Velaí! Voici!

La punta de la lengua

Esta semana, el 17 de mayo, se celebra el Día das Letras Galegas, que cada año homenajea a una escritora o escritor difunto, sobre todo a escritores. En 2017 el homenajeado es Carlos Casares.

Al margen de la pompa y boato de la efeméride, el Día das Letras Galegas es, sobre todo, una celebración de la lengua gallega y, por causas de minorización y discriminación de la misma, también es una jornada reivindicativa.

En este artículo voy a intentar analizar, parcialmente y en la medida de mis posibilidades, las cuestiones que tienen que ver con LA LENGUA Y EL TEATRO y, también esas causas de minorización y discriminación de la lengua gallega.

 

Este no es un tema menor porque la lengua duele. Cuando se habla de derechos lingüísticos en Galicia, siempre se genera una polémica emocionante. La lengua es un órgano, por lo visto, o mejor dicho, por lo oído, emocional. Tocar una lengua es tocar, directamente, lo emocional. Tocar una lengua es tocar lo íntimo. Pero, además, tocar una lengua es tocar lo político, en tanto que ideológico y en tanto que manifestación social. La lengua nos une y, en algunas ocasiones, nos separa, nos junta o nos enfrenta, nos acompaña o nos aísla. Por tanto, el tema lingüístico no es, para nada, un tema menor.

 

UNA HISTORIA OCULTA. ORÍGENES. RAÍCES. ECOSISTEMA

 

¿Por qué y para qué existe una lengua?

¿Por qué y para qué existe una lengua como el gallego si estamos en España, que ya tiene una lengua que es el castellano?

 

Si nos remontamos a la Galicia Medieval nos encontramos con una literatura excelsa, las Cantigas de los trovadores, juglares, seglares y soldadeiras, entre los que se encuentran algunos reyes, como Don Dinís de Portugal, y en la lírica religiosa, el rey Afonso X el Sabio, con sus Cantigas de Santa María.

Todo ese inmenso y bellísimo corpus literario da buena cuenta de una lengua y una cultura que, necesariamente, habría surgido mucho antes para, poco a poco, florecer y poder dar esos frutos artísticos tan sublimes.

Quien tenga dudas puede leer cualquier pieza de la lírica gallega medieval e, inmediatamente, saldrá de dudas.

¿De dónde surge, pues, ese tesoro?

Gallaecia era el nombre con el que los romanos designaron Galicia. En el año 409 llegaron a ella los suevos que, durante más de un siglo, entre el año 411 y el 585, mantuvieron el reino independiente de Galicia, con la capital en Braga (actualmente, ciudad portuguesa). A partir del siglo VIII Galicia se integra en la monarquía astur-leonesa, aunque en algunos periodos, tuvo reyes propios.

El gallego medieval, igual que el castellano, procede directamente del latín vulgar, que las tropas romanas introdujeron en España, en su hibridación con las lenguas autóctonas de cada ecosistema y de sus tribus. El ecosistema de lo que hoy es Galicia y norte de Portugal fue habitado sucesivamente, antes de los romanos, por varias etnias o pueblos: los oestrymnios, los indoeuropeos y, dentro de estos últimos, los celtas, sobre los que historiadores (Manuel Murguía) y poetas (Eduardo Pondal) románticos, crearon el mito fundacional de la nación gallega. Después vino la incorporación parcial y tardía de Galicia al Imperio Romano. La primera campaña militar romana de la que tenemos noticia es la de Décio Júnio Bruto en el año 137 A.C., cuyo asentamiento definitivo culmina en el año 26 A.C., lo que da buena cuenta de las dificultades de los romanos para vencer a aquellas tribus galaicas primigenias.  

En el norte peninsular, en la Gallaecia de los romanos, el latín vulgar se fue convirtiendo en el gallego medieval, antes de que se fundase Portugal. Textos latinos con algunas palabras gallegas comienzan a aparecer alrededor del siglo IX, aunque no es hasta el siglo XII cuando aparecen los primeros textos literarios íntegramente escritos en gallego.

En el siglo XI tenemos el Reino de Galicia, con Don García (1063-1072) como rey.

Pero Don García era hijo del rey de Castilla y de León, Fernando I. Los hermanos de Don García, reyes de Castilla y de León, sumaron fuerzas para usurparle el reino de Galicia, que pasó, entonces, a depender de la corona de Afonso VI de León, que dividió el Reino de Galicia por el río Miño (antes llegaba, por el sur, más allá del río Duero). La zona del río Miño hacia el norte se la da a Doña Urraca y a su esposo Don Raimundo. En el siglo XII se funda Portugal, en la zona sur del Miño, conquistando, sucesivamente, toda la faja atlántica peninsular desde el río Miño hacia abajo.

