Y no es coña

Selección de obviedades

El maestro Alfonso Sastre me enseñó que lo que uno considera obvio puede ser para otro un descubrimiento. Los que tenemos el desahogo de la escritura diaria en diversos medios de comunicación entendemos bastante de obviedades. Y de la insistencia en señalarlas. Y de las veces que decimos de un argumento de otro que es una obviedad. Como si así se invalidara algo. En Argentina hay un amplio espectro de maneras de decir “obvio”. La más imperativa es la que se pronuncia con esa uve bien remarcada, que una ciudadana argentina de núcleo urbano la puede decir en una jornada normal, unas veinticinco veces. Y lo más importante: no siempre tiene la misma carga significativa. Porque expresa tantas cosas a la vez, que se convierte en modismo.

Por eso y por tantas otras cosas, perdonen las reiteraciones sobre conceptos, obsesiones o ideas perfectamente copiadas. He pasado diez días en Almada, en su Festival Internacional, he visto espectáculos grandes, medianos y pequeños. Internacionales y nacionales, dando cabida a nuevas dramaturgias escénicas.  Escrito así parece una tablilla de Excel donde ir rellenando espacios con nombres de compañías, días, tiempos y precio a pagar. Y muchos están convencidos de así se programa un Festival, seguramente porque no se han puesto a pensar, porque han heredado el propio evento o porque no conocen otras maneras.

Este gran festival portugués parte de una Compañía estable, que crea un festival, que le dota de contenido, de carga simbólica, de lugar donde descubrir las tendencias europeas o iberoamericanas, y que logra convertirlo en una referencia identitaria y de diferenciación con otras ciudades a través del mismo, de tal manera que esa compañía convence al Ayuntamiento gobernado por el Partido Comunista Portugués, para que construya un edificio magnificente en el centro de la ciudad de Almada donde resida la compañía, el Festival y todo lo que de ello emana. Una sala pensada para hacer teatro, con escenario espléndido y quinientas localidades de visión total.

Recalco: viene todo de un pensamiento de la cultura y el teatro como servicio público, una concreción práctica de una idealización, un paradigma que muchas veces ni se conoce ni te toma en serio. Concentrar la producción-exhibición-comunicación como un todo. Añadamos escuela, tanto profesional como para la ciudadanía con vocación y tenemos un instrumento cultural y social de primera instancia. Se realiza con un convenio entre la propiedad pública, el ayuntamiento, de su Teatro Municipal, hoy con el nombre Joaquim Benite, el que encabezó este proyecto junto a otros compañeros y la complicidad de la alcaldía,  con una entidad privada, la Companhia de Teatro de Almada. 

Por si acaso faltaba un detalle, va una obviedad mayúscula: todo esto se hace por voluntad política que significa poner una partida de dinero suficiente en los presupuestos para que se pueda realizar. Las producciones propias, las programaciones, las campañas diversas y el Festival. Se debe tener ayuda estatal, y el festival lo ha tenido, aunque se ha denunciado este año que han recibido el mismo dinero de ayuda que en 1997, un mal síntoma. Y cuenta con otros colaboradores necesarios, como es lo lógico.

Existe, en Almada, al otro lado del puente 25 de Abril donde está Lisboa, una ciudad obrera, que se ha ido convirtiendo en una ciudad adyacente a la capital, que una gestión de muchos años realizada desde la perspectiva de su valor cultural y de valor ciudadano ha dado unos resultados magníficos.  El paradigma perdido es lo que nos ayudará a entender en su totalidad la bondad de este modelo. Por cierto la compañía mantiene un equipo actoral básico durante todo el año, que a veces deben desempeñar otras funciones circunstanciales y operativas.

Pero lo que es más saludable es que tiene una asistencia de públicos realmente importante. Y sus producciones propias se exhiben varias semanas.

Lo obvio es que funciona. Y lo más obvio es que es posible.

 

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