Y no es coña

Messi en la ópera

 Andamos por tierras argentinas. Ahora mismo en Rosario, la ciudad donde nació Lionel Messi, jugador de fútbol que creció a base de hormonas y pan con tomate catalán y que maravilla al mundo. En Argentina cruzar conversaciones de fútbol y teatro es algo bastante normal. Son dos de las pasiones del pueblo argentino y eso se traduce en su cosmovisión del mundo, del fútbol y del teatro, y conforman una manera de ser.

Hemos podido ver en directo por televisión los actos de la toma de posesión de la nueva presidenta argentina, Cristina Fernández y fue todo un acto teatral, su manera de hablar tanto a los diputados como posteriormente a sus seguidores, tenía una clara marca teatral, sus pausas, sus enfatizaciones, sus perlas demagógicas bien repartidas, una dramaturgia del vencedor que le dotaba de un poder comunicativo excelente. Significativo en cuanto la credibilidad que transmitía y su perfecta ejecución técnica.

Otra cosa es lo que suceda con su mandato, sus políticas y sus decisiones. Aunque se esté de acuerdo o no con sus idearios, las gentes del teatro con las que hemos tratado han reconocido que en los años de su mandato se ha consolidado de manera eficaz el sistema de ayudas, se ha reforzado el poder instrumental del Instituto Nacional de Teatro, y parece que viviendo en el siempre delicado equilibrio, se mantiene el pulso vital alto del teatro argentino en general.

El nos que usamos al principio es porque somos varios los directores de revistas, actrices o productores que hemos coincidido estas semanas, tanto en Buenos Aires como aquí en Rosario, donde estamos en Experimenta, un festival que busca resaltar el trabajo de grupos creativos y que nos ha convocado para conocer la situación de las revistas de teatro de diferentes partes del mundo. No queremos llorar más. La situación, por crisis económica, por crisis estructural o por crisis intelectual, no parece muy boyante, aunque existe una clara voluntad generalizada de mantenerse, de seguir luchando, de plantar cara a la situación, aunque despojados de romanticismos o mesianismos, sabiendo que podemos estar más solos que nunca ya que, en términos generales, los diferentes gremios que conforman la Comunidad de las Artes Escénicas, no tienen costumbres tan propias de una actividad tan movida como es la información constante, el conocimiento de lo que sucede para estar al día, y por ello no leen, ni siquiera cuando las revistas son gratuitas. Tampoco parece que se haya instalado la cultura de la suscripción.

Y en todos los lugares, se siente esa soledad, o esa duda metodológica sobre para qué y para quién se hacen las revistas. Todos reclamamos una actitud más comprometida del sector para que aguanten estos proyectos que, creemos los interesados, ayudan al crecimiento global de todos los interesados, incluso de los públicos más activos.

Unos compañeros aprovecharon su instancia en Buenos Aires para ir al magnífico Teatro Colón a presenciar una opereta, La viuda alegre, y en una de las escenas, la protagonista para intenta mover a los tertulianos del bar les indicó algo así como: «salgan que en la puerta está Messi firmando autógrafos». Y se movilizaron. Esta «morcilla» nos sitúa en un plano de cruce, de esa convivencia en el mismo orden de emociones del fútbol y el teatro, en ese caso la ópera, y de la universalización de un jugador como el mencionado. No se produjo en la sala, me cuentan, nada más que un sonido aprobatorio, ligeros aplausos, pero nadie se sintió extrañado. ¿Qué sucedería en nuestros coliseos líricos una actitud semejante? Pues, depende de donde sucediera. En Barcelona ovación. En Madrid, pitidos. En Bilbao, división de opiniones.

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