Críticas de espectáculos

Penev/Xavo Giménez/La Teta Calva

Jugar a perder

Da la casualidad, o no, que estos días los medios recogen una noticia que hace referencia a un informe de la OCDE donde se señala la diferencia que existe entre los países ricos y los países pobres. Esta diferencia ha aumentado considerablemente en los últimos años. Al mismo tiempo en nuestro país, España, también se ha disparado la distancia entre la gente pobre y la rica. No parece una casualidad que los ricos ganen cada vez más y los pobres progresivamente menos. La crisis económica ha afianzado el ecosistema de un capitalismo voraz en el que no importan las personas, sino el dinero; la crisis esta está validando la marginalidad.

De esto nos habla la obra «Penev» que la compañía valenciana La Teta Calva ha presentado en la sala Cuarta Pared de Madrid. De ricos y pobres, perdón, habla de los pobres, de los individuos que simbolizan un colectivo de gentes que son perdedores y, a su vez, ya es el colmo, juegan entre ellos a perder.

El espacio es una tienda de viejo, metáfora de la miseria donde se almacena lo que queda de las personas que han tenido que claudicar para malvivir. Este comercio es la antítesis de la opulencia que puede ser El Corte Inglés donde llega la primavera y el glamour.

En la tienda de objetos usados los dos amigos se intercambian objetos diversos, libros, discos antiguos, un giradiscos, un muñeco, la cazadora del vendedor, una silla de ruedas, una escopeta con mira telescópica, todo es susceptible de cambio. Practican un tipo de trueque que fusiona el trapicheo con la misericordia. Ambos saben más de sus debilidades que de sus fortalezas, las propias y las del contrario; ambos, al igual que el coleccionista de cromos de futbolistas, intuyen que nunca completarán la colección, no ganarán; ambos se necesitan y ayudarán pero solo una trama tramposa urdida a conciencia, o quizá por el azar, será capaz de romper el equilibrio para que, al menos uno de ellos, pueda romper el círculo y escapar de la precariedad.

La obra está planteada a modo de juego dentro del juego de supervivencia social. Los dos personajes juegan a ser actores y viceversa; primero se presentan como personajes que intercambian cromos, acción significativa de la obra, para pasar a ser actores que van a representar su propio drama vital.

Y es que, uno ama el fútbol y odia el teatro, a la vez que el otro ama el teatro y odia el fútbol. Los dos confluyen en la memoria de una infancia ensombrecida por las carencias en un barrio marginal del que no han podido salir. La diferencia de intereses quizá sea la anécdota que marca la diversidad.

El caso es que los dos personajes se transforman en actores para representar, de forma preferente, la historia de Antonio con un hijo al que no puede llevar al estadio para ver un partido de fútbol por motivos económicos, y con una madre imposibilitada debido a una caída en la calle por un adoquín eternamente suelto. Esta historia, y el nombre del jugador valencianista Lubo Penev, sirven de trama para reflejar todo el submundo de quienes juegan a no ganar.

El texto escrito por Xavo Giménez posee una hermosa poética para describir la pobreza sin dramatismos, para formular la precariedad sin victimismos, para aportar soluciones sin explicitar. El texto transita por la crítica amarga al sistema social, pero se sirve con un excelente y fino sentido del humor.

Por otra parte, el texto parece estar escrito a modo de dúo musical. No sabría decir qué instrumentos lo interpretan, quizá sea un dúo vocal simplemente. Pero la musicalidad, los tempos y los ritmos están presentes en esta composición. Los contrapuntos –los dos hablan a la vez en alguna ocasión–, los cambios de ritmo, las intensidades –a veces marcadas por el histrionismo y otras por el susurro–, los silencios, sin duda, conforman una pequeña sonata musical.

La puesta en escena creada e interpretada por Toni Agustí y Xavo Giménez, responde a un teatro íntimo en el sentido del espacio, poético en cuanto al significado de los elementos, y minucioso debido a la manipulación de objetos y al intercambio de roles en la interpretación.

El espectáculo resulta brillante y limpio tanto desde el punto de vista de los diálogos que fluyen con nitidez, como desde los juegos de representación de escenas que, a pesar de los cambios constantes, surgen con formidable agilidad. Quizá, debido a lo entretenido del montaje, el final se precipita de forma inesperada; pero, tampoco hay que esperar a dar más vueltas al tema cuando se ha contado lo que se pretendía contar.

El trabajo de los dos actores está dentro de lo espléndido cambiando de registro con ductilidad para ajustarse a la partitura. Personajes e intérpretes se funden con sensibilidad y equilibrio para no caer en la superficialidad.

Manuel Sesma Sanz

Espectáculo: Penev – Dramaturgia: Xavo Giménez – Interpretación y dirección: Toni Agustí y Xavo Giménez – Iluminación: Martín Crespo – Producción: La Teta Calva – Sala Cuarta Pared de Madrid, en gira.

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