La voz antigua

La mujer y los laboratorios teatrales

Los viajes, como la vida, se componen de una serie de sucesos causales, entretejidos con las leyes de la contingencia y del azar. A veces uno encuentra en uno de esos momentos, de esos sucesos, el punto de partida para otro viaje, un viaje en los carriles paralelos del tiempo, un viaje que no sabe cuándo tendrá lugar, pero que intuye, sintiéndolo hervir en las venas como un rumor lejano que anuncia tormenta.

Son esos momentos-semilla, semillas-viaje, que germinan, germinarán, y que producen una transformación, un punto de inflexión, un cambio de paradigma.

Uno de esos momentos-semilla se produjo hace casi un año, en Octubre de 2012, en el Instituto Grotowski, con motivo de la celebración de unos encuentros sobre laboratorios teatrales. Dichos encuentros estaban englobados dentro de un proyecto más amplio liderado por Richard Gough, con la intención de construir una Red de Laboratorios Teatrales. El proyecto, financiado por el Leverhulme Trust, estaba constituido por cuatro importantes centros de referencia: el CPR o centro para el desarrollo de la investigación – Center for Performance Researh (Gales), el Instituto Grotowski (Wrocław), el Odin Teatret (Holstebro) y el Instituto Hemespheric (Nueva York).

Se habló de muchos temas en esos encuentros, se habló de la genealogía y del legado de la tradición de los laboratorios teatrales del siglo XX, se habló de qué es y qué no es un laboratorio teatral, de los límites entre lo que se puede o no definir como trabajo de laboratorio, de si existe algún otro término para poder definir el «trabajo» que no está centrado en la consecución de un producto final sino en el proceso de creación, en el arte del actor, todas esas y muchas otras cosas fueron discutidas en esos encuentros, encuentros moderados por Dariusz Kosiński y e integrados, en una de sus jornadas, por un panel de discusión formado por Tomasz Rodowicz (Teatr Chorea), Piotr Borowski (Studium Teatralne), Paweł Passini (neTTheatre) y Matej Matejka (Studio Matejka),y estando Eugenio Barba (Odin Teatret) sentado entre el público como un miembro distinguido del mismo.

La semilla para el próximo viaje no nació de ninguna de las preguntas generadas dentro del panel de discusión, ni de ninguna de sus respuestas, sino de la pregunta realizada por Ditte Berkeley en el turno de consultas abiertas al público, Ditte, actriz integrante del Teatr Zar, con más de diez años de experiencia en el trabajo del laboratorio teatral, realizó una pregunta tan sencilla y tan complicada como «¿cuál es el papel de la familia dentro de un laboratorio teatral?», y si «¿es posible participar en un proceso de investigación, siguiendo una búsqueda, profunda y constante y, por ejemplo, tener una familia?», esa pregunta provocó un intenso silencio en la sala, roto tan solo por un sorprendido «¿qué?» de uno de los participantes, y seguido por un intenso murmullo de discusión, ahí empezó el verdadero debate, encendido, de cómo hacer funcionar un proceso de investigación dentro de un laboratorio teatral y de cómo conseguir mantener un grupo unido a lo largo del tiempo, y de cómo ser capaz de adaptarse a las necesidades que surgen, porque surgen, dentro de ese grupo, un grupo que no puede tener siempre veinte años y en el cual sus miembros verán cambiar sus necesidades a lo largo del tiempo, de cómo, si durante el proceso de trabajo miramos hacia otro lado, el trabajo en un laboratorio teatral se restringiría solo a las personas, más o menos jóvenes, que no tuvieran responsabilidades familiares, y no hablamos solo de los hijos, sino de la familia en su sentido más amplio del término.

La discusión, acalorada, se prolongó en el tiempo, algunos de los directores indicaron que no, que no era posible compaginar familia y trabajo dentro de un laboratorio, otros que sí, que era posible pero muy complicado, curiosamente, la mayoría de las respuestas integradoras vinieron de parte de las mujeres, mujeres que no estaban en el grupo del panel de discusión, sino en el público, mujeres actrices y directoras, mujeres dentro de las cuales, quizás, se encuentre contenido el cambio de paradigma para el futuro del teatro laboratorio.

Quizás ese cambio de paradigma no se deba realizar solo en los laboratorios teatrales como lugar particular, sino en el teatro y en la sociedad en general.

Un cambio de paradigma para no tener que hablar de techos de cristal profesionales o de renuncias, sino de cimientos sólidos que permitan hablar de un trabajo en grupo sostenible, de un trabajo en grupo, sin necesidad de tener que cambiar a los individuos que lo componen para poder garantizar su supervivencia a lo largo del tiempo.

Quizás ese cambio ya está teniendo lugar con la búsqueda de una sociedad en la cual un crecimiento sostenible sea posible.

Dentro de los laboratorios teatrales hay muchas mujeres y muy valientes, mujeres como Cristina Samaniego que lucha y trabaja para sacar adelante un proyecto de laboratorio denominado Espacio Espiral en Santander, o como Ditte del Teatr Zar de Wroclaw, que lanzó aquella pregunta dejando la habitación en llamas, o como muchas otras mujeres que se merecen un lugar para poder hablar en el mundo de los laboratorios teatrales y en el teatro y en la sociedad, porque tienen, porque tenemos, muchas cosas que decir, como mujeres y como profesionales.

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