Y no es coña

Después de la tormenta

Ustedes comprenderán que los resultados electorales influyen en el ánimo de quien debe escribir sobre los asuntos de las artes escénicas, entre otras razones porque existen en el Estado español la mala costumbre de no respetar en la medida adecuada lo que es la gestión cultural, así en general. Quiero decir que, incluso habiendo ganado el mismo partido en ciertos lugares, al cambiar las personas a las que se les va a encargar la gestión política de los asuntos culturales, tienen el hábito de no mirar a lo hecho, sino de cambiar y colocar a personas que, por las razones que sean, les merecen mayor confianza. Y esto se debe a que no existen en los partidos políticos secciones culturales, no hay unas directrices estudiadas que ofrezcan una forma de afrontar de manera universal, desde su perspectiva política, en todas las partes, la misma política, sino que todo depende, en cada momento, de las ganas, inspiración, asesoramiento y otros asuntos tangenciales que pueden variar de manera muy profunda lo que se vaya a hacer, incluso contradiciendo lo hecho, e insisto, hasta con personas del mismo partido.

Pues imagínense cuando lo que cambia es el partido que gobierna un ayuntamiento o una Comunidad Autónoma, entonces, existe una suerte de borrón y cuenta nueva, de acabar con todo, empezando con los cargos que son de libre designación, porque el funcionariado no se puede eliminar, pero sí las órdenes que deben cumplir. Esta realidad, esta inseguridad, nos lleva a vivir situaciones patéticas, de personas que han hecho una gestión notable, muy clara, trasparente y con objetivos reconocibles, y que ya antes de ayer, previo a las votaciones, ya verbalizaban que se les acababa el mandato, que estaban programando la temporada 2023/24, convencidas de que era la última y eso no es saludable ni para ellas y, por supuesto, ni para las artes escénicas en general que si algo necesitan es una estabilidad, marcos referenciales y personas con conocimientos. Así que ahora nos espera ver los equipos de gobierno, que en la inmensa mayoría de los lugares de importancia van a cambiar, porque no repiten las personas que han estado en los últimos años al frente políticamente de los asuntos culturales. Otro síntoma de la falta de criterios básicos en los partidos.

En esta situación tan efervescente, teniendo una sensación de derrota tras los resultados, quisiera reafirmar mis nociones más emocionales. He estado doce días en Budapest, Hungría, donde gobierna desde hace años un señor muy de derechas, Viktor Orbán. En estos últimos años, en Budapest se han inaugurado unos nuevos espacios dedicados a la cultura, pero especialmente a las Artes Escénicas, que son, verdaderamente, impresionantes. Y no solamente eso, he estado en las 10 Olimpiadas Teatrales, tres meses de actuaciones y diferentes programas y festivales, cuatrocientos espectáculos, lo mejor de lo mejor del mundo, y según se me informó, una reunión de más de tres horas de diferentes técnicos y directores de las Oimpiadas en el despacho del señor Orbán, salió la autorización expresa y, sobe todo, el presupuesto para llevar a buen término las mismas. El Primer Ministro de Hungría estuvo en las negociaciones finales. Un detalle.

Si ustedes miran a Polonia, con un gobierno de extrema derecha, la aportación presupuestaria para el funcionamiento de lo cultural y específicamente lo referente a las artes escénicas, con todos los matices , no se reduce, se mantiene y eso se debe a que se trata de un asunto estructural, reglado, fundamentado en la tradición y con teatros con compañías estables. Sucede en gran parte de Europa. También hay movimientos en los nombramientos, pero no con lo fundamental. Aquí nos podemos encontrar en unas semanas con cambios radicales, recortes presupuestarios, defenestraciones, sobrevaloración de unos artistas sobre otros debido a su proximidad a unos u otros, y todos esos tics de falta de respeto a la ciudadanía por omisión.

Estas circunstancias hacen que se retrase una posible solución de futuro, el cambio de los reglamentos y las formas de producción y exhibición que para algunos es la clave de fin para avanzar hacia una estabilidad productiva y democrática.

Estos resultados me han desviado de mis primera intenciones, pero he sido contemporáneo de Antonio Gala, que se ha ido con donosura a los noventa y dos años, que fue un escritor popular, pero también un dramaturgo con obras importantes. Desde su primer aparición en los sesenta hasta esa proliferación de obras en los años ochenta y noventa que lo convirtieron en un autor predominante. Me tocó hacer muchas críticas ya que elegía Bilbao para sus estrenos. Y mi recuerdo es que llegó un momento en el que no necesitaba estructura dramática consistente, sus palabras , su poesía, eran parte de la misma dramaturgia. Tenía seguidores fieles de una manera apabullante. Era un hombre de cultura. Descanse en Paz.

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