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Las escénicas y el confinamiento

Pese a todo, si podemos, a poco que podamos, celebremos la vida. Pese a todo, si podemos, a poco que podamos, intentemos pensar en lo que nos gusta, hacer lo que nos gusta, ser libres dentro del confinamiento. A poco que podamos, démosle la vuelta a lo fastidiado, animémonos.

 

No renunciemos a hablar de lo que nos gusta, aunque el encierro y la distancia social impidan el objeto que nos fascina.

No renunciemos a reivindicar y situar las artes y su cobijo en el centro del discurso, aunque sea en tiempos de pandemia y aislamiento.

No renunciemos a los sueños, pero tampoco a la intensidad de este momento presente y a la clarividencia que nos pueda reportar si le atendemos.

Una amiga, después de leer mi último artículo aquí en Artezblai, titulado “El orden de prioridades y las titiriteras en estado de alarma” (30/03/2020), me decía que no solo se meten con los titiriteros y me enviaba un Whatsapp con un cartel ilustrado con la figura de un hombre con sombrero de paja, que sostiene una caja de madera llena de frutas y verduras, con el texto: “Hoy sabemos que podemos existir sin futbolistas… Pero no sin agricultores”. Esta amiga concluía: “Lo mejor, creo yo, es dejar de meterse con los colectivos y de generar polémicas estériles”. Y yo coincido, el respeto a todos los colectivos sociales es básico. Pero, como estamos viendo, ese respeto no siempre se da y hay colectivos secularmente marginalizados y precarizados, no es el caso de los futbolistas, pero sí del colectivo de las artes escénicas.

En situaciones como esta, de confinamiento obligado por una pandemia de dimensiones globales, la democracia, de existir, debiera notarse especialmente no solo en el acceso igualitario a la sanidad, a la salud, a la vivienda y a la alimentación, sino también en otros derechos que fundamentan lo humano, como es la cultura y sus diferentes expresiones artísticas.

Otro tema que he tocado en estas semanas sin teatro, sin danza, sin circo, sin ópera… sin artes vivas, ha sido el del apresuramiento por ofrecer sucedáneos virtuales, con retransmisiones en directo por internet o vídeos de espectáculos. Una especie de ansiedad y urgencia por llenar el tiempo de las personas confinadas con mil y un entretenimientos ofrecidos de manera gratuita. Sobre esto ya he reflexionado, con mayor o menor acierto, en los artículos titulados “Pausa en tiempo de alarma” (15/03/2020) y “Danza, teatro, literatura… y yoes tras las pantallas” (23/03/2020).

A nadie se le escapa que el lenguaje audiovisual no es el mismo que el lenguaje teatral. La palabra “lenguaje” no es la más adecuada, pero, como metáfora, puede servir para entendernos. Es muy difícil que un vídeo le haga justicia a un espectáculo de teatro, de danza, de circo o de ópera. Es muy difícil que un video tenga la eficacia de un espectáculo de artes vivas. No solo es muy difícil sino imposible, por tanto, entre el público no especializado, el efecto incluso podría resultar contraproducente y disuasivo. Otra cosa distinta es que la gente, en general, decida ponerse a ver los vídeos de espectáculos que ofrecen online compañías y teatros, cosa que dudo. Sin embargo, la profesión y el público especializado y más forofo, seguramente, los agradecerán.

El director de Artezblai, Carlos Gil, lo describía con una precisión contundente, en unas pocas líneas en sus redes sociales, el 27 de marzo, Día Mundial del Teatro: “En este Día suelo entrar en un bucle y hoy solamente me da por suplicar: si amáis el Teatro, preparaos para hacer un Teatro mejor, cuando podamos hacer Teatro. Comprendo que tengáis necesidad de ver obras grabadas, de hacer cosas nuevas, pero llamadlo por su nombre, por favor. Teatro es Teatro, en convivencia entre oficiantes y espectadores. Lo otro es otra cosa. ¡Viva el Teatro!”.

El dramaturgo y director de Artistas Unidos (Lisboa), Jorge Silva Melo, también publicaba, el 1 de abril, en sus redes sociales, unas frases muy elocuentes relacionadas con este tema (traduzco del portugués): “Varias personas nos preguntan por qué no colocamos online algunos de nuestros espectáculos. Pues bien, hay una respuesta sencilla: al trabajar, sobre todo, con textos que no son nuestros, no disponemos de los derechos de autor para hacerlo…. También, exceptuando algunos casos muy contados, creo que la grabación de teatro es muy perjudicial y nosotros nunca nos hemos dedicado a eso. […]”.

