Negro & negro

Legitimidad, responsabilidad y resentimiento

Todavía padeciendo la resaca teatral del Festival internacional de Teatro de Manizales me paro un poco a reflexionar sobre ese ‘público’ fiel que inunda las salas, aun coincidiendo con partido de la selección, verdadera religión en Colombia. Un público masivo y siempre a favor de obra. Responden al mínimo guiño realizado desde el escenario, a matices de cualquier índole o a peticiones de participación en el show si procediera. Ellos cumplen su función a la perfección como si la misma organización hubiera previsto todas sus reacciones. Eso sí, al finalizar tampoco regalan los aplausos. Son paisas, más medidos y recatados en sus expresiones, salvo que consideren la función un hecho excepcional. Mantiene un espíritu crítico. Espíritu que se corrobora cuando puedes platicar de a uno. Porque hay gentes que las puedes ver en casi todas las funciones, porque viven el festival con intensidad desde hace muchos años, porque tienen un concepto del teatro alejado del puro pasatiempo, mantienen un espíritu crítico y son capaces de entusiasmarse con el arte. Son una parte de Colombia donde la cultura ha pegado duro. Y se nota.

Este año, el festival ha tenido un primer eje temático que es transversal a la muestra artística y los eventos académicos, que busca desde la cultura, las artes y en especial desde el teatro, aportar a la construcción de escenarios para el pos-acuerdo en el marco de los diálogos de paz que vive Colombia. En este marco fue emocionante ver «La mirada del otro» de Proyecto 43-2 sobre las conversaciones entre victimarios y víctimas de la ETA promovidas desde la cárcel de Nanclares de la Oca en Álava. Por cierto, espectáculo censurado en un pueblito de Huelva, en la España profunda.

Colombia está en puertas de un referéndum que avale el Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC. Un acuerdo complejo en el que se habla del reconocimiento de «territorios campesinos» autogestionados por los representantes de los campesinos, se reconoce la posibilidad de la participación en política de los miembros de las FARC (igual que en España, caso Otegi, por ejemplo) y se abre un largo camino para el fin real del conflicto y la reubicación de mucha gente en la sociedad. El tema de la producción de droga es otro de los compromisos que se bordan en el acuerdo. Así como, llegar a ponerse de acuerdo quienes se consideran víctimas. Lógicamente hay distintos puntos de vista que tendrán que confluir.

Juan Manuel Santos ha conseguido un hecho histórico que pondrá fin a 50 años de conflicto y lo quiere amarrar y asegurar para el futuro convocando un referéndum popular que lo avale y lo blinde de devenires políticos futuros basándose en la voluntad del pueblo de Colombia.

Referéndum no exento de riesgos. Casualmente dos expresidentes, que se pringaron por la Paz en sus mandatos y que toda su vida política fueron antagonistas, se unen hoy día para defender el NO al Acuerdo de Paz.

Andrés Pastrana, en 1998 fracasó en sus conversaciones con las FARC por sus prejuicios sobre el movimiento. Pastrana pensaba que los seguidores de Tirofijo eran unos pringaos sin ideología y sin ideas y que con unas cuantas promesas los llevaría a su terreno. No planteó nunca ni una hoja de ruta ni un plan serio a negociar. Y fracasó. Llegó con fuerza Álvaro Uribe con el objetivo de triunfar en el terreno dónde más había patinado su antecesor. Llegó a ofrecer la elegibilidad política a las FARC. Tirando de hemeroteca cuando Uribe fue gobernador de Antioquía reclamó el voto por la Paz. Uribe también fracasó.

Uribe y Pastrana se unen por primera vez en el momento histórico de la historia de Colombia. Van a pasar a la historia como peores expresidentes que presidentes. En esto Uribe lo tiene difícil. Recordemos los casos de corrupción generalizada que salpicó a su gobierno, los pinchazos telefónicos ilegales y casos de espionaje a contrarios políticos, la desaparición de antecedentes penales de narcos y paramilitares o los «falsos positivos», mataron gente inocente para colocarlos delante de la sociedad como logros positivos en la lucha contra las FARC. A su favor, su Gobierno dio un duro golpe a las FARC en 2008 en la operación Jaque.

Uribe alega que no se atajará lo que él llama la violencia silenciosa que existe subterránea, o que las víctimas no obtendrán justicia, o que los victimarios gozarán de impunidad. Pastrana habla de golpe de estado constitucional o de que Timochenko llegará a presidente porque se le ha convertido en una figura política.

Penoso que estos dos personajes, que de una u otra manera, pusieron su granito de arena para llegar a esta situación, hoy día se unan en el NO. Recordamos que estos 50 años de conflicto ha afectado a más de 6 millones de colombianos, la mayoría han sido desplazados de sus tierras, más de 90.000 desaparecidos, más de 20.000 secuestrados, más de 55.000 víctimas afectadas por algún tipo de terrorismo, más de 95.000 asesinatos, más de 7.000 niños reclutados como soldados. Podíamos seguir. ¿Es mejor que esto continúe? ¿Es mejor seguir igual? ¿Las víctimas son unilaterales? ¿El Estado Colombiano o los grandes terratenientes no utilizaron también la violencia ilegítimamente? ¿No existen los matices en la realidad del conflicto? Sin justificar ni una sola muerte, ni un solo abuso decir SI a la Paz de construir con esfuerzo y tesón (no será fácil) una nueva Colombia, la Colombia de la prosperidad.

Tres palabras: legitimidad, responsabilidad y resentimiento de estos dos señores.

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