Cinismo Teatral

Lo inusual

Es inusual encontrarse con lo que muchos de nosotros nos encontramos este pasado lunes, 21 de noviembre, cuando Alberto Garzón compartía sus reflexiones y preguntas dirigidas al Gobierno sobre, como él titulaba, «las deprimentes condiciones laborales en el teatro»: https://www.facebook.com/notes/alberto-garz%C3%B3n-espinosa/las-deprimentes-condiciones-laborales-en-el-teatro/1241994872559949

Es inusual porque escuchar o leer la palabra «teatro» en un político español suele ser, sencillamente, un intento (casi siempre vacío y barato) de descalificar al adversario; si me apuras, es inusual hasta incluso escuchar a un político hablar de cultura entre sus propuestas o programas. Bajo mi punto de vista, no se puede concebir un proyecto político global sin tenerla en cuenta: leo a muchos opinantes arguyendo que el Partido Popular desprecia al teatro y la cultura en general; pero no se engañen, pues su enterramiento del medio responde a unas razones muy concretas: la cultura es un aspecto incómodo, tradicionalmente crítico, que desborrega a la masa y resulta conflictivo para sus intereses. Y es que la cultura, y por ende el teatro, si bien deben mantener su independencia e inconformismo, son armas. Pero, sobre todo, y esto es lo que verdaderamente importa, son aquello que conforman la idiosincrasia del país; empieza bien Garzón citando a Lorca: «Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo».

Así, y acabando con la digresión, a la par que inaudito, resulta motivo de agradecimiento para aquellos que sobreviven o naufragan en el sector que el líder de Izquierda Unida se detenga a cavilar sobre el asunto, sacando punta a los temas que verdaderamente interesan. Nos encontramos en un momento importante: el PP, dado su acuerdo con Ciudadanos, debe bajar el IVA cultural al 10% para los espectáculos en directo (el cine queda, al parecer, fuera del acuerdo, que de ahí sí se puede exprimir más dinero aún); ya veremos cómo acaba eso. Pero es que el IVA no es más que la punta de lanza, lo que vemos del iceberg, aunque siempre se insista solo en ello: el 91,83% de los actores no viven de su oficio; solo el 23,2% de los españoles afirma haber asistido al teatro en todo el año (y yo, la verdad, bajaría más el porcentaje, que ya sabemos todos que los españoles somos dados a mentir en las encuestas); la misma encuesta arroja que la asistencia al teatro de personas sin titulación o con titulación básica es prácticamente inexistente (en esto, claramente, hemos ido hacia atrás… y si no, ¡que lo digan a La Barraca de Lorca!).

Me parece importante que se ponga sobre la mesa la (infra)situación de los actores españoles, la inexistencia de un plan estratégico para fomentar la asistencia al teatro, su ampliación hacia otras capas populares y la mejora de las condiciones laborales, la constancia de que se están cerrando las puertas a la generación venidera y, por supuesto, también a la actual. Que se ponga el teatro sobre la mesa, al fin y al cabo, aunque quede en agua de borrajas; y, sobre todo, que se proponga, que se construya además de destruir: porque para destruir, ya tenemos un eficiente equipo al mando. Pondría yo también sobre la mesa, como reflexión para los mismos integrantes del sector: ¿Ha perdido el teatro, salvo en ciertos destellos, su capacidad de comunicar? ¿Verdaderamente, y si de forma bucólica, se solucionaran los problemas apuntados del sector (nada menos que sus mismos cimientos) se superaría esta recesión eterna o deberíamos, quizá, mirar mucho más allá? Mirar hacia una crisis intrínseca del concepto teatral, de aquello que lo integra, de su esencia. Sigamos proponiendo y aportando.

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