Y no es coña

Responsabilidad

Todos cuantos nos relacionamos con las artes escénicas debemos asumir nuestra responsabilidad en estos tiempos de crisis económica que nos está llevando a una desorientación que nos hace perdernos de nuestros objetivos debido al abandono de nuestras brújulas éticas e ideológicas fundacionales. Es el tiempo de mantenerse firme en sus convicciones, revisar los principios y desde ellos operar con el máximo respeto, sin excesos y sin tomar posturas de gamberritos de derechas que se puede confundir con una cierta pose ácrata divina, pero que no altera para nada el discurso imperante porque se trata de gestualidades vacías de contenido.

La responsabilidad en los medios de comunicación dedicados a informar de estos asuntos debería ser algo que se tendría ni que plantear. Pero como hoy en día el periodismo, las empresas periodísticas, son, en términos generales, muy débiles, se dedican a defender posturas partidistas sin ningún reparo, sin ninguna mediación de moderación. Sucede en los asuntos que son directamente relacionados con la acción política cotidiana, lo son con los asuntos más estructurales de la sociedad, con el modelo económico, con todo, llegando a una radicalidad muy ridícula. Y en España ha entrado en los medios más ultra conservadores una toma de postura anti-cultura que nos lleva a rememorar tiempos que creíamos superados.

La animadversión contra actores y actrices a los que consideran paniaguados, vagos y pertenecientes todos, en general, de la banda de los de «la ceja», para señalar que algunos se mostraron públicamente pidiendo el voto para Rodríguez Zapatero, y que ahora no les perdonan que se posicionen contra las barbaridades que está haciendo al actual gobierno en el desmantelamiento del estado de bienestar, lo que está creando un caldo de cultivo propicio para la desafección popular que, digo yo, algo tendrá que ver con la pérdida de públicos en el teatro y el cine, además, claro está, de lo que objetivamente la acción criminal de la subida del IVA ha representado.

Los críticos de los medios de comunicación generalistas van por libre. Se representan a sí mismos, no responden a consignas, si no a sus gustos y conocimientos. Pero cuando se hace crítica y además información, existe un momento de colisión, difícil de deslindar porque pertenecen a dos ámbitos diferentes. En el periódico La Razón, a toda página, se da una titular que dice: «ETA llega al CDN en vasco», es una provocación que escapa a cualquier contacto con la realidad y que tiene un tufo panfletario que asusta. Es una falta de respeto al Teatro en general, una pasada, un desquiciamiento, como llamando a la actuación violentas de los grupos más ultras que cada vez dan muestras de su crecimiento de manera más notable.

Lo terrible del caso es que la información la firma Miguel Ayanz, y leyendo su crónica, el tratamiento es bastante más respetuoso, informativamente más adecuado. Justo al día siguiente aparece en el mismo medio su crítica, y ahí, situándose ideológicamente, de manera legítima, tomando su postura de fondo, va opinando sobre sus formas. Eso es lo correcto, a mi entender, lo que ayuda a todos y no los excesos, ni el tremendismo de ningún tipo. Porque se puede estar en contra del montaje, del texto, de la interpretación de su contenido y argumentarlo con criterios que ayuden a los lectores del periódico, a los actuantes y al mundo de la cultura en general.

Sí, esto es un artículo moralista. Una llamada a la conciliación. Al entendimiento desde la discrepancia. Pido responsabilidad. A todos, empezando por un servidor.

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