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La identidad en # camiños de Carrodeguas

Lo popular y el arte, cuando la simbiosis funciona, siempre ha dado resultados exitosos. La actualización de la tradición. El juego con el relato que toda identidad comunitaria o individual es.

La identidad es un relato que vamos construyendo con el tiempo. La antigua retórica nos avisa que, mediante la selección, la jerarquización y la ordenación de las piezas, componemos el relato. De manera, más o menos consciente, escogemos aquellos aspectos y aquellos sucesos que más nos interesan para configurar nuestra identidad. Entre los aspectos y sucesos seleccionados, establecemos una jerarquía, atenuamos unos y privilegiamos o enfatizamos otros, a la vez que los vamos ordenando, de tal manera, que el relato nos quede creíble y sea eficaz. Podríamos decir, por ejemplo, que este que escribe, Afonso Becerra de Becerreá, también es un relato, una bio-grafía. La persona como juego de máscaras, como personaje a pie de calle, del escenario de la calle.

De un modo parecido, la identidad de un pueblo, de un colectivo, de una nación, también se configura y se escribe. También es un relato.

Pienso el concepto de nación, como el ecosistema, el territorio biológico, en el que nacen las personas. Pienso en cómo ese ecosistema incide, a través de la climatología, la orografía y el paisaje al que dan lugar, en las formas de ser, en lo existencial. Pienso en cómo el ecosistema territorial, donde un amplio grupo de personas se crían, se alimentan y crecen, puede modificar el relato de su ser, de su identidad como colectivo. Pienso en cómo el ESTAR en un lugar, en simbiosis con un ecosistema (la nación), afecta y cambia el SER, la identidad.

Me viene ahora a la mente que, quizás, por eso, en francés e inglés los verbos ser y estar son uno solo: “être”, en francés, “to be”, en inglés. También se me ocurre, a este respecto, que, como dice Hamlet, quizás solo nos queden dos opciones: “to be or not to be”. Así que al final casi parece que no nos quede otro remedio que estar. Y ser.

No obstante, puestos a pensar, también se me ocurre que las circunstancias externas circundantes, políticas y sociológicas, influyen en ese relato identitario.

El ecosistema cultural de Galiza, con una lengua propia de la que tenemos constancia literaria desde la Edad Media, ha ido sedimentando una identidad en la que han influido siglos de presión externa en pro de la superposición de una identidad española. Todo el mundo sabe que a la presión españolizadora sobre la lengua propia, el gallego, se suma hoy la presión globalizadora del inglés americanizado. Las redes sociales, Facebook, Twiter e Instagram, por ejemplo, difunden relatos identitarios individuales cada vez más homogéneos y homologables, contra la diversidad de los ecosistemas culturales y lingüísticos. Proliferan las poses globales en las actitudes y caracterizaciones, y proliferan los “hashtags”, etiquetas, y expresiones breves en inglés, para hacer más seguidores/as, igual que una marca comercial ansía hacer más clientes, para sumarse a las corrientes “trending topic”.

Para construir el relato español, en Galiza, hubo que minorizar el relato gallego y, por supuesto, la lengua propia.

Sea por lo que sea, la lengua nos toca. Tocar la lengua es tocar el ser. Hay un ámbito psicológico directamente relacionado con la lengua. Voy a poner un ejemplo que rasca: en la escuela superior de arte dramático de Galiza, en la que trabajo, hay alguna profesora y profesor provenientes de otros ecosistemas culturales y lingüísticos, como Catalunya o Andalucía, que han decidido integrarse lingüísticamente y que se expresan en gallego. Sin embargo, hay algunas profesoras y profesores, también una buena parte del alumnado, que han nacido y se han criado en Galiza, pero que no son capaces de hablar en gallego y que, incluso, tienen dificultades para leerlo y escribirlo, aunque puedan expresarse, sin embargo, en inglés. Obviamente, el problema de estas gallegas y gallegos, que no son capaces de hablar la lengua propia de su ecosistema cultural, no tiene que ver con la dificultad idiomática que entraña el gallego, no tiene que ver con que la lengua gallega sea más difícil que el inglés, sino con una cuestión de índole psicológica.

Históricamente, sabemos objetivamente, que durante muchos siglos, las prohibiciones que pesaron sobre la lengua gallega, se suman al hecho de ser periferia, provincia, con un centro, Madrid, alejado, geográfica y culturalmente, de nosotras/os. Simplificándolo mucho, esto, lógicamente, ha generado un complejo de inferioridad inconsciente que opera sobre nuestro relato identitario.

