Y no es coña

Ni se compra ni se vende

Como el cariño verdadero de la copla, el talento ni se compra ni se vende, pero sí se canaliza para que se convierta en algo más que destellos, para que impregne de manera casi constante el trabajo de quien lo posee. El talento, esa entelequia, se transforma, se amplifica, se cuida, aumenta, se convierte en una parte sustancial de todo ejercicio práctico siempre que encuentre los elementos apropiados para su desarrollo y arraigo.

Estas digresiones me llegan después de pasar una semana en Manacor, en su Feria viendo teatro de las producciones del ámbito catalán, es decir, Catalunya, Valencia e Illes Balears. Se notan diferencias evidentes entre ellas, graduaciones perceptibles a primera vista, por lo que si el talento se le supone a todos, el que en unos casos se roce la excelencia y en otros nos quedemos en un grado medio, significa que en todo proceso creativo intervienen las estructuras, las infraestructuras, el nivel general, las exigencias de mercado, las escuelas, los circuitos, el público como elemento imprescindible para la aceptación de unos u otros.

Dicho de otro modo, las políticas teatrales, la implicación de la sociedad en forma de tejido que arropa previa y posteriormente a lo que se ofrece, las escuelas y su rigor formativo, el entorno audiovisual, inciden de una manera muy importante en la posibilidad real de lograr un buen número de actores talentosos y suficientemente preparados, de un buen puñado de directores que parten de una formación teórica adecuada y de una práctica extensa, lo que les permite conjugar el oficio con la búsqueda, y así sucesivamente podríamos ir desmenuzando la nómina de dramaturgos, escenógrafos, iluminadores, que logran en su conjunto transmitir una imagen de marca, que tienen un valor añadido pero que además, se comprueba en todas las propuestas, desde las institucionales, a las más independientes, tienen un nivel medio de calidad incuestionable.

¿Hay más talento genético en esos lugares que en otros de la Tierra? Indudablemente no, lo que hay en esas tierras mencionadas, al igual que en otros puntos de Europa, es una relación con el teatro que existe desde siempre, que hace que desde niño se sienta el teatro como algo propio, en donde existe el mayor número de grupos aficionados de todos los estilos, categorías y edades, lo que proporciona un fluido de conexión, un vertido constante de intenciones y vocaciones, contacto real con el teatro, no como un simple entretenimiento, que también, sino como algo que se hace, que se tiene a un primo, a una hermana, un novio que lo practica, que después se va transformando esa vocación de manera sencilla por todas las edades y que acaban convirtiéndose en espectadores con conocimiento, aficionados, no simples espectadores que reaccionan a los impulsos del mercado.

Y, sobre todo, un tejido formativo serio, que lleva décadas transmitiendo conocimientos, afianzando una profesión desde el rigor, proporcionando las herramientas adecuadas a quienes quieren formarse, y ello se nota, porque se van acumulando signos positivos, que ayudan al crecimiento individual y colectivo. Mejorable, porque todo es mejorable, pero persistente, radial, sin concesiones, buscando siempre la excelencia, pero colocados a pie de obra y en colaboración constante con el teatro que realmente se hace, tanto institucional como privado.

En paralelo la apuesta televisiva de crear una suerte de sistema de estrellas propio, pero donde han partido de guiones de los más grandes dramaturgos catalanes, donde se ha tratado a los actores con dignidad y han logrado asentar una profesión con unos niveles europeos, pero sin agobiar, lo que ha permitido la cohabitación entre tele y teatro, y todos han salido beneficiados. Todos estos elementos juntos han hecho que la realidad del teatro catalán, sea la que es. Hay que copiar lo que sea objetivo, analizar lo que es subjetivo o fruto de su circunstancia política identitaria, y aplaudir que exista un teatro muy diverso, con públicos apasionados y entregados.

Cada año, en Manacor, recibo este mensaje. Quería reproducirlo, porque me parece importante para entender ciertas cosas. Para no desaprovechar el talento en nimiedades, para exigir políticas teatrales favorecedoras del conjunto, y no solamente del comercio. El talento existe, está latente, simplemente necesita encontrara los cauces para su canalización, las condiciones para su mejor desarrollo. No se compra ni se vende. ¿Queda claro? No es solamente cuestión de dinero. El tiempo y la implicación social son tan importantes o más.

 

 

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