Escritorios y escenarios

Oscilaciones

El lunes tuve una clase en la que fue imposible avanzar en los contenidos de la asignatura en cuestión, análisis dramático, así que lo que hicimos fue hablar, escuchar y expresar lo que nos dolía… Y se nos fueron tres horas en ello. Un día antes, el domingo, hubo una masacre de indígenas en Cali, por lo que el ánimo de todos estaba por el suelo. 

 

Una estudiante rompió en llanto. Y entonces los demás confesamos que también lloramos. Llorar se volvió una necesidad, un reflejo, una reacción. Yo les mencioné mi fantasía de salir a la calle a llorar en colectivo, como si fuéramos una procesión de plañideras. Los estudiantes me contaron la profunda indignación que les produce la indiferencia de la gente, incluso de sus propios padres. No entienden cómo no hay respeto por la vida, por la diferencia, ni cómo una persona es capaz de hacerle daño a otra, de matarla, de torturarla, de violarla, de violentarla. Y yo tampoco, por lo que no pude darles una respuesta. 

Consecutivamente a la catarsis colectiva, a ese diálogo en coloquio, vino el impulso de hacer algo, de expresarnos simbólicamente, de crear, por lo que empezamos a construir un vídeo en Stop Motion que diera cuenta de nuestros sentires y pesares. Y por supuesto que el dolor siguió, sigue, pero el derecho a la creación y el refugiarse en una comunidad, en este caso la clase, nos dio oxigeno. Accedimos a una refrescante y pasajera bocanada de aire. 

Y una vez recuperado el juicio les hablé de un libro estimulante y oportuno: La doctrina del shock de Naomi Klein. También hay un documental que lleva el mismo nombre, se encuentra en YouTube, dura una hora. Conocí dicho texto durante la crisis económica española, cuando surgió el movimiento de los indignados. Y bueno, tuve ese impulso convencida de la importancia de acceder a herramientas que nos permitan comprender desde múltiples ángulos nuestra realidad. Lo recomendé, pero al instante me arrepentí. Quizás porque me pareció demasiado agregar un elemento más a una olla a presión, de esas que se encuentran a punto de explotar…

Y es que después de hacer una sinopsis sobre lo tratado por Klein, otra de las chicas dijo que no quería acceder a este material porque estaba extenuada con la realidad. Y claro que la entiendo, porque yo he tenido que obligarme a no ver las noticias ni las redes para ventilar la psiquis, las emociones… 

Y yo, como gran improvisadora de la vida, pude volver esa reacción de auto-protección un dilema sobre el conocimiento…  A veces saber, conocer, entender, tomar conciencia puede ser doloroso. Así pues, ¿será mejor no saber y vivir feliz en la ignorancia o saber y vivir con la responsabilidad (y a veces el dolor) del conocimiento? Tal vez por eso hay gente que prefiere no saber… No lo sé…

Por supuesto tuve que resaltar que mi propuesta no pretendía generar ningún “trauma”, sino que intentaba proporcionar claves, nutrientes, instrumentos para desenredar la maraña de enredos que constituye a este caos que nos consume. Para estar a la altura de las circunstancias se vale acudir a todas las estrategias disponibles…  Y en tanto propuesta cada cual, según su libre albedrío, deberá decidir qué hace con ella. 

Paradójicamente, este dolor que no se puede disimular, evitar o contener, me ha hecho notar que necesito salir de ahí. Porque pese a tanta movilización, estoy inmovilizada, bloqueada, anonadada, pasmada. ¿Acaso choqueada? Me siento atrapada en una nebulosa. Y por lo mismo no dejo de preguntarme: ¿Qué voy a hacer ante lo que está pasando? No puedo controlar lo que ocurre afuera, pero me niego a perder el control sobre mí. Entonces mis voces interiores oscilan entre la emoción y el pensamiento… No obstante, hoy, y los pongo por testigos, elijo el pensamiento, la acción y una actitud tragicómica. 

Brecht, recurro a tu sabiduría para no empalagarme más con sentimientos y, así, apelar al extrañamiento, a la distancia como maniobra de supervivencia y como gesto de rebelión. 

Sábado, 15 de mayo de 2021

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