Sud Aca Opina

Sociedad enferma

Solo como macabro dato anecdótico. En mi país, hace algunos años atrás, por el canal de televisión que pertenece al estado emitieron la entrevista a uno de los títeres del dictador Pinochet, uno de esos cuyo honorable trabajo de 9:00 a 18:00 horas, con una hora para almorzar, era el de hacerles confesar lo inconfesable a desvalidos cautivos de la dictadura, usando imaginativos métodos como el de la parrilla, el submarino, introduciendo ratas por vaginas o acariciando testículos con electricidad.

Puede que las palabras no sean textuales pero el fondo de pesadilla por su lógica terrorífica es inolvidable: «Yo siempre le aconsejé a mi general (Pinochet) que los fiambres (muertos producto de las torturas) había que lanzarlos desde helicópteros al cráter de un volcán y así, problema resuelto, pero él era tan testarudo que prefirió amarrarlos con alambre a rieles de tren y arrojarlos al mar. Obvio que los alambres se iban a oxidar. Por eso ahora están apareciendo huesitos en las playas. Era tan testarudo mi general.»

Y la entrevista prosiguió como si nada, como quien habla con orgullo de su trabajo en un hospital, en un banco, en un negocio o en la construcción.

Por los días de la entrevista, realmente estaban apareciendo «huesitos» en una playa cercana a Santiago.

Hace poco tiempo atrás un volcán de la parte austral de Chile hizo erupción. Quizás el volcán Calbuco supo de la entrevista y al darse cuenta de lo macabro del consejo profesional, ahora está vomitando de asco.

Obviamente un raciocinio de ese tipo sólo puede darse en una mente enferma.

¿Pero quién es el enfermo?

¿El torturador?

¿El dictador?

¿Quiénes sostuvieron al dictador en la cúspide de una pirámide, al cual manejaban como a un títere mientras él se consideraba el titiritero?

¿La sociedad quien haciendo caso omiso de lo evidente, dejaba que las atrocidades se transformarán en el argumento diario de la obra en que todos fuimos personajes segundarios?

Mi excusa podría ser ese pecado de juventud ilusa al creer que un par de piedras y unos gritos creativos huyendo de la policía podrían cambiar la situación.

El maquillaje de guerrillero con líneas de sal bajo los ojos y chupando limón para evitar los efectos de los gases lacrimógenos puede que no hayan sido suficientes pero al menos crearon una atmósfera proclive al cambio.

No fue el torturador, no fue el dictador, no fue el torturado, fuimos todos porque todos somos seres humanos contradictorios entre el decir y el actuar, entre el pensamiento y el instinto.

El que esté libre de pecado, que lance la primera piedra.

Si reconociésemos con valentía nuestro pasado, nadie jamás llegaría a ser lapidado porque ninguna piedra sería arrojada.

Y si de piedras hablamos, el ser humano es el único en tropezar de nuevo con la misma piedra porque el aprender de nuestros errores puede ser la más compleja y contradictoria de nuestras capacidades cognitivas.

La humanidad, a lo largo de su historia ha repetido una y otra vez los mismos errores en contra de sí misma.

El guión quizás haya tenido adaptaciones pero en el fondo ha sido siempre el mismo.

Al estar inmersos en una situación problemática se nos hace más difícil encontrar la solución pero basta con tomar cierta distancia para encontrar la salida evidente.

Las artes escénicas con su virtud de mostrarnos hechos de todos los tiempos con una mirada siempre crítica, nos permitan tropezarnos menos veces con la misma piedra, o al menos no caernos por nuestra torpeza.

Espero que la próxima vez que veamos fuego en el aire, no sea un volcán haciendo erupción de vergüenza, sino los fuegos artificiales de una fiesta de fin de año marcando con alegría un nuevo comienzo.

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