Críticas de espectáculos

Nadie/Manu Medina/Teatro Paladio

La emoción no me permite hacer un análisis crítico de «Nadie», espectáculo realizado por la compañía Teatro Paladio. Es la primera vez en más de 30 años con este oficio que salgo de la función con una llantina irreprimible. Sí, salí llorando, me sentí cero, conjunto vacío, nada, nadie… No puedo hacer un análisis mínimamente coherente porque el montaje dirigido por Manu Medina me ha nublado la razón.

Y es que, de qué sirven las carreras universitarias, el coeficiente intelectual, la belleza física, el don de socialización, las habilidades intelectuales, las destrezas cibernéticas, los talentos bíblicos, el poder político, y todo lo que uno se pueda imaginar, de qué sirve todo eso si te encuentras a unas personas a las que les falta todo eso y son capaces de producir una profunda emoción.

Ojo, que digo emoción, no compasión, como se podría deducir cuando el espectáculo es producido por seres diferentes, disfuncionales, disminuidos físicos y mentales, por individuos que tienen otras capacidades. Ahora entiendo que no quieran que se les llame subnormales, porque, ¿en qué consiste la subnormalidad? ¿Quién es subnormal?

En «Nadie», un texto de Manu Medina, se cuenta la historia de Nadie/Antonio, un individuo que, escondido debajo de una mesa sueña verse «volando en el viento». Es una persona como tantas otras que piensa que «me dicen que no me entienden, que ser mayor no es cosa de niños, yo no soy un niño, pero tampoco soy mayor».

Este ser diferente siente y le duele cuando los demás le chillan: «¡¡Endereza las piernas!! (…) ¡¡Es que no me escuchas!! ¡¡¡Cuando te digo que vengas, vienes!!!» Y se trastorna, pierde el sentido, porque: «¡Estás tonto! / Mira por dónde vas. / Nunca vas a ser nadie / El pobrecito qué tonto es…»

La función está compuesta por escenas fraccionadas con el único hilo conductor del personaje que no habla –habla su subconsciente en off– pero grita, grita el coro escénico por él. La función es todo un grito que reclama atención, justicia, amor, comprensión y, sobre todo, grita, exige libertad.

El bello texto intercalado con poemas de Neruda y León Felipe rezuma poesía, significado, fuerza dramática, sentido por la vida. «No me contéis más cuentos. /Sé todos los cuentos. // romped todos los cuentos /que no quiero verme / en el tiempo / ni en la tierra / ni en el agua sujeto /// Contadme un sueño / Soñé… / ¡Sueño! // Quiero verme en el viento / quiero verme en el viento / quiero verme en el viento…» que la actriz recita con toda su rabia y desolación; el pelo se eriza y la sala queda muda, encogida, ningún espectador osa romper el silencio; al público se le queda helado el corazón, ningún espectador es capaz de reaccionar.

No son solo las palabras de la «Antología rota» de León Felipe, también está la dureza del texto de Manu Medina cuando Nadie piensa. «No quiero nada, no quiero ser nada, solo subir a un caballo de madera y galopar hasta no saber nada, o aparecer subido en una torre viendo la vida desde arriba, y nada más…»

Palabra, pero no solo palabras. El espectáculo «Nadie» aporta unas imágenes poéticas de exquisita sensibilidad. Los elementos escénicos cuentan de la disfuncionalidad. La mesa con las cuatro patas de distinta longitud, sin tablero, su descomposición cubista carece de racionalidad; la lámpara de pie está sobre una de las patas alargadas de la mesa, otra disfunción; la estructura metálica, una torre o quizá una montaña que hay que alcanzar; las gomas que enredan, atrapan al personaje; las otoñales hojas elevadas como una lluvia imposible; el arrastrar de cadenas y las otras cadenas que suspenden a la mujer de la silla de ruedas por una polea. ¡Cuánta descomposición del ser humano roto que clama su presencia! ¡Cuánta significación!

Deficientes motóricos, incapacidad verbal, trastornos intelectuales, distorsión síquica, inmadurez afectiva, las palabras sirven para diagnosticar a estos individuos que juegan en la escena para ser ellos mismos, pero las palabras no hacen justicia para definir a estos seres humanos con capacidades diferentes; las palabras nos encorsetan a quienes nos creemos «normales»; hay conceptos que carecen de razón; las palabras son ineficaces y muestran la impotencia del crítico para expresar la realidad.

El trabajo de Teatro Paladio carece de parangón, su excepcionalidad está marcada por los intérpretes, por el texto poético y por una puesta en escena que produce una catarsis en el amplio sentido del término. El público no puede salir indemne, no sale indiferente de este espectáculo, sale tocado como si le hubieran punzado con un estilete en el alma, ¿y quién soy yo?

El montaje de Teatro Paladio me recuerda a los espectáculos de Pippo Delbono con sus actores/personajes rotos dotados de singularidad en la escena; son espectáculos comprometidos que sacuden al espectador.

Teatro Paladio, Manu Medina, habla de su trabajo como «Teatro Bruto», algo genuino donde el artista integra su ser a la obra o pueda suceder al contrario, que la obra muestre su disfuncionalidad. Es cuestión de absoluta integridad.

En fin, teatro y discapacidad. «Nadie» rompe todos los esquemas clásicos y tópicos. Es un montaje que hay que mirarlo con los ojos puestos en el corazón porque desmonta irremediablemente la intelectualidad. Es un espectáculo imprescindible para una sociedad que quiera conjugar la integración.

Manuel Sesma Sanz

Espectáculo: Nadie – Autor: Manu Medina – Intérpretes: Juan Antonio Martín, José Martín, Gema Pérez, Rubén Pascual, Mercedes Menéndez, Carlos Concepción, José David San Antolín – Iluminación: Rogelio Herrero – Vestuario: Raúl Ravelo «Parris» – Escenografía: Rogelio Herrero y Horacio Gargiulo – Voz en off: Álvaro Hache – Dirección: Manu Medina – Compañía: Teatro Paladio – Sala Paladio Arte, estreno absoluto.

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