Críticas de espectáculos

Paisajes para no colorear / La-Resentida / 34 FIT de Cádiz

Generación mujer

El Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) de Cádiz bien sabe de la generación mujer. En este año ya ha alcanzado el XXIII Encuentro de Mujeres de Iberoamérica y las Artes Escénicas que se viene desarrollando dentro de las actividades complementarias del Festival. Es decir, aquí, la situación social de la mujer en el mundo contemporáneo viene siendo no solo un tema de trabajo comprometido, sino un asunto conceptual, político y cultural. Que las nuevas generaciones lleguen incidiendo en la problemática de la mujer elevada a la categoría de clase social, aquí no es novedad.

 

La discusión y pertinencia de la presencia femenina en las instituciones y en los estamentos y medios de todo orden constituye en todo el mundo un objetivo prioritario en la actualidad. Hoy, más que nunca de nuestra historia cultural se habla del empoderamiento de la mujer, pero también –por eso es insuficiente– se habla de la existencia de un “techo de cristal”. 

La compañía chilena La Re-Sentida ha presentado un espectáculo, cuando menos, inquietante dentro de la 34ª edición del FIT. ‘Paisajes para no colorear’, una creación colectiva, “basada en los testimonios del elenco y más de 100 adolescentes chilenas”, dice el programa. Es decir, en el mejor de los casos, tendríamos que hacer una lectura de teatro documento, aunque se permitan cierto nivel de fabulación.

En este sentido, cabe pensar que la puesta en escena –hay que recordar que el teatro ante todo es un juego, juego escénico al fin– consiste en vomitar, por parte de las nueve actrices que actúan con su nombre real, una serie de atrocidades situacionales y padecimientos abominables por el mero hecho de ser mujer. Si a esto se añade que son un grupo de adolescentes que cuentan su drama personal, hay que reconocer que el espectáculo perturbe tanto por lo que narran como por la forma de actuar.

Y es que gran parte de la obra tiene un desarrollo expositivo, aunque intercalando a las denuncias, se muestren aspectos de crítica, reproches y rebeldía juvenil. Al autoritarismo paterno contraponen las incoherencias y contradicciones de los adultos; las violaciones sexuales tienen la réplica en la falta de comprensión de la sociedad en general que culpabiliza a la adolescente, al fin mujer; el acoso en el ámbito escolar no encuentra el diálogo ni el cariño por parte de profesores y familiares; ser lesbiana “es una enfermedad”; el maltrato físico, sicológico y moral; el machismo en todas las circunstancias y ambientes; desprecios, escupitajos e incomunicación; obligación a concebir una criatura tras la violación, el olvido, la soledad…

Con este cóctel de injusticias y padecimientos, las adolescentes estallan en comportamientos bárbaros con la música y la forma de diversión, con el lenguaje procaz, con la forma de vestir, con la manera de luchar y exigir la igualdad. Las adolescentes que, con una visión machista podrían ser inocentes gatitas, se transforman en feroces felinos adultos que arañan con la palabra, que gritan, que exigen su puesto en el relevo generacional. Es el relevo que ha existido en el devenir de la historia, pero ahora es un relevo donde la mujer se impone en positivo valor político, ético y de relación.

La puesta en escena dirigida por Marco Layera resulta algo confusa con transiciones de fiestas “hip-hop” mostrando un sentido transgresor. Da la sensación de que el público asiste a una performance con un mitin político que denuncia la situación del estado de excepción decretado por Piñera, el Presidente de Chile. Ciertamente, el mitin podría estar fuera de lugar, pero las noticias de otros países que están en el pensamiento de la gente de hoy no dejan lugar a dudas acerca de la oportunidad y de su universalización.

Desde el punto de vista artístico, el montaje muestra escasa solidez tanto en la estética como en la narrativa, aunque hay que reconocer que el collage también es un tipo de estética artística. Hay mucho barullo y todo se resume en varias proyecciones documentales y otras de la escena en vivo dentro de un contexto grupal marcado por el jaleo, la rabia y la osadía. La pieza grita no solo por lo que se reclama (justicia, consideración hacia la mujer, denuncia…), sino por los gritos constantes de las actrices / personajes. Hay rabia justificada y coraje en estas mujeres que el director ha dejado jugar sin un discurso preciso y nítido. Quizá lo más claro que muestra la pieza sea los sucesos y padecimientos de unas adolescentes que reclaman un relevo generacional. Que no es poco, pero hay que recordar que estamos hablando de un espectáculo teatral.

Con todo, la mayor parte del público del Gran Teatro Falla de Cádiz aplaudió largo y con intensidad, sobre todo, después del mitin una vez terminada la función en sí; pero también hubo un público que se incomodó.

Manuel Sema Sanz

Espectáculo: Paisajes para no colorear. Autor: Colectivo. Elenco: Ignacia Atenas, Sara Becker, Paula Castro, Daniela López, Angelina Miglietta, Matilde Morgado, Constanza Poloni, Rafaela Ramírez y Arwen Vásquez. Dramaturgia: Carolina de la Maza y Marco Layera. Diseño escenográfico e iluminación: Pablo de la Fuente. Dirección: Marco Layera. Compañía La Re-Sentida de Chile. 34 Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz.

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