En 1128 Afonso Henriques se proclama rey de Portugal, y el gallego, en territorio del Estado portugués, pasa a denominarse portugués, mientras que su madre, el gallego, en territorio dependiente de Castilla  y de León, queda sin un estado propio, sometido a la castellanización hasta nuestros días.

A partir de la mitad del siglo XIV, al estar Galicia integrada en la monarquía castellana, el gallego es rechazado como lengua culta y oficial, hasta el Rexurdimento, en el siglo XIX, con la obra literaria de Rosalía de Castro, Manuel Curros Enríquez y Eduardo Pondal.

En el siglo XX el ideario galleguista es recogido y ampliado por las “Irmandades da Fala”, que son el centro de todas las actividades políticas, culturales y científicas en la Galicia de la época. Además de un diccionario y una gramática de la lengua gallega, abren editoriales y publican libros en gallego, crean el Conservatorio Nacional de Arte Gallega y la Escuela Dramática Gallega, institución antecesora de la actual Escuela Superior de Arte Dramática de Galicia (aunque ésta tuvo que esperar hasta el siglo XXI, fundada en septiembre de 2005).

Junto a las “Irmandades da Fala” también hay que considerar al “Grupo Nós”, integrado, entre otros, por Antón Risco, Ramón Otero Pedrayo, Alfonso Daniel Rodríguez Castelao y Florentino López Alonso-Cuevillas. El “Grupo Nós” realizó un valioso trabajo de estudio y promoción de la cultura gallega desde una perspectiva universalista. La Revista Nós (1920-1936), del grupo homónimo, estudiaba frecuentemente la problemática lingüística de Galicia. En sus páginas aparece escrito: “Gallego y Portugués son dos dialectos de una misma lengua, una de las más extendidas por el mundo, más aún que el Castellano. Ella nos abre todos los países de habla portuguesa” (Revista Nós. Número 7. 1921).

Dentro de las “Irmandades da Fala”, el erudito J. Vicente Viqueira (1886-1924), político nacional federalista, escritor y pedagogo, impulsa la educación en lengua gallega y defiende, con buen criterio, una ortografía etimológica para el gallego, o sea, que se escriba respetando sus raíces, entre ellas las características de la lengua, que están depositadas en el inmenso corpus de las Cantigas Medievales. Viqueira también aducía la importancia de mantener una ortografía etimológica para el gallego, porque es la misma que la del portugués y, por tanto, posibilita las relaciones lingüísticas entre los dos pueblos vecinos, Galicia y Portugal. Por último, esta ortografía etimológica coincide con la de las restantes lenguas neolatinas: francés, italiano, etc. En la, antes mentada, Revista Nós, Número 121, del año 1934, también se señala: “[…] consideramos que se debe volver inmediatamente a las formas que podemos llamar clásicas y también a la ortografía etimológica.”

Esa tendencia se denomina “reintegracionismo” y se basa en la adopción de una ortografía etimológica y en la aproximación al portugués, en cuya lengua se conservan, gracias al Estado Portugués que la protegió, las formas cultas del gallego original, antes de éste sufrir esa larga historia de prohibiciones, vejaciones y censuras, culminadas por la Dictadura franquista y por una Transición y una democracia monárquica, católica y españolista.

Dos de los máximos defensores de lo que llamamos “reintegracionismo” son Castelao, que en su libro Sempre en Galiza (1944) defiende, desde el exilio argentino, la confluencia del gallego con el portugués. El otro escritor e intelectual galleguista, defensor de ese “reintegracionismo” que devolviese al gallego su propia entidad, liberándolo de la castellanización que, progresivamente, lo debilita y lo diluye en el castellano, fue Ricardo Carvalho Calero. La primera Historia de la Literatura Gallega es un magno trabajo del profesor Ricardo Carvalho Calero. A él se deben, además, las bases para la creación de los estudios de Filología Gallega en la Universidad de Santiago de Compostela. Hay que destacar, también, los más de treinta textos sobre teatro, en los que Carvalho Calero hace aportaciones muy relevantes, recogidos y editados por la profesora Laura Tato Fontaíña.

No obstante, en la normativa de la lengua gallega, organizada principalmente desde la RAG (Real Academia Galega), se apartó a Carvalho Calero y se instituyó para el gallego una ortografía castellana. En los años ochenta, había una normativa de mínimos, y en el 2003 se logró una normativa de consenso entre las instituciones con competencias para la lengua oficial. De esa normativa sale la lengua gallega que se utiliza en la enseñanza y que se ha impuesto en la literatura (editoriales, premios literarios, etc.). Esto ha generado una especie de “apartheid lingüístico” respecto a las escritoras y escritores que utilizan el gallego reintegrado o cualquier forma que no sea la de la normativa de la RAG.

