Negro & negro

Reflexiones de verano

En plena Semana Grande donostiarra, la ciudad llena de visitantes, las playas a rebosar, los teatros a tope y mucho, mucho calor. Personal de todas partes y en todas partes. No se puede aparcar, es difícil comer en el centro y cualquier cosa que se te ocurre hacer se les ha ocurrido a otros tantos con anterioridad. Ante este panorama me quedo en casa y decido sentarme ante el ordenador pensando escribir el artículo para Artezblai. Un artículo que plantee varias reflexiones sobre la situación a la que hemos llegado en las artes escénicas.

El Gobierno. No voy a volver al tema del IVA porque empieza a ser una obsesión. El 21% del IVA es letal. Hay que rectificar… YA.

El Ministerio de Cultura. No sólo recorta drásticamente las subvenciones a las artes escénicas sino que sus criterios son cada vez más injustos y arbitrarios. Reparten miserias a la gran mayoría y camuflan distintas vías para dar más a los mismos. Como si la decisión estuviera fuera del propio Ministerio. Y además se piensan que el sector no se entera. Ellos felices. Se ha convertido en un «club» de acomodados con «derecho de admisión».

Los Ayuntamientos. Muchos de ellos en franca caída libre. Cada vez con mayor injerencia política, menos presupuesto y con unas ganas enormes de deshacerse de sus teatros. Publican concursos públicos que casualmente adjudican a los mismos que reciben la «pasta» de los de arriba.

Lo público en general. La Educación, la Sanidad y la Cultura deberían ser asumidas directamente por los estados y las administraciones. Lo privado debe tener su sitio; no «El Sitio». En el Estado español ni asumen la Educación, que la privatizan, ni asumen la Sanidad que la venden, la cobran y la recobran y ¿qué vamos a decir de la Cultura? y ¿de las Artes Escénicas? La desidia, la irresponsabilidad y la dejadez son los criterios.

El sector. En el sector pasa un poco de todo. Están los empresarios que intentan aprovechar la crisis para adquirir teatros y equipamientos a precio de saldo. Están los que abusan de la falta de trabajo e imponen unas condiciones laborables abusivas. La gran mayoría: entusiastas e idealistas. Personas, artistas generosos que se juegan su dinero, su tiempo y su vida por ese veneno que es el teatro, por esa necesidad de contar, por ese derecho de llegar al público. Un sector en su gran mayoría ignorado, despreciado, no pagado y no contratado. El otro día me decía una de las mejores compañías de teatro que hay en España: «hemos pasado de 150 funciones al año a 50». Y así, muchos… demasiados.

El público. El público de hoy día sigue acudiendo a los teatros. No es verdad que la crisis ha alejado al público de los teatros. Ese mensaje que se insinúa y alguien quiere que cale en la sociedad no es cierto. Es verdad que el público selecciona más y está más radicalizado que en épocas pasadas. También es verdad que tenemos un público fruto y consecuencia de la valoración que tiene el Arte en el marco de la Educación. Pero también es verdad que muchas personas son capaces de priorizar en su ocio, en su economía y en su vida, por acudir a las salas de espectáculos en vivo.

Aprovechemos nuestras fortalezas. La más importante es que las artes escénicas y lo que cuentan los artistas preocupan a ciertas clases, fundamentalmente políticas. Eso es lo más importante, quedémonos con esto. Porque la cortez de miras no van a acabar en España con el Arte de Thalia y sus más de 2.000 años de historia. Y sobre todo, las cosas mejorarán cuando el sector tome conciencia de su fuerza y no se calle más.

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