Críticas de espectáculos

Ricardo III está proibido / Matei Viçniev / Teatrul National Cluj-Napoca

Revolución contra revolución

Puede que sea una paradoja o quizá una contradicción, o posiblemente las dos cuestiones a la vez. ¿Hasta qué punto la obra de un artista revolucionario, innovador, en su ámbito puede estar en contra de un movimiento político autodenominado Revolución?; o quizá haya que dar la vuelta a las premisas. ¿Hasta qué punto un Estado nacido de la revolución puede ser contrario a la revolución de un artista? Quizá sea ésa la cuestión. Solo un Régimen totalitario puede contraponerse a la libertad de creación de un artista. Ahí es la conclusión.

El dilema lo plantea el dramaturgo rumano Matei Viçniev (1956) en “Ricardo III está proibido” (según la grafía portuguesa). Y la cuestión se la traslada al espectador que asiste como componente de un tribunal en un juicio procesal.

Vsevolod Meyerhold (1874-1942) está considerado como uno de los autores rusos que contribuyó, tanto con sus obras como con sus aportaciones teóricas, a la renovación del teatro soviético en la época de Stalin. Transitó desde el naturalismo al constructivismo llegando al distanciamiento de Brecht para centrar la creación escénica desde cuatro ángulos: autor, director, intérprete y público. Tras fundar teatro y escuela propios, así como organizar grandes espectáculos de masas y agitación política durante el Octubre Teatral, cayó en desgracia por su oposición al poder absoluto de Stalin.

Es en este punto de la vida de Meyerhold donde el autor rumano Viçniec sitúa al autor ruso como personaje de “Ricardo III está proibido”. En la ficción, Meyerhold pretende escribir y dirigir un “Ricardo III” a partir del de W. Shakespeare. El protagonista se debate entre el personaje creado por el inglés y un nuevo personaje actualizado con la realidad política y social rusa del momento. En este sentido, la obra desarrolla la tesis de que el poder absoluto se contrapone a la libertad de expresión del creador.

La obra plantea un debate amplio en varios planos. Uno, la necesidad u oportunidad de adaptar una obra clásica –en este caso “Ricardo III” de Shakespeare- al contexto contemporáneo de su representación. Es decir, ¿hay que mostrar a los clásicos tal y como fueron concebidos por el autor en su momento?, o ¿con qué autoridad y criterios, un director puede realizar una versión del original? Es el eterno dilema de los artistas que toman prestados los valores de los clásicos para trasponerlos a la realidad actual.

En otro plano, el debate se sustancia dentro de la ética y el compromiso político del artista. Es decir, el debate se centra en la epistemología del arte: origen y finalidad de la obra, a quién se dirige, cuál es la implicación del artista con la sociedad a través de sus creaciones, cuáles son los límites morales, políticos y estéticos del artista, a qué y a quién sirve o debe ser útil el Arte, ¿todo es válido en función de la libertad de expresión?

Todas estas cuestiones están implícitas, algunas muy explícitas, en la pieza “Ricardo III está proibido”. Matei Viçniec ficciona a Vsevolod Meyerhold en el trance de adaptar el texto de Shakespeare según sus criterios de libertad artística o de hacer un espectáculo al servicio de la Revolución.

En este sentido, la pieza describe todas las presiones y argumentos que recibe de la Comisión del Ministerio de Cultura y Propaganda, del Servicio de Detección de Modernidades y Contemporalización Maléfica, del Servicio de Limpieza de Superficies Ideológicas, del Servicio para Subvertir Ideologías Subvertivas…, vaya, toda una serie de comisiones burocráticas que alegan: “Solo seguimos las órdenes del director”.

De este modo, Meyerhold se enfrenta a todo un entramado administrativo para influir en el trabajo, para dirigir el pensamiento y la libertad del autor. En la obra también hay presiones emotivas, intermediarios familiares, apelación a la conciencia, prisión…

La puesta en escena dirigida por Râzvan Mureçan posee una potencia dramática excepcional. El público, ubicado en dos gradas enfrentadas, asiste como jurado al proceso ideológico de un Meyerhold revolucionario disidente de la Revolución.

En el juego escénico se utilizan una serie de mesas móviles, bien para construir una especie de pasarela / escenario, bien como mobiliario escenográfico. En una de estas mesas con cajones se esconde Ricardo III; es la magnífica metáfora del espacio más privado y personal. “- Camarada, el interior de tu cabeza pertenece a los trabajadores. /- Mi cabeza es libre. Nadie puede entrar en mi cabeza, es un espacio privado”. En síntesis, es la tesis de la representación.

El montaje escénico cuenta con elementos plásticos de enorme impacto visual: la policía con cabezas de ratas, el paritorio de Tania, la cabeza parlante sobre una bandeja… En fin, el excepcional trabajo físico de los intérpretes y la disposición del público atrapan al espectador. La inmediatez con los intérpretes a los que se les escucha la respiración, se les percibe el sudor, aporta una fuerza dramática imponente que roza la piel del espectador.

El trabajo de la compañía Teatrul National Cluj-Napoca de Rumanía será de esos espectáculos que dejan huella en el 34 Festival Internacional de Teatro de Almada, Portugal.

Manuel Sesma Sanz

Espectáculo: Ricardo III está proibido. Autor: Matei Viçniec. Intérpretes: Matei Rotaru, Cristian Grosu, Alexandra Tarce, Miron Maxim, Radu Làrgeanu, Patricia Brad, Diana Bulunga, Cristian Rigman y Silvius Iorga. Escenografía y figurines: Râzvan Mureçan y Radu Lârgeanu. Iluminación: Jenel Moldovan. Sonido: Marius Rusu. Dirección: Râzvan Mureçan. Compañía Teatrul National Cluj-Napoca de Rumanía. 34 Festival Internacional de Teatro de Almada, Portugal.

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