En la Transición Española y antes de ella, según me cuenta la escritora y amiga María Xosé Queizán, que estudió en la primera promoción de Filología Gallega de la Universidad compostelana, alumna de Ricardo Carvalho Calero, las primeras normativas de la lengua gallega se realizaron, fundamentalmente, a partir de la dialectología. Unos estudios y un enfoque dirigidos por un profesor asturiano, Constantino García González, que venía de la Universidad de Oviedo, e impartía sus clases en castellano. Este profesor asturiano que hablaba castellano e impulsaba los estudios del gallego desde la dialectología, fue el fundador y primer director de una institución con gran peso en la historia de la lengua, el ILG (Instituto da Lingua Galega). El ILG, dependiente de la Universidad compostelana, tiene, junto a la RAG, las competencias oficiales para elaborar las normas de la lengua gallega.

El problema de construir una norma para la lengua gallega partiendo de la dialectología, o sea del estudio y recogida de las palabras y expresiones dialectales, es que muchas de esas palabras y expresiones recogidas ya han sido contaminadas o castellanizadas, en substitución de las palabras y expresiones originales. De esta manera, parece imponerse la colonización de una lengua sobre otra.

Además, supongo que también debió influir algo, en esta normativa de la lengua gallega, que la aparta de sus orígenes (etimología) y la aproxima al castellano (a través de la dialectología y de una ortografía común con el castellano), que el presidente de la RAG, durante un importante periodo (1979-1997), fuese el médico, político y escritor Domingo García-Sabell, Delegado del Gobierno de España en Galicia. O que, entre los que intervinieron en las decisiones sobre la lengua, estuviesen intelectuales que, aún haciendo importantes aportaciones a la cultura gallega, como es el caso de Filgueira Valverde, perteneciente a la Derecha galleguista, también hubiesen tenido el carnet de la Falange. Filgueira Valverde había ocupado diversos cargos públicos durante el franquismo, entre ellos fue designado como alcalde de Pontevedra, en 1959, por el Ministro de la Gobernación.

 

Toda esta historia, muy resumida, puede darnos una idea del devenir de la lengua gallega y fundamentar ese dolor de lengua que sigue existiendo en Galicia, y que tiene fuertes derivas y consecuencias en el teatro gallego que utiliza la acción verbal en sus dramaturgias.

Esta historia que acabo de sintetizar es una historia oculta, que no se estudia en las escuelas ni resulta simpática a las instituciones de la Comunidad Autónoma de Galicia, siempre preocupadas por su encaje en el Estado español y despreocupadas de cuidar aquellos elementos distintivos que el propio territorio (la tierra) de Galicia ha dado. Supongo que a estas instituciones gallegas, con competencias lingüísticas, tampoco les interesa integrarse en las instituciones homólogas portuguesas para no perder su parcelita de poder, por aquello de que más vale ser cabeza de ratón que cola de león.

 

Para esta esquemática exposición debo agradecer la información ofrecida en el libro Historia da Língua em banda desenhada, realizada colaborativamente por un grupo de estudiosas/os, publicada por primera vez en abril de 1992 y re-editada, veinticinco años después, por Através Editora. Un regalo precioso de mi amigo, el director escénico y profesor, Dani Salgado.

 

DRAMATURGIA Y CONCIENCIA LINGÜÍSTICA

 

El teatro tiene un fuerte carácter asambleario y es una de las artes que, además, constituye un acto social y una manifestación cultural. Así pues, resulta obvio pensar que el teatro tiene, mal que le pese, varios niveles de responsabilidad:

El nivel artístico, desde mi punto de vista el prioritario y sin el cual el teatro no es un arte escénico.

El nivel social e ideológico, ya que como acto social, desde su propia forma estética, presente o represente un mundo, nos está metiendo dentro de una perspectiva ideológica, más o menos, marcada. Las estéticas teatrales siempre se vinculan a una imagen del mundo y esa imagen del mundo es, a su vez, una perspectiva ideológica sobre el mismo.

Pongamos el ejemplo hipotético de un espectáculo de entretenimiento comercial, para divertir y distraer al público. En ese espectáculo aparece un actor joven y musculado, dentro de los cánones de la moda, vestido de traje elegante de colores oscuros y a su lado aparece una mujer joven, en minifalda, con un top que deja ver una buena parte de sus pechos, va muy maquillada, su escasa ropa es de colores rosa y fucsia y calza unos zapatos de tacón alto. Esta sola imagen ya nos está metiendo dentro de un mundo concebido desde lo heterosexual y el machismo patriarcal, en el que la mujer es una especie de objeto decorativo, un objeto pasivo frente al estereotipo del hombre como sujeto activo. ¡Vale, es un topicazo! De acuerdo, sin embargo ese topicazo sigue vigente en la mayoría de los anuncios publicitarios de productos de prestigio: coches de alta gama, perfumes de lujo, etc. También en algunos escenarios.

