De Grecia el Teatro

No es oro todo lo que reluce o las apariencias engañan

Tras un período de sequía traducida en un largo silencio, vuelvo a mi columna con un tema que al no entenderlo en absoluto, siento la necesidad de escupirlo en un papel para poder quizás percibirlo de otra manera y recibir comentarios que me puedan ayudar a enterarme ¡qué demonios está pasando!

Cuando uno entra en el apartado del teatro de la página web de «Acinórama», la revista de ocio más importante de Atenas y toda una institución en el mundo teatral griego, se le pone la piel de gallina al ver que actualmente en Atenas están en cartelera 259 montajes en 145 salas de teatro y otros tantos que están por estrenar en las próximas semanas. ¡Sí señor, no se trata de ningún error tipográfico sino de la realidad teatral ateniense!

Por otro lado, en la guía del ocio española (www.guiadelocio.com) me consta que en España, en el mismo período hay 201 producciones en cartel en Barcelona y 187 en Madrid. ¡O sea, que en las dos ciudades más grandes de España se estrenan menos obras de teatro que en Atenas, la capital de uno de los países más pequeños de la Unión Europea y el país más castigado por una crisis que arrasa en todo el sur de Europa!

De entrada, este dato podría ser interpretado como una noticia sorprendentemente positiva, y hasta un cierto punto lo es. Según esta interpretación, los griegos, al perder en tres años una cuarta parte de su poder adquisitivo, se iluminaron y desde entonces, se han dado cuenta de la vanidad de todo lo material y se precipitan a las salas de teatro, haciendo colas para poder disfrutar de las cosas que realmente valen la pena: y el teatro es una de ellas.

Por otro lado, el panorama televisivo es más pobre que nunca, a pesar de la aparición de nuevos canales, más aún cuando la televisión pública, el único oasis en el desierto cultural de la degradación y de la decadencia que se inauguró a finales de los años 80, cuando irrumpieron en nuestro día a día las cadenas de televisión privadas, fue abruptamente cerrada hace unos meses por el gobierno (Lean también en la misma columna el artículo http://www.artezblai.com/artezblai/la-democracia-suspendida-en-negro.html).

Podríamos decir, entonces, que estos dos factores, es decir el cambio radical de la opinión pública y una televisión cada vez más manipulante y aturdidora han contribuido al auge del teatro.

Sin embargo, esta es sólo una cara de la moneda. La otra es mucho más desoladora y preocupante. Y es que las condiciones en las que a menudo trabajan hoy en día los actores y los demás profesionales del teatro no apuntan al optimismo. En su último artículo en el número 195 de la Revista Artez intitulado «Ser actor en la Grecia de la crisis», María Chatziemmanouil hizo una detallada radiografía de la profesión teatral en Grecia, concluyendo que «los números prosperan pero los actores se empobrecen». No es raro que en una sala los actores actúen delante de un público compuesto por gente que pasa de gorra si es que la hay. Medio en serio, medio en broma, muchos de los actores no ganan ni siquiera lo suficiente para pagarse el taxi para volver a casa después de la función.

Según el actor Themis Panou, ganador de la Copa Volpi a la Mejor Interpretación en el Festival de Venecia (lean también la entrevista que dio a un servidor aquí: http://www.artezblai.com/artezblai/themis-panou-qel-bilingueismo-para-mi-es-un-enriquecimiento-continuo-entre-las-culturasq.html), «el mercado teatral es muy clasista. Puede sobrevivir alguien que no viva del teatro, que trabaje de otra cosa, que tenga alguna renta o que tenga un marido o una mujer acomodado/a.» Según otro actor griego, Sávas Strumpos, «de no cobrar por su trabajo, el oficio del actor morirá». Y es que actualmente, la gran mayoría de los actores «trabajan» por la cara, víctimas de una política para el teatro que brilla por su ausencia, por una crisis económica que debilita todavía más a los más vulnerables, de la falta de un sindicalismo realista y reivindicativo y de unos productores que aprovechan de la coyuntura para hacer negocios muy rentables.

Por si fuera poco, en los últimos años abundan los sitios web, las emisoras de radio, las revistas electrónicas que ofrecen a su público invitaciones para ir gratis al teatro. O sea, que lo que antaño era una práctica para compartir con la gente de la profesión unos momentos teatrales, se ha convertido hoy en una fuente de especulación. Tanto es así que mucha gente ni siquiera se plantea la posibilidad de desembolsar una cantidad de dinero para ir al teatro ya que sabe que tarde o temprano «caerá alguna u otra invitación».

El teatro es un capital inestimable para la humanidad y los actores son unos infatigables artesanos de este arte milenario. Todavía, la gente de la profesión resiste y sigue haciendo teatro, pero tal como está el patio, no es absurdo preguntarnos: ¿hasta cuándo?

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