Que una de las definiciones de “gallego” del diccionario de la lengua española de la RAE sea peyorativa, que en la obra de Quevedo, Lope de Vega o Garcilaso, en el Siglo de Oro, aparezcan acepciones y personajes gallegos risibles, ridículos, brutos y otras minusvaloraciones, es síntoma de ese relato que, desde fuera, ha calado dentro, a base de estereotipos como aquel de Xan das Bolas, el paleto, abnegado trabajador, sumiso, inculto, burdo…

Galiza como destino turístico barato, para comer buen marisco, buen pescado, pulpo á feira, pero con pocos alicientes artísticos, porque nunca se han promocionado y puesto en valor adecuadamente.

El mito de la aldea, del niño labriego, en el best seller Memorias dun neno labrego (1961) de Xosé Neira Vilas, de los pescadores y marineros, las verbenas populares, la emigración de antaño y la actual, que se lleva a la juventud mejor preparada y deja aquí una población mayoritariamente envejecida, las labriegas hurgando la tierra, Os comedores de patacas (1992) o Un millón de vacas (1989) de Manuel Rivas, la “Galicia Caníbal” (1986) de Os Resentidos, en la época en la cual Vigo era una avanzadilla de la movida… Toda una serie de clichés e imágenes icónicas: “se chove que chova”, “malo será”, la sorna, la retranca, la morriña… Rosalía de Castro, como icono, y su “Adiós ríos, adiós fontes”, como el himno triste de la emigración que desangra Galiza desde tiempos inmemoriales…

Todo esto y más es el arsenal con el que Esther F. Carrodeguas, poeta, dramaturga y show-woman, aborda su pieza # camiños, que se acaba de estrenar, el 25 de enero de 2018, en el Salón Teatro de Compostela.

La compañía Butaca Zero, formada por Esther y su pareja, Xavier Castiñeira, que asume la dirección escénica, en coproducción con el Centro Dramático Galego (CDG), nos presentan un espectáculo de varietés en el que actúan las jóvenes actrices de Inherente Teatro, Noelia Blanco, Celina Fernández y Pía Nicoletti, más Noa Covelo y la propia Esther F. Carrodeguas, como maestra de ceremonias.

Jugar con el relato de la identidad colectiva, sin duda, añade un atractivo popular porque, a través de los estereotipos, los iconos y los mitos revisitados, conecta con la mayoría del público.

Carrodeguas tiene experiencia en ese teatro popular, así como en las cuestiones y temas que dinamizan la vida del pueblo frente a la vida urbana, porque lleva años dirigiendo teatro amateur, concretamente al grupo de teatro más antiguo de Galiza, Airiños de Rianxo.

El formato de # camiños es el de un show televisivo, compuesto por una serie de números, mayoritariamente cómicos, en los que se parodian los símbolos y los estereotipos que vienen a articular el relato de la identidad gallega.

La lectura es clara y directa, en el juego paródico con los referentes, y de ella se desprende una visión crítica, pero, a la vez, alegre, encaminada hacia un empoderamiento cultural, galleguista y feminista.

Carrodeguas es una de las dramaturgas de Galiza que más apuesta por la actualización de elementos distintivos del folclore y la tradición popular. Sus dos obras teatrales publicadas y estrenadas hasta la fecha de hoy, Voaxa e Carmín (2016. Premio Abrente 2015) y Na butaca (2017), exploran universos de extrema fragilidad, desde el autoexilio hasta la demencia senil, buscándole el contrapunto de la ternura y la comicidad, desde una forma rapsódica que fluye a través de repeticiones y variaciones, con estribillos y rimas, utilizando ritmos y compases tradicionales.

Ambas piezas fueron ejercicios de Esther realizados en la ESAD de Galiza, en los que ella quiso llevar a la dramaturgia su estilo poético. También este # camiños, que ahora estrena, fue Trabajo Fin de Estudios, en la misma escuela, de las actrices Noelia Blanco, Noa Covelo, Celina Fernández y Pía Nicoletti, orquestado por Carrodeguas.

En total 3 producciones teatrales, Voaxa e Carmín, Na butaca y # camiños, muy seguidas, pero al venir ya medio cocinadas de la ESAD de Galiza se nos presentan con una convicción sólida, sin titubeos.

La escuela como horno de creación optimiza el aprendizaje y, además, nos demuestra que, en el arte, el conocimiento y la exploración forman parte de los objetos artísticos que, después, se abren al público.

En este sentido, aprovechar ejercicios y trabajos académicos, desarrollándolos en obras y espectáculos profesionales, también puede redundar, como es el caso en # camiños, en una mayor profundización y soltura en la realización de las acciones de la dramaturgia.

