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Sentido y significado I. Comunicación

Hoy me voy a hacer unas cuantas preguntas porque tengo dudas y no es cuestión de escribir un artículo a base de afirmaciones, aunque ya acabo de hacer una afirmación: «tengo dudas».

¿El arte es comunicación?

¿Las Variaciones Goldberg de Bach son comunicación?

¿Qué nos comunica Bach en las Variaciones Goldberg?

Se supone, según las teorías más básicas, que la comunicación presupone un emisor o emisora, un mensaje y una receptora o receptor.

Si yo aquí, en este artículo, hago un ejercicio de comunicación me convierto en un emisor que tiene un mensaje a transmitir, mediante el código lingüístico, las palabras en mi castellano regular (porque yo, en realidad, soy monolingüe: me puedo comunicar en castellano y en otras lenguas, pero solo soy capaz de expresarme en gallego).

El asunto es que este artículo no es una obra de arte, así que, seguramente puedo instrumentalizarlo. Sí, este artículo pretende ser un instrumento de comunicación que intenta vehicular una aparente duda sobre si el arte del teatro es comunicación o no.

Pero, ¿instrumentalizar una obra de arte para que sea vehículo de un mensaje no conculca el principio de libertad inherente a la belleza que deslumbra en el arte?

Si el arte del teatro es comunicación, entonces esto implicará que toda obra de teatro y todo espectáculo teatral nos comunican ALGO, un QUE.

¿Qué me comunica, qué me dice, este espectáculo teatral?

¿Cuál es le mensaje que me transmite?

De haber tal mensaje se confirmaría el acto de comunicación.

Y, entonces, me pregunto:

¿La artista, o el artista, al realizar un acto de comunicación artística, no se está situando, jerárquicamente, por encima de la recepción, al presuponer que posee un mensaje que trasladar a la comunidad?

La artista, o el artista, posee ALGO que comunicar, un mensaje, que la comunidad, a la que dirige su acto artístico de comunicación, no debe de poseer.

De algún modo, casi parece que la artista, o el artista, sea un ente superior al resto. Un ser tocado por los dioses que se digna a comunicarnos mensajes. No me extraña que, siendo así, la artista o el artista sean vanidosos y se consideren seres especiales, dignos de admiración y adoración.

Evidentemente, estos razonamientos los hago con un toque de humor, consciente del reduccionismo, casi paródico, que implica asociar comunicación al esquema: emisor – mensaje – receptor.

La cuestión es que a mí, particularmente, las obras teatrales que más me han tocado, no sé definir con palabras su mensaje, ni siquiera soy capaz de afirmar que tuviesen un mensaje, un QUE.

Volviendo a las Variaciones Goldberg de Bach, o a Sweet Mambo de Pina Bausch o a Orgy of Tolerance de Jan Fabre o a Tragédie de Olivier Dubois, por poner solo unos pocos ejemplos del arte de la música, de la danza y del teatro, que también podríamos extender a la pintura, a la escultura etc., yo no soy capaz de definir un mensaje, ni dos ni tres ni cuatro, en cada una de esas obras de arte citadas.

Pero, ¿qué no haya uno o varios mensajes implica que la obra de arte es una forma vacía, un desierto?

El desierto está lleno de arena y, seguramente, de más cosas.

¿Existe el vacío?

Si el vacío, igual que el silencio, según demostró John Cage, no existe, entonces la forma de la obra de arte nunca es un vacío o un desierto, siempre irradia o produce sensaciones, emociones, pensamientos e ideas que nos mueven.

Ahí el vacío, el hueco a llenar por la recepción en la actividad co-creadora y cooperadora, que señala Umberto Eco en su archicitado Lector in fabula, no es, quizás, menos metáfora que el mensaje comunicativo en la obra de arte.

Aquí ya no dudo. La obra de arte tiene un sentido o apunta un sentido. Y cuando afirmo «sentido» no me refiero a un significado, a un tema, a un mensaje, a un asunto, sino a una dirección, a un movimiento en dirección a… Como cuando voy en coche en sentido O Porto y Lisboa, en vez de ir en sentido Madrid.

En los ejemplos antes citados de obras de arte musical, dancístico o teatral, había sentido. Eran obras coherentes. Autocoherentes.

Se trata de la coherencia poética (del hacer), asentada en una dramaturgia. Porque la dramaturgia, entre otras funciones, consiste en darle sentido a las acciones en una composición que vaya en dirección a algún sitio de la emoción, de la sensación, del conocimiento…

Pienso, en este punto del razonamiento que estoy escribiendo, que el sentido es un conjunto rítmico de impulsos que se necesitan y que configuran la forma artística. Por eso la forma artística nunca está vacía. Por eso la forma artística no necesita un mensaje, ni un significado, ni un tema, ni un asunto, ni una historia.

Afonso Becerra de Becerreá.

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