La imagen, en el teatro la imagen dinámica, igual que el texto, en el teatro la acción verbal, suponen una perspectiva ideológica sobre el mundo.

En un espectáculo de artes escénicas (danza-teatro, danza contemporánea, teatro de texto, teatro físico, musical, performance, circo, ópera, etc.) todas las acciones que aportan un sentido a la pieza deben ser resultado de una decisión dramatúrgica.

La dramaturgia, en su acepción más abierta, consiste en darle sentido a lo que sucede encima de un escenario. O sea, en darle sentido a la composición de acciones.

La lengua empleada en la acción verbal forma parte, querámoslo o no, de esas decisiones dramatúrgicas, en tanto en cuanto una lengua también supone una inflexión en la perspectiva ideológica desde la que se crea el espectáculo. Más aún cuando se trata de una obra escénica que se da en un contexto lingüístico en el que, como es el caso de Galicia, existe un conflicto soterrado: la diglosia.

 

Por supuesto, es lícito que en la profesión teatral haya personas que decidan adoptar posiciones de poder, o colaborar con el sistema de poder, a través de obras y espectáculos complacientes, a través de obras y espectáculos que confirman y perpetúan el estatus quo de una sociedad dominada por lo económico, aunque sea a costa de lo ético.

Por supuesto, es lícito que haya profesionales del teatro que apuesten por fórmulas comerciales y por un teatro más de derechas, con unas estéticas que singuen la tradición más conservadora en lo moral y en los hábitos que favorecen el consumo y las tendencias mayoritarias en sus diversos niveles (heterosexualidad, capitalismo, ausencia de una conciencia ecologista, supremacía cuantitativa en puestos de poder ocupados por hombres, verticalidad y jerarquía en las organizaciones, supremacía de la lengua castellana en todo el territorio del Estado español, etc.).

No obstante, yo considero que el arte, para ser más arte cualitativamente, debe acercarse a la utopía, besar los sueños, alcanzar lo sublime y tender a lo trascendental. Y para esto, por lógica, es necesario hacer un ejercicio muy exigente de conciencia respecto al sentido de las acciones y a su propia naturaleza cuando elaboramos una dramaturgia. Para esto, por lógica, es necesario un análisis profundo y un cuestionamiento valiente respecto a los usos y costumbres, a los hábitos personales y a las tendencias sociales mayoritarias.

Me resulta difícil concebir que este arte, más arte cualitativamente, se pueda dar desde una inconsciencia o un sonambulismo, abandonándose a las tendencias y hábitos en boga, o basándose en ocurrencias y espontaneidades aparentemente libres y cuestionadoras, cuando, a poco que se rasque o se profundice, no son más que espejismos.

Yo me declaro feminista, ecologista y galleguista. Y esto implica un compromiso, por mi parte, más incómodo y trabajoso que si no parase atención en los aspectos minorizadores y marginadores respecto a esos ámbitos. Para darme cuenta de la existencia de esa minorización y marginación, es necesario un análisis cabal sobre las cuestiones de género, los problemas y desafíos respecto al cambio climático, al peligro de extinción de especies animales y vegetales autóctonas, pero también la progresiva aniquilación de la lengua gallega, su desaparición de las bocas, su desaparición de los ámbitos relacionales. En cierto sentido, se trata de una posición ecolingüística.

 

Desde este prisma, a mí siempre me ha chocado que una compañía de teatro gallega, o instalada en Galicia, decida, consciente o inconscientemente, utilizar la lengua castellana en sus espectáculos, a sabiendas de que está en un contexto cultural y lingüístico en el cual la lengua gallega está siendo machacada y minorizada. Me choca cuando en esas dramaturgias, producidas desde Galicia, la lengua vehicular de la acción verbal ocupa una proporción muy importante en el entramado de las otras acciones teatrales, como puede ser la coreográfica, la lumínica o la objetual. Me choca, porque en esas dramaturgias, en las que existe una importante proporción de texto verbal, éste suele centralizar, de alguna manera, el sentido de la acción y, por ende, el sentido del espectáculo.

Por supuesto, también nos va a dar, como consecuencia indirecta, un posicionamiento ideológico en lo que a la elección idiomática se refiere. Y si esta elección idiomática tiene lugar en un contexto cultural en el que hay una marginación de una lengua sobre otra, de una manera semejante a una colonización, entonces esa elección-decisión aún se torna más significativa.