Muestra de ello es el trabajo de las actrices en # camiños, que están están esplendorosas, porque se puede captar su implicación como equipo. No se trata tanto del brillo individual, que también existe, sino, sobre todo, de la gracia que emana de la complicidad, casi deportiva, que despliegan sobre el escenario.

Muchas de las acciones surgieron de improvisaciones y hay múltiples materiales, ideas e imágenes, aportados por las propias actrices, ya que éste, como he señalado, era su Trabajo Fin de Estudios. Una dramaturgia colaborativa posdramática, organizada por Carrodeguas.

Este método de composición teatral posdramática es muy diferente al de la dramaturgia convencional, en la que las actrices y actores están al servicio de la idea y del concepto que maneja la directora o el director, emanado de la obra previa. En la dramaturgia colaborativa posdramática creación y realización se confunden, van de la mano, surgen de la simbiosis del equipo, de la escucha y la atención a la otra, al otro. Ahí se diluyen las jerarquías y, en vez de haber protagonistas y secundarios, se nos presenta una pieza paisaje, coral.

La dramaturga, Carrodeguas, ya había colaborado en un Taller Integrado, impartido por Alba Blanco, en el último curso de la carrera, en el que también estaban estas actrices. Aquel Taller, que integraba diferentes especialidades de la ESAD, dio una pieza posdramática, con preeminencia del teatro físico, titulada Verbena en la que, de igual manera, hacían una investigación teatral en las situaciones y los personajes estereotipados de las verbenas gallegas. De alguna manera, este # camiños recoge todos esos frutos y les busca un formato popular, directo, pedagógico en su desmontaje de los mitos y los lugares comunes.

El escenario es como un plató de televisión, con su podio para elevar a la vedette, y aquí, en # camiños, todas las actrices tienen su momento de vedette, incluida la  maestra de ceremonias, Esther F. Carrodeguas.

Un colega, después de la función, me comentada que, cada vez que salía al escenario, Esther se las comía a todas. No se trata, literalmente, de que la maestra de ceremonias ostente un protagonismo frente al resto de las actrices, sino que el empaque físico, la fisonomía, el hermoso desparpajo, y la rutilante presencia de Carrodeguas, ciertamente, crea un foco muy potente cada vez que sale a escena. Esther, pienso, es de esas creadoras cuyo carácter y presencia física nunca están por detrás de su obra, sino a la par o, incluso, por delante. Y esto no sucede por narcisismo o egolatría, sino porque, en el fondo o no tan en el fondo, Esther se acerca a eso que llamamos una bestia escénica. Lo digo con cariño y admiración. Ya ven que, al final, de todo el equipo de # camiños la protagonista de mi artículo es ella.

Pero volvamos al camino de estos # camiños.

La dramaturgia nos presenta un friso de sketches en los que se utilizan, en mestizaje, diversas modalidades espectaculares: pantomima, danza, talk show, transformismo y disfraz, cabaret, canción, malabares con cintas, pasarela, fragmentos documentales audiovisuales, proyectados en una pantalla tipo ojo de buey, etc.

Entre los números de tono cómico, despuntan los cuadros en los que las actrices realizan simulacros emulando top models, en dos pasarelas de intención paródica y pedagógica: cada vestido exhibido parodia y denuncia, a la vez, aspectos alegóricos de lo que consideramos Galiza, desde la multinacional Zara Inditex, con un vestido confeccionado con camisetas y otras prendas “made in Bangladesh” y otros sitios de mano de obra barata, hasta el vestido hecho con redes de pescar y, como complemento, un bolso que es una nasa para capturar pulpos.

El cuadro en el que se parodia una “stand up comedy”, proyectando el logotipo de un programa concurso televisivo muy reconocible. Una de las actrices se dirige directamente al público, desde el micrófono, para contar una retahíla de chistes sobre gallegos, en un crescendo cada vez más ofensivo, con la excusa de que se trata de humor. Entonces sale otra actriz, caracterizada con el traje regional gallego y con una gaita al hombro, que utiliza como ametralladora para liquidar a la chistosa. ¡Muerte por gaita de fol! Para mí, el momento más espectacular y climático de este # camiños. No solo por el simulacro que hacen las dos actrices, una como show-woman televisiva y la otra como agente salvador, como sheriff justiciero, sino también por esa utilización de la gaita de fol como arma, la amplificación del sonido de los disparos y la pantomima circense de la actriz que se convulsiona al recibir los impactos de la ametralladora. La gaita de fol que, en otros países de raíz celta, es un instrumento militar, utilizado en los desfiles marciales, cobra aquí todo su protagonismo como deus ex machina gallego, frente al humor fácil que nos denigra.

