Sangrado semanal

La dignidad de Fama

Yo por las noches, transito.

Esta es la frase que con más frecuencia sale últimamente de la boca de los actores que dirijo.

Yo, por las noches, transito.

¿Por qué?

Porque a un mes del estreno por fin dedicamos un tiempo a construir las benditas transiciones entre escenas, ese estrecho abismo donde anida uno de los potenciales mágicos del oficio del teatro y cisma por donde te puedes también caer con todo el equipo. Por eso, estos actores transitan cada noche antes de dormir desde hace un mes, repasando mentalmente y visualizando el orden, la dirección y el tempo en el que trasladan los objetos y materiales entre una escena y otra.

Transitar en escena no es cosa fácil, aunque las transiciones más potentes suelan ser las más sencillas. Al igual que ocurre en casi todos los ámbitos de la vida. Lo que ocurre, es que ese tipo de sencillez suele suele ser un camino de ida y vuelta. Sólo la logras una vez de regreso a Ítaca. Magos de las transiciones son Tizina que con un solo golpe de efecto, moviendo, por ejemplo, un mueble, logran generar un nuevo ambiente, otras coordenadas de tiempo-espacio, en el mismo lugar donde estaban 2 segundos antes. En un instante, han mutado personajes y contexto y el ojo del espectador lo ve, lo siente y lo acepta sin ningún tipo de rechazo.

Intuyo que una de las claves donde anida la magia de dichas transiciones descansa en la manipulación de objetos. Objetos sencillos y cotidianos como una tabla de madera que va adquiriendo diferentes significados según se coloque en una posición concreta y según el actor o actriz se relacionen con dicho objeto. «Suficiencia». Esa es la palabra que utilizaba Kepa Ibarra, director de Gaitzerdi Teatro para hacernos entender a los actores con qué actitud debíamos manipular los objetos y materiales que manejábamos en escena, sobre todo, en teatro de calle. «Con suficiencia», nos decía. «Debéis pensar que habéis nacido con ello. Tú siempre has llevado una tabla de madera contigo, desde que llegaste al mundo. Por eso la manejas con suficiencia, como quien se lima las uñas o se toma un café. Lo has hecho miles de veces antes, no necesitas prestarle una atención especial.

Y con suficiencia se pasea Fama por las calles de Bilbao con una enorme palangana de plástico blanco llena de pulseras y cachivaches sobre la cabeza. Es hipnótica. Al menos, a mis ojos occidentales resulta magnética. No sólo por llevar una bandeja en la cabeza llena de cosas, algo que ya de «per sé» rompe bastantes esquemas en este rincón del planeta, sino por cómo lo hace, por cómo la lleva. Fama lleva su bandeja en la cabeza con una suficiencia y dignidad apabullantes. No es que se corte las uñas con tal dignidad, es que Fama puede cortarse las uñas y tomarse un café con la bandeja en la cabeza. Imagino a actores manipulando objetos con la suficiencia de Fama. Imagino a Fama sobre un escenario.

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