Me choca, aún más, que esas dramaturgias, producidas desde Galicia en lengua castellana, parezcan apostar por un sello alternativo y contestatario o cuestionador, porque en el plano lingüístico no dejan de ser complacientes con el poder y con la tendencia mayoritaria, que no considera a la lengua gallega como algo útil o digno de ostentar el mismo rango que el castellano. Porque, no nos equivoquemos, el gallego, para nada está al mismo nivel, en Galicia, que el castellano. En las transacciones económicas, judiciales, en la medicina, en la mayoría de las facultades universitarias, en la mayoría de los medios de comunicación, en la mayoría de los bares y discotecas de moda, en los gimnasios… la lengua única utilizada es el castellano.

Me choca también que esas dramaturgias, creadas en Galicia en castellano, no apuesten por hilar fino e intentar simbiotizar con el paisaje gallego y su impregnación musical y lingüística que, como acabo de exponer en el apartado anterior, viene de muy antiguo.

 

A poco que lo pensemos, las personas, como animales (racionales), hemos ido creando dispositivos de adaptación al medio que habitamos, al hábitat. La necesidad de integrarnos en simbiosis con el hábitat ha generado mecanismos distintivos de cada grupo, en cada ecosistema, y la lengua es uno de esos mecanismos de adaptación al medio.

Los verdes y los azules del excelso paisaje gallego, en la intersección del Atlántico con el Cantábrico peninsular, el clima húmedo, la orografía caprichosa y quebrada, llena de pequeños ríos y fuentes, entre viejos montes, los olores, las calidades lumínicas… todo esto ha dado lugar, muy lentamente, a un léxico y a una prosodia, característicos y distintivos respecto a las lenguas con las que se expresan y representan otros ecosistemas como el de Castilla León, o el de Andalucía, o el de Catalunya.

Hilar fino, desde mi punto de vista, es pararse y ahondar en esas raíces para poder crear obras originales, o sea, obras que estén enraizadas, que tengan toma de tierra, que dialoguen con los orígenes. Contra esto, claro está, tenemos los productos de consumo global de las multinacionales y de las tendencias del mercado global, que no solo nos generan dependencias de sus productos, sino también una adhesión inconsciente a estilos de vida y modas que les son de provecho y que aplanan y aniquilan la diversidad cultural y lingüística. Sobreponerse a esta presión global, en todos los niveles, incluido el lingüístico, es un trabajo refinado de conciencia y compromiso.

Es contradictorio, por tanto, pretender hacer teatro alternativo, o buscar cuestionar la realidad circundante, cuando no paramos nuestra atención en estos detalles y la dramaturgia se realiza desde una falta de conciencia y compromiso en todas las acciones que están sobre la escena.

 

DOLOR DE LENGUA EN EL TEATRO

 

En mi carrera como docente, desde que se abrió la Escuela Superior de Arte Dramática (ESAD) de Galicia, me encuentro con grandes dificultades, tanto con el alumnado como con una buena parte del profesorado, para poder trabajar desde la conciencia lingüística en la dramaturgia. Y esto, como acabo de exponer, supone un inconveniente para lograr que el alumnado de la ESAD de Galicia tenga competencias para aproximarse a la creación artística de calidad.

Muchas/os de mis colegas, profesoras/es, imparten su docencia en castellano o se pasan al castellano en cuanto una alumna o un alumno les pregunta o les dice cualquier cosa en castellano. En nombre del bilingüismo, nuestro alumnado no domina, con la calidad o la excelencia que debería, ni la interpretación en lengua castellana ni la interpretación en lengua gallega. En cuatro años no da tiempo a buscar la excelencia en estos dos idiomas para el nivel necesario que se requiere encima de un escenario. En esto la ESAD de Galicia, hay que decirlo, lleva una franca desventaja respecto al resto de Escuelas Superiores de Arte Dramático del Estado, casi todas ellas monolingües en castellano, salvo alguna excepción.

Por otra parte, la ESAD de Galicia, por lógica, es la única Escuela Superior de Arte Dramático del mundo que puede preparar a actrices y actores para el teatro gallego, para las producciones de series de ficción televisiva de la Compañía de Radio Televisión Galega o para el incipiente cine gallego, así que deberíamos profundizar en nuestra apuesta por la excelencia en la dicción gallega y por la creación de obras en lengua gallega, cuando se emplee, en la dramaturgia, la acción verbal.

No tendría sentido que una Escuela Superior, dependiente de la Consellería de Educación e Cultura de la Xunta de Galicia, gastase el dinero público en preparar actrices, actores, dramaturgas/os, directoras/es de escena y escenógrafas/os para que todas/os estas/os artistas tengan que ir a trabajar a Madrid.