Entre los números de varietés se insiere el de “As Churrascas”, feminización caricaturesca del famoso “churrasco” o carne a la parrilla. Las actrices ponen toda la carne en el asador, embutidas en mallas de colores chillones, con pelucas también de colores y gafas oscuras, para interpretar una versión electrónica del “Adiós ríos, adiós fontes” de Rosalía de Castro, en una parodia de los hits de la música electrónica más comercial.

En contraposición estaría el poema “Tecín soia a miña tea, / sembrei soia o meu nabal, / soia vou por leña ó monte, / soia a vexo arder no lar”, también de Rosalía de Castro, cantado a capela, para evocar a la mujer trabajadora que construyó Galiza mientras los hombres emigraban. La mujer que se quedó cuidando la casa y la familia, trabajando el campo, la mujer mariscadora, las empleadas de la industria de las conservas…

Entre los cuadros que introducen un tono más dramático, sin utilizar nunca el drama como tal, y que son muy pocos dentro de la estructura de la trama de acciones, cabe resaltar aquel en el que dos actrices, sentadas en el proscenio, hacia el público, en silencio, representan a dos mujeres jóvenes que están en un aeropuerto. Una es estudiante y acaba de recibir una beca para irse a Nueva York, otra es una nieta de una gallega emigrada, que vuelve de Argentina en estado de buena esperanza, embarazada, porque quiere que su criatura conozca la tierra de sus ancestros y pueda sentir las raíces que a ella siempre le han faltado. Todo esto lo sabemos porque Carrodeguas nos hace de narradora desde el fondo del patio de butacas, mientras observamos el cuadro de esas dos mujeres sentadas frente a nosotras/os, con la vista perdida en el horizonte.

En el siguiente cuadro, la mujer embarazada camina descalza, sobre el recuadro de hierba artificial que se dispone sobre el suelo del escenario, y con su teléfono móvil filma las ruinas de la aldea de la que, muchos años atrás, salió su abuela embarazada hacia la emigración americana. En la pantalla ojo de buey, como las ventanas de un buque, podemos ver las imágenes de la casa con la techumbre derrumbada, la era cubierta de malas hierbas, el hórreo deslavazado y la exultante naturaleza cubriéndolo todo, mientras la actriz pisa la hierba y filma, lentamente, como si estuviese haciendo danza Butho, el paisaje del que salió su estirpe.

Esta aproximación parcial al género del documental entronca, en oposición rítmica, con el fragmento audiovisual en el que nos muestran a una chica de Vigo que se ha convertido en una youtuber de éxito y en una importante imagen, seguida en las redes sociales por millones de personas que clican sobre sus fotos, realizadas en diferentes lugares del mundo, siempre en poses estereotipadas de top model, con diferentes ropas y complementos a la moda, adobadas con hashtags, etiquetas, en inglés, igualmente despersonalizadas. Todas las fotos, nos dice la narradora, y lo podemos comprobar en las imágenes, podrían estar realizadas en el mismo sitio, con diferentes poses y ropas, siempre fotos de sí misma. Sin embargo, millones de personas de todo el mundo son seguidoras de esta joven, que ha llegado a patentar su propia empresa en base a su imagen de felicidad superficial.

El director, Xavier Castiñeira, consigue articular de manera eficaz toda esta serie de estampas, la coralidad de las actrices y sus diversas propuestas, los efectos lumínicos, diseñados por Javi Quintana, los audiovisuales de Fran X. Rodríguez.

# camiños es un espectáculo divertido, entretenido, con suficiente plasticidad escénica y ritmo actoral, como para traspasar las fronteras y presentarse fuera de Galiza, donde no todos los referentes en juego, de la galleguidad, pueden ser reconocidos, aunque muchos de ellos ya resultan globales porque han sido exportados.

La diversión y el entretenimiento no están, aquí, exentos de crítica y de provocación. Entre las virtudes de # camiños hay que señalar que gusta tanto a adolescentes, tal cual me han contado, como a personas mayores. Mi padre, de 69 años, me acompañó a ver el espectáculo y después me dijo que, de todo el teatro que había ido a ver conmigo, ésta era la obra que más le había gustado.

Y es que en # camiños se juega con ingredientes que entroncan lo tradicional, los iconos y los estereotipos sedimentados por la tradición, con lo más actual, las relaciones a través de las redes sociales y los temas y actitudes candentes de la denominada generación Y, la generación milenial, que por edad es a la que pertenecen las actrices.

# camiños busca el éxito, el gran público, su hechura lo denota, y si todo va bien, creo que lo va a conseguir, porque, además de divertirnos, salimos dándole vueltas a algunos asuntos que nos incumben y reafirmados en la necesidad de no perder las raíces para que el árbol crezca.

 

 

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