Y no es coña

Rebajemos la demagogia

A la demagogia le sienta mal la alegría del libre pensamiento. Todos tenemos un cupo demagógico que una vez superadoentramos en zona peligrosa. Los demagogos pueden soportarse de la misma manera que convivimos con un exceso de colesterol. Los que peor sientan son los que utilizan la demagogia ambiental para encumbrarse como adalides de la contrarreforma. Nos referimos única y exclusivamente a asuntos de las artes escénicas. No entramos, por recomendación de la inteligencia latente, en asuntos políticos partidistas.

Estar escuchando a altos cargos de la gestión cultural brasileña planteando los retos que tiene este gran país (un continente) en los próximos años para reconducir y replantear toda su estrategia de consolidación de las artes escénicas, sus diversos gremios y especialmente la coordinación de acciones conjuntas con todos los agentes estableciendo un hilo conductor básico a partir de los grandes festivales internacionales me reconforta en el sentido de que en todos los lugares hay problemas similares pero lo que cambian son las actitudes de quienes puede resolverlos y quienes son los afectados. Y el presupuesto que se destina desde los poderes públicos y las posibilidades de colaboración con las entidades privadas.

Llevo muchos años escuchando a directores de festivales internacionales iberoamericanos planteando planes de colaboración, estrategias conjuntas, creando plataformas para su mejor desarrollo. Siempre se hace desde una actitud constructiva, generosa, incluso ingenua en ocasiones, en donde se establecen esos lugares de colisión, en el que se debe justificar la existencia de un evento cultural por el dinero que genera, por su reivindicación de industria que crea riqueza, puestos de trabajo y un largo etcétera.

Mantengo una postura numantina: todo debe ser explicado única y exclusivamente por el valor cultural de lo que se haga, sin más demagogias ni postureos. Obviamente, cuanta más actividad exista, en términos generales, más incidencia tendrá en el PIB. Por cierto en lugares como Francia donde estás cosas se toman con espíritu «patriótico», se ha demostrado que la Cultura genera mucha riqueza, mucha, pero es que mucha y está por delante de industrias pesadas en su contribución al PIB. Y lo dicen las estadísticas del gobierno, no un atrabiliario comentarista.

Las discusiones sobre los festivales o ferias o eventos que concentran actividad teatral se mantendrán porque estamos ante algo que está vivo y que no tiene una manera única de afrontarse. Lo mismo que la circulación de las obras y los espectáculos en el extranjero. De momento, hasta donde yo conozco, si los gobiernos locales no ayudan a los viajes, no existiría presencia de esas obras. Es así. Pero no es de eso de lo que quería hablar, sino de un asunto que me tiene el corazón partido: los Premios Ceres como colofón del Festival de Mérida.

De entrada estoy a favor de todo aquello que ayude a establecer el Teatro en el imaginario colectivo como algo importante. Desde hace años formo parte de muchos jurados, y aseguro que las decisiones se toman con limpieza, a favor de patrocinador, evidentemente, pero sin coacciones que hagan cambiar valoraciones. Es mi experiencia y así lo he dicho cientos de veces. Por lo tanto, no pongo en cuestionamiento al jurado, ni mucho menos a los premiados, todos merecedores del mismo, al igual que otros que no lo obtuvieron y lo obtendrán o no, eso no tiene importancia. Lo que sí me produce una cierta inquietud es el contexto donde se celebran, su formato, algo rimbombante me parece y sí, el gasto declarado de lo que cuesta organizar esa ceremonia que a día de hoy no acabo de entender a quién favorece. O lo sospecho pero no tengo argumentos suficientes para demostrarlo. Han cambiado de partido en el gobierno en Extremadura y siguen, por lo tanto es algo que me imagino que Jesús Cimarro propone en su proyecto y se lo aprueban.

Sí es importante para mí alguna comparación con la realidad, lo que se gasta en una cosa y otra, en que se puedan justificar esas cifras (hablan de 600.00 euros) para una noche de gloria y glamour, con retransmisión televisiva sin apenas audiencia, mientras los problemas de compañías, escuelas, espacios de exhibición, circuito en Extremadura no son solucionados. Es un poco demagógico, lo sé, unir o enfrentar una cosa con otra, pero no es malo reflexionar, colocarse algún punto de referencia.

Yo entiendo perfectamente que los premiados extremeños renuncien al premio y lo hagan argumentando lo que anteriormente expongo, al igual que uno siempre se siente cercano a quienes en los últimos años han renunciado al premio nacional de alguna especialidad, pero no me ha gustado, pese a entender su postura, el argumento de respuesta de Jesús Cimarro, acusándoles de despreciar y demonizar a los que sí lo aceptan. No es eso, cada cual hace con su conciencia lo que puede, se coloca y posiciona ante los hechos como sabe o quiere. Una renuncia activa no es señalar a nadie, es clamar por algo que parece está descompensado.

Probablemente son buenos los Premiso Ceres, pero está mal planteada su ceremonia de entrega. Y repito, si todos bajamos el nivel de demagogia en sangre, quizás nos vayamos entendiendo un poco mejor. Entre otras muchas razones porque no existe una solución mágica global, ni nadie tiene toda la verdad.

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