Sangrado semanal

La persiana

Está a punto de subir el café de la mañana. Están echando las persianas. La puta crisis ya está aquí en todo su esplendor. ¿Te prometieron tanto para tu montaje? Te recortarán la suma prometida. Verás qué cara se te queda cuando no puedas pagar a tus artistas. Hacienda ahoga. Es un panzer implacable que no perdona ni el más mínimo retraso. Ahora, eso si: la subvención que ganaste por tus méritos llegará tarde, mal y sin avisar, cuando el agujero que hayas hecho sea el doble de lo normal.

No hay dinero y, lamentablemente, se nota. Las oportunidades pasan por delante de las compañías como pájaros en vuelo a los que intentan tocar con la yema de los dedos. No es por falta de ganas. Es por falta de metal contante y sonante. ¿Fueron los tiempos pasados un espejismo? Que se lo digan a los colectivos teatrales que llevan trabajando 20, 30, 15 años y que van a desparecer porque en los tiempos que corren no se pueden mantener ciertas estructuras artísticas.

En cambio, hay otras que si. Ciertas agencias de nueva creación que bailarán al son del henchido IVA y del perrito que les ladre. Es entonces cuando una no entiende o quiere entender nada. No es que no haya dinero, es que se lo llevan hacia otros lados: Allí donde se pueda poner el cazo o, dicho de otro modo, encarecer el producto por mediar en el asunto.

Y, ante panorama tan desolador, siempre queda algún resquicio para el milagro. Así está hecha el alma humana. Al menos hasta ahora. Aunque, ¿quién dice que vaya a amanecer mañana? Cuando los mayores cuentan sobre la vida de las míticas compañías teatrales que parecen mantenerse erguidas en este desierto sin nombre, siempre hay lugar a la esperanza. Porque hablan del momento en el que su mano estuvo a punto de echar la persiana para no volver a abrirla jamás.

En biomecánica, toda una técnica e incluso escuela teatral diseñada por Meyerhold, una acción del cuerpo puede dividirse en tres segmentos: el ante-impulso, la acción propiamente dicha y el freno. El ante-impulso es la micro-acción, contraria a la acción principal que vamos a realizar acto seguido. Como una especie de ir hacia atrás para coger carrerilla.

Imaginen un cuerpo en pleno ante-impulso antes de cerrar para siempre la persiana de un local. Imaginen una mano fuerte, sólida y sonriente que detiene el acto justo en el momento en el que dicho ante-impulso se convertirá en acción. El tiempo queda suspendido y nos asomamos a un destino no escrito en el que todo cabe. Esa mano es un espectáculo que funciona como si fuera por raíles, es una subvención a nivel europeo que permite respirar artísticamente durante algunos años más, es el apoyo en forma de cientos de miles de suscripciones.

Y entonces pita la cafetera y nos arranca del asombro. Al menos, no llueve. Alegrémonos. Como diría Kirmen Uribe, hoy es domingo en la playa para la gente de buena voluntad.

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