Todo esto, a mí, me parece lógica simple. Sin embargo, a efectos prácticos, parece que nadie se haya parado a pensarlo, salvo honrosas excepciones, claro.

 

Un alumno de primer curso de Dirección escénica y Dramaturgia, que está haciendo una pieza de dramaturgia posdramática, en un trabajo colaborativo con tres alumnas de interpretación, me decía que para preservar la acción real, jugada en escena, creía que debía mantener los textos que habían escrito, en castellano, las actrices (en formación), ya que se trataba de unos textos autobiográficos, que se iban a integrar en la dramaturgia, en diálogo con unas coreografías y unas acciones objetuales. A este alumno de Dirección escénica y Dramaturgia le parecía que él no debía intervenir en el idioma de los textos de las actrices para no condicionar su espontaneidad.

La cuestión aquí es si el dramaturgo director de escena, en este caso concreto, no va a intervenir en otras acciones, tomando las decisiones necesarias para garantizar la coherencia dramatúrgica, por ejemplo, intervenir en las acciones coreográficas o en las acciones objetuales. Si interviene ahí, entonces por qué no va a intervenir en las acciones verbales y en su dimensión idiomática. Velahí la anomalía que delata esa disfunción y ese conflicto lingüístico que padecemos en Galicia.

 

La espontaneidad, lo que me sale de dentro, suele ser la causa de que muchas actrices y actores, que hablan castellano, sin detenerse en más consideraciones culturales e ideológicas que el motivo de la espontaneidad y de la sinceridad, actúen desde el “ego”, desde el “yo”, desde la identidad individual, sin reparar en el nosotras/os.  Ahí se esfuma la conciencia de comunidad diferente, con elementos substantivos y distintos, como es la lengua gallega.

Generalizando, se trata de actrices y actores a los que, desde su más tierna infancia, su familia les ha hablado en castellano, pese a estar en un contexto lingüístico profundamente impregnado por una prosodia y un acento gallegos.

Esas actrices y actores, para subir al escenario y profesionalizarse, han tenido que cambiar hábitos posturales (corporales), han necesitado hacer consciente su manera de caminar y de moverse, su manera de emitir la voz, han necesitado cobrar conciencia de la colocación de su columna vertebral, han necesitado una conciencia de su proyección vocal, etc. Todos aquellos hábitos adquiridos desde su más tierna infancia, que operaban de manera inconsciente, produciéndose desde la espontaneidad, como actos reflejos, han tenido que ser analizados, evaluados y cambiados. Las actrices y actores, en general, han tenido que re-educar e intervenir sobre sus hábitos posturales (corporales) y vocales. Por tanto, han tenido que hacer cambios en aquello que conforma la personalidad (identidad). El único tabú, el único ámbito que no han querido tocar, es la lengua. ¿Por qué? Porque la lengua duele. ¡El dolor de lengua!

No obstante, aún puede haber muchas otras razones. Algunas hipótesis factibles: El entorno sigue siendo sumamente adverso a la normalización lingüística en gallego. Como ya he anotado, una mayoría de gallegas/os se han dejado arrastrar por la inercia de la sociedad global de consumo, que privilegia lenguas asociadas al poder económico y a las modas, principalmente, en este caso, el castellano y el inglés norteamericano. En los gimnasios, en los bares y discotecas de moda, en la mayoría de los canales televisivos, en toda la prensa diaria de Galicia, en las visitas al médico, en los asuntos judiciales, en la mayoría de las facultades universitarias de Galicia… En todos estos ámbitos, muchos de ellos de importancia legitimadora y prestigiadora, la lengua gallega está totalmente marginada, minorizada o directamente desaparecida.

Este entorno, obviamente, no favorece, en absoluto, que esas actrices y actores, que cambian sus espontaneidades posturales (corporales) y vocales, hagan también un cambio en su espontaneidad lingüística para adoptar la lengua propia y distintiva del ecosistema cultural gallego.

Evidentemente, todo esto viene orquestado, subrepticiamente, desde hace muchísimos años, por un afán centralista españolista, que ha buscado limar las diferencias y homogeneizar España.

Cuarenta años de Dictadura, reciente aún, han influido mucho en los cuarenta años de democracia y monarquía constitucional. Quienes construyeron esta democracia actual, los artífices de la Transición Española, recibieron una educación franquista y, pese a sus buenas intenciones, no creo yo que se hayan librado totalmente de la herencia y de la influencia de su educación. El mayor nacionalismo en España siempre ha sido el español.

Pero volviendo a la “verdad”, a la “sinceridad” y a la “espontaneidad”, consideradas como valores sólidos e inmutables, para la/el artista, deberíamos pararnos a reflexionar sobre la persona y la personalidad como constructos en los que influyen muchos parámetros que nos rodean y contagian.

