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Performance como perforación según Jan Fabre

«La performance per me è un po’ come perforare se stessi, interrogarsi, chiedersi cosa significa questa pelle che abbiamo…» El concepto de performance del belga JAN FABRE recoge la dimensión experimental del arte desde la perspectiva de un científico o un entomólogo. La vida es constante transformación y los seres humanos, igual que los insectos, sufren metamorfosis gozosas.

Ese dinamismo vital inaprensible e imparable de la naturaleza es consustancial al género de la performance, evento espectacular irrepetible.

Esta acción siempre conlleva un alto grado de desafío a las convenciones artísticas, socioculturales y políticas, también a nuestros modos usuales de percepción, para producir una atracción derivada de su carácter innovador.

Otro factor sumamente seductor es la sensación de que el acontecer en una performance es improvisado, en cierto sentido azaroso, libre de la previsibilidad de cualquier lógica narrativa. Sin embargo, solo se trata de una sensación, de un espejismo ya que la performance responde a una dramaturgia previamente trazada, a una partitura o a un mapa de ruta previamente diseñados, a una voluntad predefinida. De hecho existen infinidad de ejemplos de performances de Tino Sehgal (León de Oro de la Bienal de Venecia y nominado al Turner Prize de este año), de Marina Abramovic o de Yoko Ono, por citar solo algunos de los ejemplos más conocidos, que son repetidas y adaptadas a diferentes espacios y en diferentes momentos.

Actualmente puede visitarse en el MAXXI de Roma (Museo Nazionale delle Arti del XXI Secolo) la muestra titulada «STIGMATA. Actions & Performances. 1976-2013» de JAN FABRE.

Diseños, fotografías, instalaciones escultóricas, escritos sobre arte y teatro, grabaciones audiovisuales de performances, sus «thinking models», esos modelos que le ayudan al artista a estudiarse y a estudiar el entorno que le rodea, configuran una exposición que, en cierta manera, constituye una particular historia del género de la performance.

«STIGMATA» se dirige a nuestra mente pensante, con todo su aparato documental del que puede extraerse una cierta filosofía del arte, pero también se dirige a nuestra sensibilidad espectatorial provocando efectos casi tan contundentes como los experimentados ante un espectáculo teatral o ante una performance.

Las imágenes fotográficas y los dibujos (muchos realizados con su propia sangre). Las esculturas (el hombre sentado ante un microscopio, todo él con una epidermis, traje, sombrero y calzado de púas, clavos y chinchetas, al igual que la mesa, la silla y el microscopio). Las indumentarias montadas sobre maniquís (armaduras insectívoras, trajes plagados de billetes, camisas blancas ensangrentadas y agujereadas por balas). Las grabaciones audiovisuales. Todo ello referido a trabajos como «Money Performance» (1978), «The Rea(dy)make of the Money Performance» (1980), «Money (Art) in Culture» (1980), «Ilad of the Bic-Art» (1980), «Ilad of the Bic-Art, The Bic-Art Room» (1981), donde ese «Ilad» es el anagrama de Dalí, una de las influencias, junto a la de Marcel Duchamp, más palpables en sus primeras acciones, «The Man Measuring the Clouds» (1997-2000), «Sanguis/Mantis» (2001) y «Art kept me out of jail (Homage to Jacques Mesrine)» (2008), forman un conjunto diverso y, a la vez, profundamente coherente, que impresiona.

Paseando por entre las casi cien mesas de vidrio montadas sobre caballetes de madera que albergan fotos, dibujos, diseños, escritos, pequeños objetos y esculturas (insectos disecados con injertos diversos: brocas de taladro, chapas de botellas, espirales metálicas de descorchador…, el muñeco yaciente, desnudo, con un enorme pene en erección, maquetas con minúsculas esculturas hechas de monedas…) se van descubriendo ciertas constantes del artista plástico y del performer que florecerán, de manera sobrecogedora, en sus espectáculos posdramáticos de gran formato, como «L’HISTOIRE DES LARMES» (que inauguró el 59 Festival d’Avignon 2005), «JE SUIS SANG» (55 Festival d’Avignon 2001) o «ORGY OF TOLERANCE (2009): la inspiración en los maestros flamencos de la pintura, con sus escenas medievales grotescas de flagelación y castigo, la puesta en práctica del teatro de la crueldad de Antonin Artaud, la centralidad del cuerpo y de todos sus fluidos (sangre, sudor, lágrimas, saliva, orina, flujo, semen), la crítica al dinero y a la sociedad acomodada de consumo.

Ciertamente, Jan Fabre es un guerrero de la belleza, pero también un perforador del siempre actualizado decoro burgués, incluso en épocas de crisis como la actual.

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