tras intentar mostrarse cercano, condescendiente y blando con la interrogada, le cuenta su experiencia con el sacramento de la confesión –paralelismo doloroso– ante el cura que le obligó a masturbarle, el policía estalla: “Desde entonces no tengo empatía con nadie. Así que, me cuentas todo lo que sabes o te reviento”. La escena sube la tensión con el uso de la pistola eléctrica que pone sobre el cuerpo de la mujer en varias ocasiones, con la amenaza de usar su arma reglamentaria que encañona a la cabeza de la joven indefensa, con la violencia física y verbal… El público se estremece, se encoje en la butaca y toma conciencia de la tortura como método de intervención.

En definitiva, la historia concluye contraponiendo los dos métodos policiales. Y la puesta en escena no da para mucho más porque el texto supera a la dramatización. Una mesa triangular en medio de la escena constituye toda la poética escénica. Las dos actrices y el actor se limitan a dar réplica sicológica a sus respectivos personajes. Me queda la duda de cómo debería realizarse otro tipo de puesta en escena. “La confesión” solo me hace reflexionar acerca de la verdad.

Manuel Sesma Sanz

Espectáculo: La confesión. Autor: Antonio H. Centeno. Intérpretes: Asunción Sanz, David Montero y Ángela Olivencia. Escenografía: Inés Hengst. Iluminación: Diego Cousido. Dirección: Javier Osorio. Compañía: Hiperbólicas / Síntesis Producciones. Sala Gran Teatro de Cáceres. Muestra Ibérica de Artes Escénicas. MAE, Extremadura Escena.

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