Sangrado semanal

Maestras negras

Oigo por primera vez esta expresión en labios de una psicoterapeuta. Me fascina. Me refiero a la expresión, no a la psicoterapeuta… La maestra negra o el maestro negro…y me pregunto ¿qué querrá decir con ello? Desde el maniqueísmo más puro donde lo negro es profundamente negro y lo blanco es inmaculado, donde el malo es malo malísimo y el bueno, bueno buenísimo, deduzco que un maestro negro es aquel con el que aprendes a hostias*.

Existen diversas formas de aprendizaje de una disciplina. Pero siguiendo la línea dicotómica, podemos decir que hay dos: Una en la que se anima al alumno a seguir creciendo, acompañándolo con rigor y dulzura y otra en la que se machaca al interesado por deporte, no vaya a ser que si se le adula, se duerma en los laureles. En el ballet clásico, por ejemplo, se lleva mucho eso de meter caña a la aprendiz. Machacan el alma al igual que la bailarina machaca sus pies. Raro es oír un comentario de aprobación. Pero aprendes. Vaya que si aprendes. No hay duda de lo eficaz que resulta. La disciplina clásica queda grabada a fuego en el cuerpo.

En teatro se utiliza la expresión maestro para hacer referencia a aquellos actores o actrices, directores o directoras que realizan un trabajo artístico extraordinario, que poseen una técnica depuradísima y que son, además, capaces de transmitir su know-how, su «saber-cómo». Tienen la llave y te enseñan a utilizarla. Al igual que ocurre en otras parcelas del quehacer humano, como son por ejemplo la medicina o la arquitectura, en esta vida no resulta nada fácil encontrar a una persona que reúna la excelencia, tanto en su quehacer profesional como a nivel pedagógico. Son raras avis y son joyas. Pero hay que tener cuidado. Estos diamantes pulidos pueden convertirse en anillo de poder provocando encarnizadas luchas entre cachorros deseosos de aprender.

Dice la vieja máxima que el maestro aparece cuando el alumno está preparado. Ahora que he empezado a intentar enseñar lo poquísimo que sé, después de que una maestra negra me diera una patada en el culo, pienso que esa frase bien podría ser justamente al revés: «El alumno aparece cuando el maestro está preparado». Salvando las distancias en mí caso, porque yo no soy maestra en nada.

Conozco a alguien que se dedica a la abogacía y que no utiliza la palabra maestro, sino que hace continuas referencias a quien él denomina su mentor. El hecho de que utilice esa expresión y no otra me llama poderosísimamente la atención, porque nosotros, en teatro, no la utilizamos.

Corro a bucear entre diccionarios y libros. Rescato: Mentor es un personaje de la Odisea, fiel amigo de Ulises. Se le encomendó la educación de su hijo Telémaco. Hoy en día, se entiende mentor como consejero sabio y experimentado. Persona que aconseja guía o inspira, dice el diccionario de Maria Moliner. Vale. Así que un maestro y un mentor no son exactamente lo mismo. ¿O si? Vaya lío. Busco ahora maestro en el Maria Moliner. Y como voy por orden alfabético encuentro primero «maestra». Y me digo: ¡Oy! Que bien, voy a ver. Y leo: «Listón que se coloca a plomo para que sirva de guía al construir un muro.» Traspasado el susto de una primera lectura al vuelo, en realidad no está mal la definición, me digo. «¿Qué quieres ser de mayor, niña?» «Quiero ser listón que se coloca a plomo para que sirva de guía al construir un muro.» En fin. Sigo buscando.

Voy a por maestro a ver qué dice. De momento, la palabra tiene 15 acepciones en el Maria Moliner. He aquí alguna de ellas: En sentido amplio, persona que enseña cualquier cosa, generalmente con respecto a quien recibe la enseñanza. Se aplica con especial respeto, en vez de profesor, a la persona de quien se han recibido enseñanzas de mucho valor: «Mi querido maestro, el doctor…». Persona de extraordinaria sabiduría o habilidad en una ciencia o arte: «Beber en los grandes maestros». Se aplica a las cosas que enseñan o aleccionan: «La historia es la maestra de la vida. El dolor es el mejor maestro».

Y con esta última acepción que habla del dolor, engancho con el color que adjetiva el título de esta columna. Método infalible ese de aprender a palos. Ojo con que ciertos métodos de enseñanza no nos lleven al lado oscuro. Yo, por si acaso y como Manolo García, me despido diciendo que «prefiero el trapecio, para verlas venir en movimiento».

*Hostia: cosa que se ofrece en sacrificio. (RAE)

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