El quid de la cuestión es distinguir cuáles de esos parámetros, que configuran nuestra personalidad, pueden pasar a formar parte de la obra de arte que estamos realizando en la escena y de su sentido y coherencia dramatúrgica. Para eso hace falta conciencia, control, adestramiento y, en sentido positivo, malicia. Solo desde ahí podemos acercarnos a algo próximo a lo sublime y eliminar el dolor de lengua que produce la chapuza y los trazos gruesos.

 

 

VERSIÓN ORIGINAL

 

Muchas actrices y actores en Galicia, en su vida cotidiana, se expresan y se relacionan utilizando el castellano. Después, cuando suben a escena o actúan delante de una cámara y lo hacen en lengua gallega, en muchas ocasiones, suena un gallego ortopédico, poco enraizado con el paisaje. Un gallego que no es autóctono como el pulpo “á feira”, o las patatas de Verín, o el goloso vino godello do Rosal (Pontevedra). En sus bocas un gallego de invernadero o de piscifactoría, alimentado por el pienso académico, pero con poco sabor, y poco estimulante en lo sensorial de la lengua. Porque la lengua también tiene cuerpo y sabor, como un buen vino, y para obtener ese caldo hace falta un práctica constante y un cierto amor.

 

Para acabar este artículo me gustaría abordar otro problema que sufren las compañías teatrales gallegas, también, que yo sepa, las catalanas, cuando salen fuera de Galicia, o de Catalunya, en el caso de las compañías catalanas, y se ven obligadas a traducir los textos de sus espectáculos al castellano y gastar más dinero en ensayar la versión española de sus obras originales.

Claro, me estoy refiriendo a las compañías que presentan piezas en las que la acción verbal centraliza el sentido de sus espectáculos.

Puedo entender que por cuestiones de no perder la posibilidad de una función fuera de Galicia, con lo difícil que está conseguir funciones, una compañía opte por traducir y re-ensayar su espectáculo en versión castellana. Puedo entender que, por las tendencias generales ya apuntadas, una compañía que presenta a un programador o programadora de un teatro privado de fuera de Galicia su espectáculo, lo haga con toda la documentación en castellano y con la oferta de la versión castellana. Sin embargo, no puedo aceptar que esto también tenga que pasar cuando se trata de un teatro oficial, de titularidad pública y sin ir a taquilla. Se supone que el gallego es una lengua oficial en el Estado español, por tanto los teatros de titularidad pública de todo el Estado deberían fomentar esa riqueza de mostrar espectáculos en gallego a otros públicos no gallegos, aunque para ello tuviesen que subtitularlo en castellano para facilitar la comprensión. Cuando algún teatro de titularidad pública, en el Estado español, programa un espectáculo de una compañía inglesa, alemana o francesa, por poner un ejemplo, subtitulan en castellano. ¿Qué acontece con los espectáculos en gallego? ¿Es necesario tener un Estado propio para legitimar el uso social de una lengua?

Una solución que implicaría un respeto por las lenguas cooficiales del Estado, como el gallego, el euskera y el catalán, sería que en todas las escuelas del Estado hubiese alguna asignatura en la que se enseñasen, aunque no fuese para hablarlas a la perfección, al menos para facilitar su comprensión y para que cualquier español/a tuviese un acceso directo a esas lenguas cooficiales. Entonces ese problema de gastar tiempo, esfuerzo y dinero en hacer versiones en castellano por parte de las compañías gallegas ya desaparecería, y también lo que pueda costar subtitular los espectáculos, al mismo tiempo que se generaría una España un poco más culta, abierta a la multiculturalidad.

Recientemente, una joven y brillante compañía teatral, que nació en la ESAD de Galicia, fue elegida para participar en el Festival Chantiers d’Europe 2017, que organiza el Théâtre de la Ville de París. Un hito histórico para el teatro gallego. Me refiero a la compañía IlMaquinario Teatro y a su última creación, titulada Resaca, con dramaturgia de Ana Carreira Varela y Tito Asorey, dirección escénica de este último, y actuación y creación colaborativa de Melania Cruz, Fernando González, Fran Lareu, Laura Míguez y Vadim Yukhnevich.

En este Festival de la diversidad europea, paradójicamente, Resaca, de Il Maquinario Teatro de Ourense, ha acudido con una traducción en castellano, representando a España, y subtitulada en francés.

