Zona de mutación

Que los dioses no nos silben al oído

El no-lugar, la no-acción, la no-actuación, el no-hombre. Los ácidos disolventes que la marea globalizadora desprende de sus designios llevan a la reflexión respecto a las conductas instituyentes que las acciones del artista pueden significar. Las presiones corporativas, en sus dictados del ajuste económico, dividen a las sociedades respecto a las capacidades individuales, como asimismo a los países, para solventar inclusivamente a sus pueblos. Entiende que ese Diktat es el mandato que elimina de un rango político significativo a las mayorías. Sus hechizos económicos son balbuceados por economistas a sueldo que trabajan para la clase poseedora. Las pertinaces discordias de izquierda-derecha, progresismo-conservadurismo, van mutando a una disputa sin salida. «Si se quiere salir de la idiocia de lo binario, es preciso introducir un tercer valor en el pensamiento, e incluso valores más elevados. La galantería, el humor, la dialéctica, la paradoja, todas esas formas retóricas son preciosas y nos ayudan a desarrollar el sentido del pensamiento plurivalente. Hasta ahora eran sobre todo los artistas quienes presentían que teníamos mucho para ganar si introducíamos una tercera perspectiva», manifiesta el filósofo alemán Peter Sloterdijk. Y es donde el proceso cultural aparece agresivamente convocante a una vital artisticidad. Una artisticidad ya no administrada, sino la noble artisticidad como premisa. Ya no se trata de los viejos y remanidos servicios del arte a la cultura dominante, o a las formalizaciones por decreto. Se trata de cuestionar el ver si lograremos ser por el no ser. Si alcanzaremos a visualizar la propia situación a través de lo que no somos o de no ejercernos como nosotros. Son momentos de acicatear a la sustracción, a la política evanescente del no estar, a las teologías negativas de lograrnos ver por lo que no somos. Frente a la ausencia de los impersonajes, de las artes desaparecidas, de las importantes obras que en el fondo no han tenido lugar, una nueva concretez. En qué nos benefician los imperativos del vacío impuesto. Cuáles son los humores levantiscos de rendimiento político frente a la banalidad premeditada. La creación de mundos de viajeros que atraviesan los agujeros negros hacia dimensiones alternativas reside en el torbellino inagotable de la sensibilidad artística. Para algo era la facultad de remitirnos a lo desconocido. No se trata de envilecernos atándonos a dilemas miserables. No hay adversario justo capaz de aquilatar las bondades de los relegados. Quieren la victoria para sustraerl/nos. Se trata de teñir los mares con otras unidades de medida, congruentes con la diversalidad artística. Los despachos se han secado de sus cantilenas. El funcionario es y será un ‘apparatchik’ al servicio. Operar por desborde. Canalizar las filtraciones. El viejo tachín-tachín de los dogmas no me tiene en cuenta como cifra. Falta que me dé cuenta. Debo alterar las contumaces sustancias disolutorias. Se trata de una nueva movilidad, de una reafirmada corporeidad por el que ‘doble’ deje de mandar los remanidos mensajes de los dioses agotados. Se trata de condensar la vieja doblez representacional en una original compacidad. Yo soy Otro, sin costura.

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