Críticas de espectáculos

Panorama desde el puente

(Crítica escrita antes de su triunfo en los Premios Max)

La necesidad de una reposición

También se habla de crisis en las artes escénicas. Mientras esperamos una catarsis que suceda a la tragedia de las torres, nos enfrentamos, en el sector, a la sempiterna oleada de quejas que acusa en todas direcciones y reclama un teatro de mayor reflexión. Si bien es cierto que los productores no se arriesgan, frotándose las manos con espectáculos de evasión y musicales repescados de Broadway, también es, por otra parte, real, la existencia de personas que apuestan por un teatro de calidad. Es el caso que nos ocupa. La obra narra la tragedia familiar de unos inmigrantes italianos que desembarcan en el Nueva York de los años 50. El «panorama» que Miller compuso en 1955 tenía un fuerte contenido social que no mermaba la calidad de un texto superior.
Conserva la frescura de un lenguaje que nos lleva directamente a la América de los 50 y que nos atrapa en el desarraigo de los personajes, inmersos en el conflicto de la inmigración americana. La obra avanza más allá de la marginación y nos enfrenta directamente a los entresijos de unos seres brutalmente humanos. La familia de Eddie Carbone acoge a dos hermanos mojados en la pobreza. Su llegada desencadena la tragedia en los «muelles» de la familia Carbone. Todo encaja en este panorama lúcido desde las alturas, en este texto sólido de personajes ambiguos y múltiples interrogantes.
Miguel Narros deja correr, con sabiduría, la inmensa riqueza del texto. Para ello ha contado con un inspirado Andrea D´Odorico, cuya devoción por la arquitectura le ha llevado a construir una versátil casa-escenario que revive, con gran realismo, la época de los 50 (contribuye también el vestuario que ha confeccionado el mismo D´Odorico). Así, la sobria escenografía es magnífica y logra reunir en un mismo escenario, la compleja trama que Narros acierta a desenvolver. En su puesta en escena, todo significa, no hay cabos sueltos y tampoco excesos de forma. Hace y deja hacer al texto. Explica Mendoza que tampoco ha deseado revolver demasiado la obra («su contenido sigue siendo vigente»). Y es que, no es ya el contenido social lo que justifica su reposición; es su merecida reputación de nueva tragedia clásica lo que nos lleva a recibirla con los brazos abiertos. Mucho debe aprender la vanguardia de los viejos sabios, tanto de Miller como de sus predicadores, Narros y compañía.
En cuanto a los actores, destacar la labor de Helio Pedregar; nos ofrece un Eddie Carbone soberbio y visceral. En conjunto, un espectáculo explosivo e intenso, robusto y riguroso.

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