Críticas de espectáculos

La Corte del Faraón / Ricard Reguant, Juana Escabias / 65 Festival de Teatro Clásico de Mérida

Un atractivo musical fuera de la identidad grecolatina 

Como cada año, en la recta final del Festival participan dos compañías extremeñas, habiendo sido la primera Rodetacón Teatro de Don Benito que, en esta ocasión, ha representado «La corte del Faraón«. Un espectáculo que rompe el valioso y digno ejemplo que -en esta etapa del Festival comercial de Cimarro– habían mantenido las compañías extremeñas, subiéndose algunas al podio del laurel, con producciones (tanto de la comedia como de la tragedia) que valoran la identidad del hecho teatral grecolatino demandada por la tradición del evento emeritense.

 

«La corte del Faraón«, esta inspirada en la zarzuela del mismo nombre -sin una «l»- encuadrada dentro del género denominado «sicalíptico» de comienzos del siglo pasado, del músico valenciano Vicente Lleó y de los libretistas Perrín y Palacios, que gustó mucho al público de la época por su humor y picardías, juegos de palabras y canciones sugerentes muy similares al cuplé y enredos de corte vodevilesco que calaron en la memoria popular. Basada en una obra francesa sobre el episodio bíblico de la venta del casto José como esclavo -estrenada en Madrid en 1910- contenía canciones con una música vital y de gran calidad, cuyos textos se prestaban para tramar situaciones de connotaciones sexuales y críticas insinuantes de la situación política de la crisis –desde Antonio Maura hasta José Canalejas– que se vivía entonces en el país (con el cambio de la composición de los gobernantes con mucha frecuencia, haciendo pensar que había ingobernabilidad en la nación). Por eso la obra no era bien recibida por la censura, hasta el punto de que en la Dictadura fue prohibida. Asunto que aprovechó José Luis García Sánchez (autor del guion con Rafael Azcona) en su conocida película farsesca del mismo título de 1985, sobre la represión sexual y política que consideró como un ajuste de cuentas de los creadores con los censores de los años cuarenta.

El espectáculo extremeño, producido por Juan Carlos Parejo (que había logrado éxitos con las recreaciones grecolatinas -de «Hércules» (2015) y «La bella Helena» que se hicieron pensando en el Festival- está ingeniado para representar en el espacio del Teatro Romano, pero no vale para la programación del Festival. La versión de Ricard Reguant y Juana Escabia que utiliza en su trama al monumento como lugar de representación de la zarzuela, «cuestionando» en una escena -por boca de un censor que interrumpe la función de forma poco convincente- sobre los montajes de obras clásicas realizados en el emblemático lugar, solo corresponde a una obra contemporánea que carece de la condición grecolatina.

El texto que opta más por la invención que por la recreación, tomando como pretexto la popular zarzuela, está apoyado más en el tema de la película sobre la censura, pero trasladado ahora sin demasiada imaginación a la actualidad, donde se nombra al partido político de VOX superficialmente y aparece en escena una danza del Ku Kus Klan amenazantes. La agudeza preside algunas de sus situaciones que pretenden que la obra resuene como un grito de libertad, aunque también recurren a lo más facilón. Máxime, en lo que a obra verde se refiere, en la que se habla -aún algo rancio- de relaciones sexuales, de homosexualidad, cuando hoy en día ya poco se dice de obras verdes, eso se puede ver sin doble sentido en cualquier sitio. De la zarzuela solo parece quedar la letra y la música alegre y pegadiza del cuplé «Ay, Babilonio«.

Es en la puesta en escena donde el experto director de musicales Ricard Reguant logra otro atractivo y solazado espectáculo, convirtiendo la zarzuela en un arrevistado musical al estilo de Broadway, con melodías espléndidas ofrecidas por la dirección de Ferrán González. En el montaje se logra la unidad expositiva de los componentes artísticos y la acción trepidante llena de variaciones, igual que en sus anteriores de «Hércules» y «La bella Helena«, destacando las coreografías de Cuca Pon y algunos aspectos en lo renovado de las actuaciones -como la interacción con el público- para dar golpes de humor más efectivos. Todo proporcionado en comunión perfecta de un amplio cóctel explosivo de brillante colorido en singular ritmo de vitalidad y alegría, de diversión y espectacularidad.

En la interpretación, todos son artistas muy completos que se lucen individualmente y en armónico conjunto desplegando sus energías de cantantes-actores-bailarines, que asombran con su virtuosismo. Magníficos Celia Freijeiro (Lota) que debuta y Paco Arrojo (José). También Joan Carles Bestard (Censor y actor) e Itziar Castro (Faraón y actriz) con gracia y picardía inusuales en sus desdoblamientos. Esta última, al final de la función, interactúa con gran desparpajo haciendo bailar y cantar a un público que nada se resiste al embrujo de la sensual melodía del cuplé.

Lleno en las caveas y muchos aplausos, pero no de todo el público.

José Manuel Villafaina

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