Críticas de espectáculos

La vida es sueño/Calderón de la Barca/Carles Alfaro

La sinfonía calderoniana convertida en un cuarteto virtuoso.

alfarovida¿La vida es sueño o pesadilla? Las múltiples preguntas sobre la vida, la realidad y la apariencia, la justicia, la libertad (¿quién es dueño de su destino?), la libertad individual y la necesidad social, la razón de Estado, que surgen en La vida es sueño quedan sin respuesta. En su puesta en escena Carles Alfaro enfoca la quintaescencia de la obra calderoniana, su núcleo conflictivo, confiriéndole una dimensión filosófica, existencial.

Su visión escénica, metafórica, muy potente y poética, de La vida es sueño, interpretada por un cuarteto de actores virtuosos, tiene algo de la tragedia griega donde el individuo se enfrenta con el orden y los prejuicios de carácter divino o mejor dicho el destino, y con el poder establecido.

¿Se puede decidir al libre albedrío el camino? Las ansias de libertad, la contraposición entre el deseo, la ambición y la razón, las normas que rigen la vida en sociedad, ¿cómo el individuo oprimido por la injusticia, frustrado, se convierte en justiciero o más bien en un monstruo? Estos son los dilemas filosóficos en los que Carles Alfaro pone sitúa el centro de su adaptación de La vida es sueño de Calderón, centrada en un ecosistema conflictivo que forman 4 personajes inter-dependientes: Basilio, Clotaldo, Segismundo y Rosaura. Sus destinos, sus relaciones, sus tragedias personales se cruzan y determinan sus actuaciones.

Fuera de todo psicologismo Carles Alfaro va a las raíces de las reacciones de los personajes sumergiéndonos en la esfera de las pulsiones, deseos, angustias, instintos y odios violentos que les dominan.

Un ecosistema conflictivo, emblemático de la realidad social de cualquier época.

En su dramaturgia escénica Alfaro destaca con nitidez a la vez, la atemporalidad del núcleo conflictivo y la naturaleza efímera y relativa de la realidad y la identidad social de los personajes.

Así en un admirable juego de cambios de óptica el sueño se confunde con la realidad, los contrarios cambian de significado: la prisión se convierte en palacio, el preso en príncipe, el observado en observador, el salvaje en hombre bien educado, los gobernantes y carceleros en sujetos, la supuesta ciencia en superstición y por fin la joven Rosaura disfrazada de hombre recupera su apariencia de mujer y su verdadera identidad.

Alfaro vertebra su lectura de la obra, absolutamente fiel al texto original, en el paralelismo que se da por una parte entre los 2 padres, Basilio y Clotaldo, uno habiendo encerrado por superstición a su hijo en una celda y el otro al abandonar a su mujer y a su hija, y por otra parte el paralelismo existente entre los 2 hijos, Segismundo y Rosaura, estigmatizados y abandonados desde su nacimiento, que hacen un viaje iniciático en búsqueda de su identidad.

El conflicto político, la revuelta del pueblo contra la tiranía y la injusticia, se encarnan en Segismundo y Rosaura que revindican sus derechos y la justicia.

El espacio escénico despojado, esencial, atemporal, es una metáfora del mundo como cárcel. Una celda, un gran cubo, transparente, sin muros, con 4 palos metálicos donde Segismundo permanece aislado del mundo. Es un aislamiento a la vez físico y afectivo.

Al fondo del escenario una trampilla.

Esta celda se convierte en palacio (cárcel también, pero dorada) sugerido simplemente con una tela roj) como sábana de la cama.

Alfaro recurre en su escenografía a elementos y colores simbólicos que tienen una gran potencia evocadora.

Los vestuarios también atemporales, caracterizan a los personajes. Basilio con una larga túnica roja, Clotaldo, un largo abrigo negro. Segismundo, como preso lleva taparrabos y como príncipe chaqueta roja y pantalón cortó ahuecado. Rosaura de hombre con pantalón y chaqueta larga y de mujer con un vestido largo oscuro. La espada de Rosaura se sustituye por una daga.

El espectáculo empieza con un breve prólogo de Basilio enunciando algunos datos del pasado: su pasión por la ciencia de los astros, la predicción del astrologo del nefasto futuro de su hijo, el encarcelamiento de Segismundo.

Carles Alfaro traza en el espacio una topografía de las relaciones entre los personajes, escudriñando, como un entomólogo, sus movimientos, y las distancias físicas y afectivas, que evolucionan entre ellos.

También los actores destacan la complejidad de sus personajes. Así Alejandro Saà, un joven actor gallego, está brillantísimo como Segismundo, dibujando con sutileza su personaje nacido preso y recibiendo toda la formación de un príncipe, encadenado, aislado y frustrado por no poder actuar, angustiado, puede llegar a convertirse en un hombre violento, un monstruo.

Rebeca Valls despliega una amplia gama de emociones, creando una Rosaura luchadora, sensible e impetuosa. Una justiciera encerrada en su lucha por la justicia, una mujer que nace doblemente estigmatizada por no conocer a su padre y por ser mujer en un mundo de hombres. Vicente Fuentes, interpretando a Basilio, llena de matices su personaje, destacando su sentimiento de culpa y sus dudas.

Enric Benavent encarna admirablemente la complejidad, la ambigüedad y la humanidad de Clotaldo que acumula los problemas de los otros y además los suyos propios.

Carles Alfaro proporciona en su ejemplar espectáculo una visión contundente, contemporánea y universal de la obra de Calderón alejándola de los tópicos y lecturas reductoras.

Es una gran lección de teatro.

Irène Sadowska

La vida es sueño de Calderón de la Barca – adaptación y dramaturgia Carles Alfaro y Eva Alarte – escenografía Carles Alfaro y Felype de Lima – vestuario Felype de Lima – iluminacion Carles Alfaro – musica original y espacio sonoro Joan Cervero – Reparto: Vicente Fuentes – Basilio, Alejandro Saa – Sigismundo, Enric Benavent – Clotaldo, Rebeca Valls – Rosaura Coproduccion de Moma Teatre, Teatros del Canal, Diputacion de Valencia.Del 19 de abril al 14 de mayo 2017

Teatros del Canal, Madrid

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