Escritorios y escenarios

La educación es un derecho, pero el trabajo digno también

Estoy absolutamente convencida de que la educación es un derecho y por lo mismo defiendo que la universidad pública debe existir, a pesar de sus incoherencias y perversiones. Las tiene, obvio, porque ha tenido que distorsionarse a la fuerza para poder subsistir. En España fui testigo de la implementación del plan Bolonia, que entre otras cosas implicó el aumento del precio de la matrícula y la disminución de la calidad de la educación. Cuando empecé a estudiar mi semestre costaba ¿trescientos euros? Hoy, “el mismo programa”, vale tres mil. Qué comparación tan odiosa. Y eso que estoy hablando de una institución pública. Si ese es el precio de la pública, ¿cuánto costará una privada?

 

Este cambio es impulsado por las lógicas del neoliberalismo. Otra vez la ideología del capitalismo, de la empresa, de la economía (naranja) se introduce en ámbitos en los que la cuestión debería ser otra. La educación no es un negocio, es un derecho humano. No debería ser un privilegio. 

En Colombia, como docente, soy testigo de lo arruinada que está la universidad pública y de las viles jugarretas que debe ejercer para medio sostenerse. Los profesores estamos precarizados laboralmente. A mí no me contratan, me hacen firmar un plan de trabajo. Soy una profesora ocasional. Los ocasionales son esos profesores que cubren al profesor de planta cuando por un motivo de fuerza mayor, por ejemplo un viaje, debe ausentarse. Así que, “ocasionalmente”, otro profesor lo sustituye por un lapso de tiempo no superior a tres meses… Que es lo permitido por la norma. Pero la excepción a la norma, se volvió la regla. Hay profesores que llevan veinte o treinta años ejerciendo su rol bajo esa figura. Creo que el 90% de los profesores de las universidades públicas en todo el país, son profesores ocasionales. 

El plan de trabajo de un profesor ocasional tiene una duración limitada, los cuatro meses que duran las clases, así que en el periodo de las vacaciones, durante los dos meses que hay entre un semestre y otro, no recibimos sueldo, ni quedamos protegidos por la entidad promotora de salud, es decir, quedamos absolutamente desamparados. Somos nadie. Claramente esto es un violación al artículo 24 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en donde se indica que “toda persona tiene derecho a (…) vacaciones periódicas pagadas”. Emmmm, pues no. 

La cruda realidad es que son pocos los que han podido experimentar los privilegios del trabajo digno. Quiero que exista una educación pública que funcione al derecho y no al revés. Yo me eduqué en la universidad pública y me siento ridículamente orgullosa de eso. La educación es un derecho, pero el trabajo digno también. 

 

Sábado 12 de junio de 2021

 

 

 

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