La voz antigua

Nos vamos de viaje

A veces, nos vamos de viaje por necesidad, porque tenemos falta o exceso de aire o de equipaje, porque buscamos o porque nos buscan. A veces, planeamos el viaje, aunque hay veces, que sin quererlo, el viaje nos encuentra a nosotros a mitad de camino, en mitad de ninguna parte.

A veces, los viajes interiores o exteriores no son más que parte de algún que otro exilio, dentro o fuera de uno mismo.

Los viajes nos cambian, nos transforman, nos vuelven de la cara y del revés y nos dejan a veces, a nuestro regreso, con “otros vistiendo nuestros cuerpos”, como diría Ismael Serrano en una de sus canciones.

A veces, los viajes nos resuenan en el cuerpo y en la voz durante mucho tiempo. A veces, esa vibración permanece para siempre.

El teatro es uno de esos viajes, profundos y poderosos, que dejan un regusto a sal en la boca aunque el mar nos quede lejos, un gran viaje, un viaje hacia el centro de todos los universos, propios y ajenos. En ese viaje, a veces, somos espectadores sentados en el patio de butacas, esperando a que nos lleven de la mano por caminos y senderos, y a veces, somos nosotros los que llevamos las riendas acompañados por el público. A veces, en esos viajes nos encontramos con personas y lugares que pasarán a formar parte, para siempre, de nuestro paisaje personal.

En uno de esos viajes un nombre me viene a la memoria, quizás porque es parte del último viaje, quizás porque todavía no ha terminado, un viaje que viene del frío y de los inviernos largos y nevados, un viaje repleto de palabras impronunciables con cientos de consonantes, un viaje en el que el teatro se destila por todos los poros de la piel, ese viaje tiene nombre de ciudad polaca, Wrocław, una ciudad con más de mil años de historia, al suroeste de Polonia, una ciudad llena de teatro y de teatros, una ciudad que prepara afanosamente su capitalidad europea, junto con Donosti, para 2016. Una ciudad que en 1965 acogió al Teatro Laboratorio de Jerzy Grotowski, a su salida de Opole, y que todavía a día de hoy, mantiene en el Instituto Grotowski un impulsor de su legado y un generador de apoyo a nuevas iniciativas teatrales.

Una ciudad con teatros como Pieśń Kozła, Teatr Lalek, Teatr Pantomimy, Teatr Polski, Teatr Wspolczesny, Teatr Muzyczny Capitol.
Una ciudad en la que a veces, en el mismo día, tienes que decidir si terminar de digerir el Waiting Room de Krystian Lupa o si salir corriendo para llegar a ver La Vida Crónica del Odin Teatret de Eugenio Barba. Una ciudad en la que una amiga, actriz, en la última edición del Dialog Festival, te dice “no puedo ver más teatro, necesito descansar”.
Dialog es uno de los festivales más importantes de Polonia que tiene lugar en Wroclaw cada dos años, octubre de 2013 es la fecha de su próxima edición.
Hablamos, en definitiva, de una ciudad en la que la cultura forma parte del tejido social más arraigado y que se potencia como un bien común.
Wrocław no es una isla cultural en Polonia, sino que forma parte de una realidad cultural más amplia que merece la pena descubrir.

Muchas cosas más pasan, a veces, cuando uno se va de viaje. ¿Te vienes?

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