Y no es coña

Prohibido dimitir

Es difícil recordar una dimisión en los últimos tiempos, o sea, desde las elecciones de 1977, dentro de los asuntos institucionales dedicados a las artes escénicas. Si abrimos el diapasón, en instituciones culturales sí que han existido personas que han colocado por delante la dignidad de su función, de su labor, incluso de su cargo, que el sueldo extra  y el coche oficial, si tocaba. Pero en los teatrales y dancísticos hasta Nacho Duato, que lo único que hizo fue adelantarse a un vergonzoso cese, es como si con el nombramiento para desempañar cualquier cargo, se firmara una cláusula que prohibiera dimitir. Y miren ustedes que existen motivos múltiples para que una o varias de estas personas hubieran tenido ese gesto dignificante.

Se puede dimitir por muchas causas. Por mala gestión. Por errores varios. O por no lograr los objetivos planteados. Formulada así la frase, estamos hablando de un imposible. Nadie acepta una mala gestión, sino que siempre se echa la culpa al empedrado. Errores no los comete un gestor ni queriendo, tienen la protección de los dioses. Son siempre malas interpretaciones o insidias de los envidiosos. Y lo de no lograr los objetivos planteados, es metafísicamente improbable: no existen objetivos. Existe remodelación del lugar adonde se llega, colocación de amigos y/o familiares de primera línea, quitar a quienes puedan tener ideas y objetivos, y empezar a dejarse llevar por la rutina, las reuniones donde lo único que se trata es de preparar la próxima reunión, la negociación presupuestaria, y pocas cosas más.

También se puede dimitir por considerar que los jefes orgánicos y presupuestarios, no cumplen con los compromisos adquiridos. En este punto es en el que estamos actualmente. En un gran número de unidades de producción institucional, teatros y auditorios de titularidad pública, existen funcionarios que han logrado la plaza por una oposición o concurso. Ahí tenemos un problema, la sociedad en general, no ellos, ya que lo único que sucede es que si no existe presupuesto, no existe actividad y se pueden plantear la amortización de la plaza. Pero la realidad es que en muchísimos de los casos, quienes programan o gestionan espacios públicos, también hacen otras actividades dentro de una laxa interpretación de la cultura, como pueden ser los festejos patronales. Por poner un ejemplo. En estos caso, es un decisión política, un acomodo a las circunstancias, poco más margen queda, y también existe la posibilidad de dimitir de algunas de las funciones con argumentaciones de peso, o pedir un traslado.

Pero existen también contrataciones digitales, para dirigir teatros, festivales, instituciones, y es ahí donde la posibilidad de la dimisión entra, para quienes vemos la vida desde cierto prisma, como una probabilidad para no convertirse en cómplice de un deterioro. En utilizar la dimisión como denuncia de una situación, y como manera de proteger su propia profesionalidad, su currículum. Porque no se puede hacer lo mismo con un presupuesto, que con otro mucho menor. Y si se van bajando las dotaciones y se sigue haciendo lo mismo o parecido, se está haciendo a costa de rebajar o la calidad o los servicios, o por aprovechar la debilidad de la parte contratada. Probablemente cunde la idea de hacer lo mismo con menos, que es nefasta. O de hacer todo lo posible para que no se note, que es camuflar una realidad.

Es posible que se entienda que dimitir es dar una muestra de debilidad, que es una renuncia de cobardes, cuando yo entiendo justamente lo contrario, que es un ejercicio muy sano, que ayuda a concienciar a la población, a generar un espíritu ético por encima de sueldos, prebendas, coyunturas y connivencias. Y se puede y debe dimitir desde lo contractual, lo funcionarial y lo político. Yo espero dimisiones en Asturias. Pero llega Isabel Pantoja como jefa de dependientas del Zara-La Laboral y la imagen de la corrupción se eleva por encima de cualquier otra posibilidad interpretativa de tamaño desafío reaccionario. ¡Toma Moreno!

 

 

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