El Chivato

Manifiesto del Movimiento Iberoamericano de Juglares, poetas y trovadores. Juglares XXI

El mundo se globaliza, los medios atan el suceso al ojo, la imagen navega más que cualquier barco y gesta esa ilusión que llaman “realidad”. Así, condenados al plasma y a su ventana electrónica, asistimos al fluir de un mundo que no incluye muchas de las cosas que más amamos, que no incluye cómo caminas por tu calle, cómo vienes a mi abrazo o cómo es la noche cuando el amor abre la puerta a las tímidas palabras con que te desnudo y me desnudas. Tampoco la forma en que me miras, los sueños que sueñas o la danza con que festejamos los hijos y el nuevo sol por venir. Y mucho menos aún a la poesía, colocada en el estante de las excepciones, borrándose en sus libros, mientras triunfan el músculo, el dinero o el suceso de sangre que “aterra et impera”, como si el miedo, que lleva a las multitudes a tomar posiciones, a elegir y a aceptar gobernantes y destinos, no empollara a diario, como una gallina, los huevos de la guerra, puliendo, con dedicación y ciencia, la voz masiva y sonora de la moda y la amenaza.

 

– “¿Para qué sirven los versos? ¿Para qué pensar en lo que no importa? Es tan ocioso como soñar con lo que nunca se alcanzará. A tu mano tienes todo lo que necesitas. ¿Para qué pensar tanto? Mira, entérate de algo. Tú también puedes, estás incluido, sólo tienes que llamar al teléfono de turno.”

 

Y así las cosas. Entretanto, en los rincones del planeta los campesinos de la vida siguen, contra todo pronóstico, cultivando otro jardín. Son remeros contra corriente y también se felicitan, cuando al final de la jornada, pueden abrazar a su reemplazo y contarle, que aunque la barca no ha avanzado, por lo menos se mantiene en su sitio contra el torbellino, sí, en ese mismo sitio cargado de presente y empezar. Son esos campesinos quienes labran el aire de sonidos, las mañanas con cantos de trabajo, las tardes con voces que trepan en el fuego del invierno y las noches de desvelo y besos para dinamitar toda desesperanza. Ellos no sólo afinan la voz o deslizan dedos y dolores y alegrías sobre el encordado, ellos cultivan, antes que nada, el viejo arte de pensar, ese terco hábito que no se conforma con su concertada reclusión al oscuro desván de las excepciones. Pensar, sí. Pensar en la miga de pan y en el orden del planeta, en la mariposa de Beaudelaire que vuela hacia la luz o en la naranja que desafía el sol de tan amarilla en su naranjo, aquí en La Mancha o allá, en el otro lado del océano, al borde de un patio de parras y mecedora donde una abuela con “morriña” nos recuerda la nuestra propia, ahora mismo. Esos campesinos de hoy empuñan guitarras y ordenadores, ellos hurgan en la memoria y la reconstruyen, ellos procuran hacer de la tierra más que un sitio de paso y como diría Huidobro, dejarla caliente para muchos siglos.

 

Porque ellos, nosotros, venimos de otro tiempo y atravesamos las épocas. Fuimos aedos en Grecia, juglares y trovadores en la umbría campiña de una edad media de castillos e iglesias. Con nuestras manos desnudas desafiamos a las máquinas cuando la fábrica se hizo abrazo mortal para hombres, mujeres y niños. Y alzamos la voz y lo que somos contra la guerra y la devastación, contra la irracionalidad y el duro egoísmo de quien crece con la muerte y la derrota del hombre. Y renunciamos a esperar, con los ojos abiertos, esa la bala de silencio que una vez fue disparada contra nuestro destino de nombrar aquello que aún no tiene nombre.

 

No. No nos hemos rendido. No. No hemos renunciado a esta pasión que nos lleva a hacer de la verdad una flor, de la voz una caricia, de la idea un vuelo veloz nacido del jardín de las palabras y los cantos, para que su aroma perdure, en cada casa, hasta que llegue el día.

 

Porque aquellos campesinos del dolor y la alegría somos nosotros, los juglares y poetas, los que heredamos, voluntariamente, el viejo oficio de vivir lúcidos y morir inconclusos, de asumir el mundo como si fuese una casa y la casa como si fuese un prado y el prado como si fuesen los ojos de la amada o el amado y éstos como los labios donde el beso de la vida hace que todo vuelva a tener sentido.

 

Queremos ser los juglares de un nuevo siglo. Caminantes del poema y del cantar, del decir y del crear. Queremos recuperar la palabra, la poesía y la canción capaz de atravesar el muro espeso del vacío, la boba “realidad” que nos ata a la butaca y nos torna espectadores de un mundo donde somos los actores, al menos por espacio de una vida . Queremos ser, en síntesis, hombres y mujeres que han decidido hacer de la poesía, del canto y del gesto, un nuevo puerto a donde llegar, para reunirse al calor de las palabras y volver a abrazar la vida. Por eso hemos decidido unir nuestras voces y hacernos fuerza y abrazo, hogar de caminantes y ventana abierta a la lluvia de una eterna primavera y sus rosas.

 

Somos Juglares XXI, integrantes desde hoy, del MOVIMIENTO IBEROAMERICANO DE JUGLARES, POETAS y TROVADORES.

 

Y hoy subimos el telón de esta aventura. Un día. Sólo un día más. Como todos los días que nos esperan.

 

Luis Masci

Texto leído por Luis Masci en el lanzamiento del Movimiento Iberoamericano de Juglares, poetas y trovadores. Juglares XXI, el pasado sábado 18 de octubre, en el marco del IX Festival Iberoamericano de Teatro Contemporáneo de Almagro.

 

 

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