Y no es coña

No sirven

«Ya lo dije yo». «Lo escribí hace tres años». «Si me hubieran hecho caso cuando lo advertí». Toda esta palabrería, en demasiadas ocasiones frases cargadas de razón y sentimiento, desgraciadamente ya no sirven para nada. La situación es tan abrasiva que nos podemos convertir es estatuas de sal como miremos un segundo hacia atrás. Hay que mirar para adelante, sabiendo que llevamos un saco lleno de promesas, fracasos y conceptos que probablemente sirvieron en su momento pero que ahora no sirven. Y no sabemos si servirán en otro momento, o si podemos aprovechar algo de lo que nos inspiró en las últimas décadas.

Nos han cambiado el terreno de juego y el reglamento. Estamos ante una actividad sin regulación estructural, ni estatal, ni regional, ni local, asumida en una gran parte en su destino final o último consumidor, es decir los ayuntamientos en eso que ahora sí nos vamos a enterar qué significa: competencias impropias, o sea, lo primero que pueden dejar de hacer porque nada les obliga a ello. En esta situación de recortes generales, sin una conexión presupuestaria orgánica, es decir, como hasta ahora, siempre dentro de una voluntariedad política más o menos generosa, la realidad hay que afrontarla con perspectiva de futuro.

Si decíamos al principio que ya no sirven esas frases tan propensas a repetir por quienes nos dedicamos a escribir sobre asuntos de políticas culturales, tampoco sirven los viejos tratamientos. Probablemente habrá que hacer hasta un nuevo diagnóstico para saber exactamente en qué circunstancias se encuentra todo el tejido creativo, productivo, de exhibición de las Artes Escénicas, y a partir de ahí, sin coletillas trasnochadas, ni formulaciones maximalistas, diseñar con urgencia un plan de salvación, y a partir de ahí establecer los parámetros de mínimos para poder ir reconstruyendo estrategias para un futuro inmediato.

Ni existe un dios llamado Mercado ni una solución infalible que es la santa Privatización, y es muy difícil que se pueda sostener todo a base de la panacea de la Taquilla. Probablemente se deberán estudiar las formas y maneras de racionalizar el gasto en las Artes Escénicas, pero para ello hay que reclamar unos mínimos, es decir, un presupuesto para las mismas. No puede ser que desde el Estado se mantengan unas unidades de producción, con rebajas en sus presupuestos, eso sí, pero se deje al resto del tejido productivo en la calle. Y las Comunidades Autónomas, tendrán que reformular sus objetivos, y los ayuntamientos salvar los muebles, es decir, como mínimo mantener los edificios abiertos y con actividad. Todos debemos colaborar en este futuro. Sin apriorismos, pero con convencimientos. La Cultura es tan importante y necesaria como la Educación o la Sanidad. Y por ello hay que protegerla, ayudarla, tomársela como lago fundamental, y dotarle de presupuesto para su mantenimiento y desarrollo. A partir de esta convicción, amoldarse a las circunstancias.

Y claro que sí, todos tenemos en mente una serie de organismos e instituciones que parece obsoletas y podrían desaparecer sin que resintiese el funcionamiento de nada. No sobra nadie en esta discusión, pero la carga de la prueba la tienen quienes ostentan el poder, los boletines oficiales y hacen el reparto de los recursos económicos. Se acabó el «que hay de lo mío». Nos jugamos el futuro. No sirven las excusas.

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