Críticas de espectáculos

Serlo o no. Para acabar con la cuestión judía/Jean Claude Grumberg/Josep Maria Flotats

El veneno llamado prejuicio

Los prejuicios prosperan operando en la zona gris, oscura, de la ignorancia, generando la intolerancia, el odio, sirviendo de base a los populismos, los nacionalismos, a las ideologías mortíferas, racistas, como el nazismo. Florecen y crecen manifestándose con la xenofobia y el racismo en la sociedad replegada, ensimismada, que teme y rechaza lo diferente, refugiándose en sus valores establecidos.

En Serlo o no, Para acabar con la cuestión judía, escrita y publicada en 2013 y estrenada en 2016 en el Théâtre Antoine en Paris, unos meses después del atentado en el Théâtre Bataclan, Jean Claude Grumberg desmonta el mecanismo del prejuicio, en modo de comedia, de teatro absurdo, a través una serie de diálogos dialécticos, incisivos, de dos vecinos con universos, orígenes, niveles de educación y de conocimiento diferentes, uno el judío intelectual, ateo, el otro, vecino de abajo, hombre sencillo.

Gracias a Josep María Flotats que dirige y protagoniza Serlo o no, se descubre por fin en España la obra grandísima de Jean Claude Grumberg, uno de los más importantes, sino el más importante, de los dramaturgos franceses contemporáneos.

El estreno de Serlo o no, Para acabar con la cuestión judía, en Barcelona en 2015 y en Madrid en 2016, abre la puerta de la obra teatral de Jean Claude Grumberg, dramaturgo, guionista de cinema y de televisión, galardonado con 8 Premios Moliere (equivalente del Max) y el Premio César (equivalente del Goya).

La mayoría de su obra teatral, una cincuentena de piezas, unas dedicadas al público joven, creada en Francia, está traducida y presentada en todo el mundo. Su obra Quizás es un sueño, traducida en castellano por Santiago Martín Bermúdez, esta publicada en Primer Acto.

Jean Claude Grumberg (nacido en 1939 en Paris) en una familia de judíos procedentes de Polonia y de Rumania, empezó a escribir el teatro en 1968.

Toda su obra, escrita con su vida y su sangre, está anclada en la memoria de la más atroz tragedia del siglo XX: la exterminación de los judíos por los nazis de la que Auschwitz es el símbolo.

La memoria colectiva y la propia memoria de Grumberg cuyo padre y abuelo fueron arrestados delante del niño y deportados a Auschwitz.

En Serlo o no, Para acabar con la cuestión judía, se destacan unos temas recurrentes en su obra : la identidad colectiva y personal, la tolerancia, la libertad de realizarse por sí mismo, los prejuicios que nos definen, el compromiso ético, social y moral de uno mismo con los demás, con la lengua, la cultura y la historia :»de donde somos, quienes somos, que somos».

Observador atento de la realidad, Grumberg escribe un teatro político en el modo de comedia, del absurdo. ¿No es absurda la realidad en sí misma?

En Serlo o no enfoca el tema de los prejuicios, de los apriorismos respecto al otro, al diferente de que el vecino judío es emblemático con su identidad ambigua del judío Francés. ¿Es judío o francés? ¿De dónde viene? ¿Qué es un judío? ¿En qué es distinto? ¿Cómo vive? ¿Cómo se viste? ¿Qué piensa? ¿Qué come?

Así la investigación sobre la naturaleza particular del judío, desencadenada por la mujer del vecino normal, Francés, Francés, sigue su curso en el modo cada vez más absurdo, hasta el final grotesco.

En esta obra Grumberg releva la omnipresencia de Internet en nuestra vida cotidiana y la transparencia de la intimidad de los individuos. Internet como herramienta de control, de vigilancia y como la instancia omnisciente, la voz de dios. Así, cuando el vecino Francés Francés dice a su vecino judío Francés, que su mujer descubrió en Internet que su vecino de arriba es judío este contesta irónicamente «Si está en internet, entonces sí».

En su puesta en escena Josep María Flotats subraya la identificación de Serlo o no, Para acabar con la cuestión judía, con la biografía de Grumberg añadiendo al final de esta corta obra un epilogo con fragmentos de Memorias del autor, en que evoca la deportación de su padre y de su abuelo, su infancia, algunos encuentros con lectores y espectadores de su teatro y su falta de comprensión de la atrocidad del holocausto.

El escenario representa el rellano de la escalera de un inmueble donde los vecinos, el de arriba y el de abajo, se encuentran de vez en cuando.

Un día la pregunta del vecino de abajo «¿es usted judío?» desencadena la avalancha de otras cuestiones sobre qué es un judío.

El diálogo entre los dos vecinos avanza a lo largo de breves secuencias, cortadas por lo oscuro y marcadas por fragmentos de las canciones que forman parte de la cultura popular francesa como: En passant par la Lorraine, Auprès de ma blonde, unas melodías bretonas.

En la conversación de los vecinos se desgranan las ideas establecidas, los prejuicios sobre los judíos y las referencias a algunos hechos históricos: Auschwitz, la huida de los judíos de Argelia después del 1960, el conflicto israelí palestino y los episodios bíblicos resumidos con un humor grumberguiano brillante. Evocando el conflicto israelí palestino, Grumberg dice (por la boca de su personaje judío) «estoy totalmente a favor de la destrucción del muro en Jerusalén y por devolver los territorios ocupados a los Palestinos.»

En el dialogo de los protagonistas se inserta el personaje invisible de la mujer del vecino Francés Fancés, investigando mediante el Internet, como un detective, sobre los judíos, sus costumbres y su religión.

Tiene algo de la mujer, también invisible, del inspector Colombo en la famosa serie americana.

A medida que el vecino de abajo se entera de la conducta, las tradiciones y la religión de los judíos, se entusiasma por ellas y poco a poco toma la apariencia de un judío con un sombrero negro, las largas pastillas y el abrigo largo negro. Come kosher, lee el talmud, la Tora, se circuncida. Su mujer entra en contacto con un rabino americano («son los mejores»), contratándole como coach, comunicando con él por twitter y por internet.

Grumberg despliegue aquí su virtuosismo en el arte de manejar la irrisión, la ironía, el humor incisivo y el absurdo.

Los dos intérpretes se mueven con naturalidad en el registro casi musical de la escritura grumberguiana creando los personajes a la vez figuras emblemáticas y auténticos seres humanos.

Arnau Puig extiende su gran talento cómico, sin subrayar el grotesco en algunas situaciones, creando un personaje sincero, ingenuo, curioso, entusiasmado. Josep María Flotats le enfrenta con un estilo cómico mas retenido, matizado, oscilando entre el escepticismo y una actitud de reparo.

En el epílogo, Flotats (el Francés Judío) solo en el escenario, dirigiéndose al público, se presenta: «Soy Jean Claude Grumberg» y muestra su historia destacando algunos eventos que le han marcado.

Flotats emocionado él mismo, parece demasiado patético, demostrando su conmoción.

Serlo o no, la obra miniatura por su formato es grande y necesaria por su dimensión humana, universal.

Parafraseando el subtítulo provocante Para acabar con la cuestión judía, se podría decir: para acabar con la intolerancia y sobre todo la ignorancia generadora de prejuicios.

Irène Sadowska

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