Aclárate la voz

Piedras

Recuerdo mis primeras clases de voz como profesor. Hace ya más de veinte años. En las manos, la formación en Arte Dramático, las clases de canto que tomaba desde mis diecisiete años y la corta pero intensa experiencia como actor profesional pero, sobre todo, tenía la juventud. Y en la juventud, la inexperiencia se compensa con entusiasmo, corazón, arrojo, curiosidad y fuerza vital. Quizás cambia su forma de expresión pero, por fortuna, estos pulsos vitales se mantienen con el llegar de los años. El trabajo, el mucho trabajo detrás de cada paso dado, también. Y todos estos pasos sedimentan en experiencia. Experiencia que crea sentimiento de confianza en la que posarse y un gran mapa de referencias vividas; guías que te hablan al oído cuando te encuentras frente a un paisaje nuevo. Atrás se va quedando el esfuerzo a discreción, el oscuro. Cada escena, cada clase, cada canción y montaje son caminos más tranquilamente placenteros de recorrer.

De aquellos años me llamaban la atención muchas cosas, pero, de entre todas ellas, dos que señalaron la dirección de mis pasos posteriores, tanto en lo personal como en lo profesional. La primera, que me encontraba de frente a estudiantes de arte dramático que aprendían la técnica vocal – con la perspectiva de hoy en día diría que bastante escuálida pero, eso sí, en la línea de lo que se movía por aquel entonces en la mayoría de las escuelas y como la que, todavía, hoy en día se mueve – y esta técnica desaparecía por arte de magia ante una emoción «X». A partir de ese momento, ya ni se oía la voz ni se entendían las palabras. El actor se bloqueaba. Lo recuerdo con cierta alarma y angustia porque no encontraba soluciones, no tenía herramientas. Veía que faltaba algo y que ese algo era importante. El mundo interno de la persona entraba en el caos, en el bloqueo y en vez de ser fuente de creatividad se convertía en un vía crucis de piedras a transitar. La segunda, que en muchas ocasiones parecía que la voz y el texto no estaban enraizados en el actor. Aquello que se oía no parecía tener columnas solidas en el actor y por lo tanto, al primer temblor de tierra el edificio se caía y la interpretación no llegaba. Comprendía que las razones podrían estar en un trabajo de interpretación deficiente.Aquí comencé a comprender que una formación vocal no construida desde una óptica de continuo que abarcase desde la percepción de la sensación, su transformación en emoción, el componente imaginario que le acompañe, su traducción en movimiento, su comprensión racional y hasta la expresión canalizada que da forma al mensaje que se tiene la intención de comunicar es una formación quebradiza. Una formación segmentada de la globalidad de los procesos creativos internos tendrá poca capacidad para responder a las exigencias profesionales. Estas eran las dos grandes piedras que me encontraban. Y para poder comprender mejor el camino decidí recorrerlo en primera persona. En aquel entonces me era imposible acompañar a nadie en un viaje que, salvando las diferencias, no hubiera realizado yo primero. A partir de aquí, los pasos dados los podéis ver en mi biografía. Unos pasos de proceso personal creativo e íntimo de doce años de duración…..y en evolución.

Borja Ruiz, recoge en su libro «El Arte del Actor en el Siglo XX» el concepto de vía negativa acuñado por Grotowski «no se trata de adiestrar al actor con diferentes técnicas vocales, sino de desbloquear los obstáculos que le impiden realizar un trabajo orgánico. Aplicado al trabajo global sobre la voz, esto se traduce en no circunscribir el trabajo vocal exclusivamente a la voz, e implicarla en una acción que también involucre al cuerpo, a la mente y a la propia historia personal del individuo». He realizado mi particular vía negativa. Y es clave. Kristin Linklater en » Thoughts on Theatre, Therapy and the Art of Voice» dice, «La última advertencia a cerca del trabajo emocional con los estudiantes de arte dramático – incluiría actores y cantantes profesionales – es que el profesor debe estar lo más sano posible desde el punto de vista psicológico y emocional». Honestamente tengo que decir que, la premisa, en general, no se cumple. Y ésta, sí que es una gran pero gran piedra.

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