Críticas de espectáculos

Las mujeres y el mar/Yannis Titsos

Las mujeres y el mar.
Cuando la poesía piensa llevarse a escena, es necesario atropar elementos muy sólidos que desentrañen códigos conectores con sensaciones que el público suele soterrar, mayormente debido al embate cotidiano de la realidad.
Es preciso, además, que sean fieles vasos comunicantes vertiendo el poder del texto, a la vez que instrumentos bien afinados, al servicio de la estética. Un desafío destinado a ser acometido con incuestionable claridad de conceptos, tras un exhaustivo trabajo de mesa.
De ahí en adelante, el resultado exitoso penderá de la maestría ganada, sólo después de una larga carrera profesional de quien se arriesga en una empresa como esta. Más aún si como es el caso, el director, un hombre, decide explorar los universos interiores de la mujer.
¿Cómo encarar un reto de tal naturaleza?
¿Cómo transmitir la estética total y contundencia sonora del cuerpo femenino?
Con la puesta en escena de Las mujeres y el mar, del poeta y político griego Yannis Ritsos, estrenada el pasado día 2 de noviembre, en el Teatro Arniches de Alicante, Antonio González, la espléndida actriz uruguaya de origen libanés, Dahd Sfeir, y la Compañía Teatral, La Carátula, nos han convidado a navegar por nuestros propios universos íntimos, presentándonos la evocativa acuarela mediterránea donde un dúctil corifeo de cinco mujeres y una niña, multiplican cuerpos y voces, y arborecen como siluetas, ecos y recuerdos, olores y salivaciones, sudores y texturas, sombras y fantasmas de las mujeres de cada travesía y de todo naufragio en nuestra historia. Tormentas y arrecifes, del mar particular de nuestras vidas.
Sinvergüenzas, gandules, canallas,
borrachos, insumisos, jactanciosos,
no querían escuchar nada – ¡Testarudos!
han quebrado contra las rocas sus duras cabezas,
jamás querían ceder – ¡Orgullosos atrevidos!
se han ido – hemos olvidado.
La poesía en escena no necesita ser comprendida, es como la música, tan sólo hace falta vivir en la realidad que nos rodea y abandonarla.
O como dijo García Lorca: La poesía no quiere adeptos, quiere amantes…
Amantes omnívoros, cómplices. De esos provistos de huesos aligerados, porque de vez en cuando es bueno regalarse una pausa y un billete en la taquilla. Una respiración profunda, orgánica, y el dolor del día. Una butaca y la duermevela de sueños que ya vivimos, en algún lugar, en algún momento…
Pues marinos somos,
surcando las horas y el calendario
de mujeres que nos dejaron
continuar hacia la vida,
mujeres del mar,
sirenas,
compañeras también
de nuestra muerte.
Luego entonces, cualquier crónica explicará, ociosamente, el fruto de una presencia y el sabor dejado por una función que fluye, mucho más, por la dictadura de los territorios oníricos, reconocibles como información en el subconsciente y no en un teatro, acaso dentro de alguno de nuestros escenarios, cuerpo adentro.
Esos que al despertar nos han impuesto un estado feliz en el cuerpo y un mar de dudas inexplicables y por tanto intransmisibles. Pues finalmente, es muy complicado llegar hasta la poesía, porque es lo más simple.
Ni las estrellas, ni los navíos – se han ensombrecido;
Ni la luna – se ha oscurecido;
Solamente le decíamos adiós al mundo…
José J. Vásquez
Dramaturgo y escritor mexicano.
NIE: X7310519-S

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