Y no es coña

Mamandurrias y sinecuras

En el tiempo en el que en Brasilia, en el marco del Festival Internacional de Teatro Cena Contemporânea, se establecían dos encuentros internacionales, el primero intitulado «II Encuentro Internacional Cultural en Red» para intentar encontrar ensamblajes entre las diferentes redes existentes en iberoamérica y la posibilidad de implementación de actividades conjuntas, por otro se establecía un encuentro para definir un «Espacio Internacional de cooperación cultural y artística entre Latinoamérica y África», dos noticias nos han venido a desnudar un poco más. La suspensión «temporal» del Circuito Andaluz de Teatro y Abecedaria, por un lado y la derogación del decreto en el que se regulaba la Red de Teatros Públicos de Castilla-La Mancha.

Es decir, mientras se está trabajando en ciertos niveles de gestión en ideas supranacionales de colaboración internacional, entre continentes, no solamente en un marco de tráfico de mercancías culturales, sino hablando de desarrollo sostenible y cultura como ejes de funcionamiento, con presencia de entidades españolas, relevantes, como es el caso de la española Casa África para hablar de las maneras de establecer contactos con el continente africano aprovechando sus experiencias de colaboración en el ámbito cultural, especialmente de la danza, o con participaciones de otras instancias culturales españolas de diferente entidad, en el propio Estado español el desmontaje de las mínimas estructuras de canalización de las producciones artísticas anuncia años de sequía. Y en esta ocasión para que el mensaje sea más derrotista: son dos comunidades gobernados por los dos partidos hegemónicos, con lo cual, no existe solución. Ambos, PSOE y PP maltratan por acción u omisión a la cultura y a las artes escénicas.

Una de las máximas dirigentes del partido predominante en estos momentos, Esperanza, Aguirre, nos deparó una de sus frases prefabricadas por sus asesores, que lanzadas en general causan un efecto pirotécnico de despiste, pero que quisiera traer a este pequeño mundo de la Cultura. Dijo, más o menos,»Se ha acabado el tiempo de las ayudas, las subvenciones, las mamandurrias y las sinecuras». Si se lee despacio la frase, tiene dos partes, la primera es una constatación, un aviso, un canto demagógico para señalar una decisión: se están acabando las ayudas y las subvenciones, limitándose a lo imprescindible en asuntos culturales. Y lo segundo es una suerte de deseo, que se acaben con las mamandurrias y las sinecuras. En esta parte yo estoy de acuerdo. Lo estoy en términos objetivos, subjetivos, ideológicos y políticos. Se deben acabar con los sueldos que se disfrutan sin merecerlo, con los enchufes, para entendernos. Es más, referente a las sinecuras, es obvio que se deben eliminar los empleos o cargos retribuidos que ocasionan poco o ningún trabajo. Y para no perder el tiempo, lo digo ya: en ámbitos de gestión cultural está lleno de mamandurrias y sinecuras.

No sentará bien a las asociaciones de gestores culturales, los funcionarios seguirán haciendo vudú, los sindicatos gremiales echarán humo y amenazarán, pero si se reduce el presupuesto de un teatro o una casa de cultura casi a un cincuenta por ciento de hace apenas tres años, ¿quién justifica los mismos empleados si no hacen ni un tercio de la labor anterior? ¿Cómo se llama eso? Y todo aquél que haya ganado una oposición, que se haya preparado, esté tranquilo, yo estoy a su lado, lo considero uno de los míos, lo defenderé siempre, pero miren a su alrededor, verán como hay muchos que están colocados por el político de turno, sin preparación, con sueldo y atribuciones. Y eso es malo en general, políticamente, pero es un desastre cultural y uno de los elementos que contribuyen al deterioro imparable de las Artes Escénicas. Muchas de estas personas no tienen interés cultural alguno. Incluso se permiten decir que no les gusta el Teatro, pero como tienen los pies de barro, la cara de cemento y el sueldo de estrellas, no van a protestar mientras sigan cobrando haciendo muy poco o nada. Lo que mande el que manda, que es el que me ha colocado en el puesto.

La verdad es que lo del exilio teatral, es una salida, una alternativa nada desdeñable. Aquí se va a quemar a una o varias generaciones de creadores. Se está acabando de manera brutal con el incipiente tejido existente. Cada día estamos un poco peor.

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