IlMaquinario Teatro se caracteriza, sin embargo, por la utilización cuidada de la lengua gallega en sus dos trabajos anteriores, ambos de reconocido éxito y nivel artístico y, en este caso, en Resaca, según exponen en su página web, siguen apostando por un teatro con raíces en la realidad y en la tierra, tanto por el recurso a material documental, como por la búsqueda de una teatralidad que hibrida lo poético con la narración oral y la música en directo. En su dossier del espectáculo, además, aparece la pregunta: “¿De qué manera nos puede salvar la memoria del vértigo de un mundo de ritmos cambiantes e imparables?”

Todo esto nos hace pensar en la importancia de esa otra música y de ese depósito de la memoria que son las palabras, los giros fraseológicos y la prosodia de una lengua propia. Todo esto me hace pensar en la importancia de las versiones originales.

Todo esto también me hace pensar en ese debate pendiente, que va más allá de las perentorias necesidades económicas y de subsistencia, para centrarse en las cuestiones artísticas y culturales, cívicas e ideológicas, en sus perspectivas derivadas de las propias formas estéticas. Ese debate que ponga sobre la mesa por qué las lenguas sin un Estado propio son lenguas de segunda categoría, a juzgar por estas prácticas claramente discriminatorias en la programación, tanto de los teatros privados como en los de titularidad pública de Europa y del Estado español.

Quizás un día aparcaremos los condicionantes económicos, los miedos derivados, las susceptibilidades y las emociones negativas que nos coartan, para poder abordar, en profundidad, todas las capas artísticas con las que se enriquece y cobra sentido una dramaturgia y un espectáculo escénico.

 

Afonso Becerra de Becerreá.

 

P.S.1. – Sobre el conflicto lingüístico también puede leerse, en esta misma sección de Artezblai, el artículo titulado “Fronteras mentales versus ecosistemas culturales”.

 

P.S.2. – Para celebrar el Día das Letras Galegas añado un anexo al artículo, un fragmento del texto titulado “O TEATRO GALEGO ACTUAL”, escrito por Ricardo Carvalho Calero y datado en 1977. Se trata de un fragmento del inicio, subtitulado “Bilingüismo”:

 

 “Sempre que se trate de literatura galega moderna, tem de estar presente no ánimo do estudioso o feito de que o idioma galego nom foi o único veículo lingüístico da cultura do país. O galego foi a língua oral e escrita dos galegos durante a Idade Média, mas a partir do Renacimento, e até o Romantismo, a língua escrita dos galegos foi o castelhano. A partir do Romantismo hai um ressurgimento do galego como língua escrita, mas este ressurgimento nom elimina o uso do castelhano, que nom só coexiste com o galego até o dia de hoje, senom que opera com evidente vantage sobre a língua autóctone, nom só porque goza da proteçom oficial, mas tamém porque, apoiado numha longa e extensa tradiçom literária, é um instrumento de expressom cultural mais perfeito e mais cómodo, mais coerente e mais prestigioso, que o novo galego literário, desvinculado da ignorada tradiçom medieval e constrangido a constituir-se sobre a deteriorada situaçom dialectal da língua falada. Esta, depois da renovaçom da nobreza galega no século XIV, e da renovaçom da burguesia no século XVIII e princípios do XIX, nom era tampouco ja só o galego, porque as importantes minorias forasteiras implantadas no país, em contacto constante com as autoridades, falavam a língua destas, como integradas na superestrutura sócio-política dominante. Estas classes dirigentes, e a sua clientela, monolingues castelhanas ou debilmente bilíngües, sempre tivérom o castelhano como língua própria e natal, e a sua literatura foi a literatura castelhana. Os seus autores dramáticos fôrom Manuel Linares Rivas, Ramón del Valle-Inclán, Adolfo Torrado Estrada, para citar três galegos que em diferentes épocas e por diversos motivos desfrutárom ou desfrutam de ancha fama ou sólido crédito. Ao lado, naturalmente, das figuras estelares nom nacidas em Galiza que seria fácil enumerar.

Todo isto deve ter-se mui em conta para estimar adequadamente calquer informaçom sobre a literatura galega, Esta, se a entendemos como a literatura em língua galega, nom é umha literatura cabal, no sentido de que a demanda literária dos galegos só em mui pequena proporçom está satisfeita por aquela literatura. Castelhano e galego compitem para atender aquela demanda, porque umha considerável proporçom da populaçom de Galiza é de cultura castelhana. Oficialmente, é esta desde o Renacimento a cultura reinante. Ao seu lado só existiu durante muito tempo umha cultura folclórica galega. Os intentos modernos de criar umha literatura galega culta que cobrisse todo o campo de consumo em Galiza, nom tivérom um êxito completo, nem poderiam tê-lo, polas razons indicadas.”  (Escritos sobre teatro de Ricardo Carvalho Calero. Edición de Laura Tato Fontaíña. Biblioteca-Arquivo Teatral Francisco Pillado Mayor. Universidade da Coruña. 2000)

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