Foro fugaz

Personajes  

Yo. Tú. Ellos. Ellas; todos somos personajes en potencia. Tú, con tus años y tu experiencia; yo que pretendo atraer tu atención con estas notas, ellos y ellas, los jóvenes que aparecen en YouTube como reyes de lo efímero. Políticos, actores, pintores, empresarios, vagabundos, todos cargamos con el personaje que nos hemos construido a base de fracasos cotidianos, contradicciones íntimas y pequeñas victorias. Nuestra máscara social que fluye en los transportes colectivos, en las oficinas, en la calle, posibles sujetos de ficción.

Un personaje, como los de Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello, como el Don Juan de múltiples resonancias y autores, como el Fausto de Marlow o Goethe. O los personajes emblema del Teatro Kabuki, del Teatro Noh, del teatro balinés… El teatro es el reino de los personajes y quien habla de personajes atrae de inmediato a actrices, actores, ellos mismos frecuentemente ídolos de carne y hueso, venerados en vida, olvidados en su muerte. Pero ciertos personajes de teatro pueden aspirar a la inmortalidad.  

No olvidemos que nuestro imaginario está construido de esos emblemas que condensan realidad, positiva o negativa: el personaje. Shakespeare era un maestro en la creación de personajes aunque no todos eran suyos; en el siglo XX empezaron las arremetidas en contra de los personajes y fueron nombrados con números o letras, se acabaron Medea, Hamlet, Don Juan, Cirano; pero en las verdaderas creaciones reaparecen a pesar de que quisieran borrarlos en aras a una creación colectiva que despersonaliza, tal vez porque ahora todos pertenecemos a una masa infusa y sin carácter, sólo números de un catálogo. 

El teatro surgió cuando el canto del coro griego se individualizó y surgió Agamenón con sus culpas, Orestes y su hermana Electra con su venganza; Edipo y su ceguera que ha marcado nuestra sociedad, así como Antígona la joven y su rebeldía, símbolo de la lucha en contra de la fuerza del gobernante. Destinos condensados en personajes; personajes encarnados en actores, teatro, puro teatro.

Personaje, carácter, actor, y lo que sigue, porque detrás de cada sombra hay una historia, algo que ocurre y que ocurrirá en ese presente absoluto de la escena. 

Ahí está la clave de la vigencia del teatro y sus sucedáneos contemporáneos, series, películas, y escenas de creación colectiva: porque todos llevamos inscritos un personaje; por eso nos es fácil identificarnos con otros, y sus dudas y audacias existenciales son las nuestras. Éxito garantizado para las redes sociales en donde cada cual se pone en escena y es su personaje principal.    

El autor sigue siendo un revelador de personajes, de caracteres, de las situaciones en las que evolucionan; lo vemos en las obras de Juan Mayorga, en las de Ionesco, de Beckett que se acercó peligrosamente a la no persona. Ideas que barren la escena, pero las ideas necesitan encarnarse en actores, en personajes que como espantapájaros invaden nuestros sueños y memoria (tan parecidos unos y otros). Los personajes desbordan de la escena teatral para aparecer en los resquicios de la realidad. 

Nuestras democracias se nutren de personajes rimbombantes. Danton vs Robespierre, en la necesaria obra de Georg Büchner sobre la Revolución Francesa, pero están los otros, los inmediatos: votamos por aquellos que representan nuestro inconsciente grotesco, y muchas veces nuestros más bajos instintos. Lo sabemos desde Alcibiades el griego, que supo traicionar para convertirse en una veleta histórica, y lo vemos con los terribles opresores de la historia reciente en el siglo pasado. Personajes siniestros por los que votamos para que llegue a instalarse en nuestras realidades distorsionando nuestro devenir. Galerías de verdugos por los que en muchas ocasiones estamos dispuestos a ofrendar nuestra vida, como ha sucedido en las guerras del siglo pasado. 

Por eso vive el teatro, porque cristaliza realidades en personajes. Destino y peripecias, rostro y sentido, somos lo que pensamos, personajes de nuestra insignificancia magnificada por la máscara teatral.

París, diciembre de 2020           

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