Sin embargo, al margen de todas las grabaciones de espectáculos que muchas compañías y teatros están ofreciendo, de manera gratuita, para amenizar el encierro, han surgido otras propuestas que exploran lo artístico desde otros ángulos, sin intentar suplantar o conformarse con el documento audiovisual de un espectáculo de artes vivas.

Estoy pensando, por ejemplo, en las heterodoxas propuestas de la dramaturga Patrícia Portela, nueva directora del Teatro Viriato de Viseu (Portugal). Bajo el lema “Se a montanha não puder vir ao teatro, o teatro deslocar-se-á à montanha”, entre la programación para estos días, destaca el “Consultorio turístico. Viaje allá fuera, aquí dentro”, actrices y actores atienden al teléfono a espectadoras y espectadores, durante 15 minutos, para un viaje a diferentes países reales e imaginados, al fin y al cabo, a diferentes relatos poéticos.

Otro ejemplo, es el proyecto puesto en marcha por el coreógrafo gallego Matías Daporta y su colega Ángela Millano, a raíz de la cancelación de “Me gustas pixelad_”, la tercera edición del festival de artes vivas de la Casa Encendida (Madrid), comisariado por Matías Daporta, que iba a transcurrir los días 13 y 14 de marzo del año de la pandemia. Es entonces cuando Daporta y Millano deciden abrir un canal en Youtube, que se llama “Ambigú”, en el que publican pequeños reportajes sobre espectáculos que estaban programados y, finalmente, no se han podido presentar. En el primero, publicado el 23 de marzo, comparten sus reflexiones después de ver el vídeo de The automated sniper, una performance de Julian Hetzel “sobre la paradoja de la guerra y la distancia de combate a través de los drones”, convirtiendo al público en jugadores de un videojuego. Matías y Ángela nos cuentan, de manera muy amena y próxima, su recepción de lo que han percibido y nos ofrecen fragmentos de la performance grabada, así como declaraciones de su creador.

En el segundo, publicado el 31 de marzo, nos aproximan a La plaza de El Conde de Torrefiel, que iba a presentarse en los Teatros del Canal de Madrid los días 19, 20 y 21 de marzo. Una pieza que “reflexiona sobre la relación entre el teatro y la plaza” y sobre la cual, Ángela y Matías, nos ofrecen un análisis de algunas de las claves de la dramaturgia y la recepción, insiriendo fragmentos grabados de la pieza, imágenes explicativas respecto a algunos conceptos de la iluminación y las figuras y un audio en el que una de las directoras de la pieza, Tanya Beyeler, responde a las preguntas que le hacen.

Esta propuesta de reportajes breves, de entorno a 10 minutos, es una evolución, según me cuenta Matías, de otro proyecto que podéis encontrar en Instagram con el nombre: “stepsistering” (Hermanastrando), que responde a una búsqueda sobre cómo introducir las escénicas en las formas de comunicación online.

Otra iniciativa, que promociona las artes escénicas de manera atractiva, es la que ha emprendido en sus redes sociales Pista Catro Produtora de Soños, la nave nodriza del nuevo circo que se hace desde Galicia para el mundo. Están colgando los “teaser” o “tráiler” de sus espectáculos. Vídeos de corta duración, diseñados con la llamativa estética de videoclip. Ringo Rango (2008), Impreuna (2013), Desperta! (2014), Alma (non é hippie) (2019), son los que están disponibles hasta ahora en su página de Facebook, una combinación prodigiosa de clown, danza, acrobacia, aéreos, malabares, teatro, etc. servidos, así, en comprimidos audiovisuales.

En resumen, no renunciemos, durante el aislamiento frente a la pandemia del coronavirus Covid19, a la soledad o a la compañía, quien pase este encierro acompañado. A sabiendas de que no hay soledad en compañía de un buen libro que nos conecte y nos haga crecer, con un buen film, o con algunas propuestas que no sean sucedáneos o productos secundarios de una obra. Si podemos, vayamos directamente a la fuente, a la obra. Sobre todo a esas obras que nos dejan espacio para ser copartícipes y cocreadoras/es. Esas obras, las de arte, que no nos anestesian sino que nos despiertan y nos activan. Obras que nos revitalicen y nos conecten con nosotras/os mismas/os. Esas que son alimento nutritivo para el ser y el estar. Más aún en estas circunstancias de restricciones y crisis. Alimentación artística de primer nivel para el ser y el estar aquí y ahora.

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