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La orfebrería coreográfica de Paulo Ribeiro Walking with Kylián

La precisión y la profusión de detalles, articulados en el movimiento, hacen de la danza del coreógrafo portugués Paulo Ribeiro un trabajo de orfebrería. La coreografía adquiere el brillo y la relevancia de algo con más valor que un metal precioso. La riqueza y la complejidad del trazo compite con la fluidez dinámica, mediante la cual, la forma, muta incesantemente.

El sábado 25 de noviembre de 2017 pude asistir a Walking with Kylián. Never Stop Searching, la última creación de la Companhia Paulo Ribeiro, en el Centro Cultural Vilaflor, CCVF, de Guimarães.

El propio título, Walking with Kylián. Never Stop Searching, nos anuncia el homenaje tributo al gran maestro checo Jiri Kylián y, al mismo tiempo, aparece ese concepto de caminar con… pasear con… y no cesar de buscar, de investigar, de probar. La danza como camino de búsqueda que, al igual que en otras artes, nunca surge de la nada, sino del acompañamiento de unas maestras y unos maestros que han ido abriendo caminos.

Precisamente, es esa segunda parte del título, Never Stop Searching, el que determina una condición inmanente a la creación artística: la investigación, la exploración, la curiosidad que nos hace buscar nuevas maneras de dar forma a la obra de arte. Es esta condición, a su vez, la que supone un necesario espíritu progresista que impulsa la evolución de los lenguajes artísticos y, al mismo tiempo, la aparición de estilos singulares.

Walking with Kylián. Never Stop Searching semeja desarrollarse en un espacio de tránsito, tal cual el escenario o la misma vida.

El fondo trasparece a través de tres puertas abiertas, que generan una especie de espacio porticado. Las varas, de las que suelen colgarse los focos, se disponen a media altura, generando una especie de techo. Los efectos lumínicos, por zonas o globales, se suman para configurar un espacio abstracto que permite un tránsito de entradas y salidas diversas, así como una disposición apaisada que, en determinadas secuencias, crea una impresión plástica de friso, que le otorga a los encuentros que se dan entre Teresa Alves da Silva, André Cabral, André Mesquita, Joao Cardoso y Miguel Oliveira, un aliento casi mítico.

La orfebrería coreográfica va estableciendo diálogos entre los bailarines y, en ellos, se generan imágenes fugaces, pero con una belleza plástica permanente.

La introducción de detalles en el desarrollo del movimiento, así como la precisión en los trazos, recuerda el depurado estilo del coreógrafo checo Jiri Kylián, pero Paulo Ribeiro lo libera de las líneas neoclásicas y lo abre a una fragmentación y a unas mezclas gestuales más chispeantes y teatrales que balléticas.

Cada bailarín, André Cabral, André Mesquita, Joao Cardoso, Miguel Oliveira y Teresa Alves da Silva, posee una fisonomía y una constitución física muy diferentes. No existe, pues, la unidad clásica, sino la heterogeneidad posdramática.

No obstante, la individualidad viene marcada, solamente, por la propia materialidad concreta de cada cuerpo en su diferencia. La coreografía diluye identidades personales y nos ofrece una imagen coral en la que cada persona es una figura de una geometría muy humana, pero libre de las restricciones identitarias individualizadas.

La secuencia en la que componen figuras de cinco cuerpos, a través de la manipulación, por parte del grupo, de uno o varios bailarines, es hermosísima. Igual que lo es el dúo en el que los brazos de un bailarín parecen atravesar el cuerpo del otro, para iniciar un diálogo en el que el «dos» se entrelaza en un «uno» escultórico y fluctuante.

Y así podríamos seguir recordando secuencias deliciosas.

 

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