Escritorios y escenarios

La tragedia

La situación social en Colombia es una completa tragedia. Ha pasado un mes desde que empezó el paro y nada se resuelve, por el contrario, empeora. Aunque… referirme a ella como tragedia no es adecuado porque el héroe trágico, ese protagonista idealizado que pertenece a la casta y familia de los nobles, pasa de la fortuna a la desdicha, al intentar burlar el destino que le han designado los Dioses. En cambio los protagonistas de este paro, del estallido social, son las comunidades, así, en plural. Y llevan tanto tiempo viviendo en el infortunio que no conocen otra realidad, por lo que no solo no pueden caer trágicamente, sino que les ha sido imposible levantarse alguna vez. 

 

A los que creen en el destino en pleno siglo XXI, les pregunto ¿quién ha determinado que los sectores populares tengan que vivir en la completa miseria? ¿Qué falta han cometido para ser castigados de semejante manera? ¿Quién es el escritor, el responsable, de esta atroz historia? 

Cuando hablo sobre la tragedia (uno de los géneros teatrales), suelo cuestionar la idea del destino porque supone que las personas no tenemos libre albedrío, es decir, que no tenemos libertad, valga la redundancia. Ninguna de nuestras acciones puede transformar el rumbo de los hechos hacia el fatídico desenlace, nadie puede cambiar lo que ha sido designado para cada uno de nosotros. 

Y si así son las cosas ¿para qué educamos los educadores? ¿Para qué creamos los artistas? ¿Para qué trabajan los líderes sociales, si nada se puede cambiar? ¿Si el destino es ineluctable para qué hacer algo si todos los caminos conducen a Roma? Qué desgaste. 

En mi humilde opinión, lo aterrador y siniestro es descubrir que no hay una fuerza sobrenatural detrás de la opresión, no es un asunto de Dioses o del universo, sino de otros seres humanos desbordados por la desmesura. Una minoría (que no es superior moralmente como el héroe trágico), decreta la inmundicia, la peste en la que deben vivir los demás, porque son incapaces de verlos, de vernos, como sus iguales. 

La educación y el arte son fuerzas transgresoras, están ahí para recordarnos la maleabilidad del mundo, de la vida y, sobre todo, que no somos títeres ni juguetes del destino. Y esa sería una de las causas por las que el sistema que nos gobierna tiene la determinación de destruirlas, sofocarlas, sabotearlas y hasta corromperlas.  

El dolor que me carcome sería más soportable si pudiera creer que una fuerza superior, un Dios, el universo, eligió, decidió que teníamos que pasar por la desigualdad social, la explotación y la violencia. Sería soportable porque en ella recaería la responsabilidad. Sin embargo, no dejo de pensar que la responsabilidad ha sido nuestra. Eso es lo verdaderamente trágico. 

Domingo 30 de mayo de 2021

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