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Staying Alive

Observando los documentos audiovisuales de las últimas coreografías de Jiří Kylián para el Nederlands Dans Theater, las de Alain Platel en los Ballets C de la B, recordando el último espectáculo que vi de Pina Bausch, «Sweet Mambo», de la Tanztheater Wuppertal, o asistiendo a STAYING ALIVE de Ana Vallés y Baltasar Patiño de MATARILE TEATRO, llego a la conclusión de que la inmanencia del movimiento físico, de la danza, cuando desafía las dimensiones de la mirada y sus conceptos mentales se vuelve teatro, porque «teatro» (palabra de etimología griega relacionada con la presencia y la mostración) es el espacio donde se conjuga la mirada. Una conjugación del ojo y del oído que suscita el juego de las emociones y del pensamiento, aquí y ahora.

Teatro performativo postdramático que impacta en una recepción más sensacional (sensorial) que intelectual, desechando una historia o fábula narrativa, para acentuar la copresencia de actuantes y público en un evento irrepetible como la vida misma (aunque el espectáculo, partiturizado y ensayado, vuelva a repetirse en una variación mínima).

Merce Cunningham afirmaba: «En mi trabajo, los bailarines no intentan parecer o ser otra cosa que aquello que ellos mismos son. En cierta manera, se realizan (son) a través del acto de danzar. Pero en vez de jugar a ser alguien, hacen algo.»

En STAYING ALIVE, un título que es, al mismo tiempo, una declaración y una aseveración, no hay personajes ficcionales, hay cuatro actrices visibles (Rut Balbís, Mónica García, Nuria Sotelo y Ana Vallés) y un actor invisible (Baltasar Patiño) que juega con la luz y la música, actuando en pie de igualdad con la presencia directa de las cuatro mujeres, sus coreografías, sus palabras.

Monólogos al público sobre la «invisibilidad de la mujer a cierta edad y en ciertas ciudades de provincia como Compostela» o sobre el mito masculino de la «femme fatale», con los que Ana Vallés busca un diálogo irónico con el público a través de la pregunta. O los de Rut Balbís en simulacro de mago anunciando sus trucos.

Escenas conversacionales metateatrales en las que reflexionan sobre la cuestión de ser «protagonistas», «secundarias» o «espectadoras», como metáfora de los roles que una persona acaba asumiendo en su vida.

Números circenses, caracterizadas con pelucas, sombreros y narices de payaso.

La reflexión de Ana sobre las limitaciones empobrecedoras de buscar algo, frente a la riqueza de estar abierta al azar de encontrar lo que pueda surgir.

El trabajo con objetos simbólicos (huesos, calaveras, globos terráqueos, bola de espejos, tambores, trompetas, urnas de cristal, atriles, podios, lámparas, sillones, zapatos de tacón, botas de agua, etc.) para componer instalaciones escénicas de gran plasticidad que se suman al trabajo, por veces escultórico, del cuerpo.

Una amalgama de teatro-danza, performance, nuevo circo (incluida la danza acrobática de Balbís, García y Sotelo y los gags a base de una parodia de los números de magos o de payasos de Vallés y Balbís), cabaret con la coreografía, plena de lentejuelas y brillos, del «Staying Alive» de los Bee Gees, que contrastará con la imagen icónica de Rut Balbís cargando la bola de espejos de la discoteca como un Atlas femenino que soporta el peso del mundo.

Teatro de personas, de actrices y actor, pues no podemos olvidar que en este espectáculo Baltasar Patiño realiza acciones escénicas, lumínicas y sonoras, definitivas para el sentido de STAYING ALIVE.

No hay una historia o fábula que narrarnos ni unos personajes, como es característico de la poética postdramática de Matarile Teatro, pero sí que hay ficción, entendida esta como «teatro», una articulación de la mirada que conlleva un fuerte impacto sensorial, emocional y, al cabo, intelectual. Cuando nos sentamos en la butaca y comienza la acción escénica se activa la convención teatral de la ficción, del arte.

Hay que señalar que, en STAYING ALIVE de Matarile Teatro, siguiendo la línea de sus anteriores espectáculos, emerge una ficción teatral vinculada a la PRESENCIA ESCÉNICA, a la presentación artística de unos seres humanos y de sus relaciones e inquietudes, rechazando el procedimiento de la REpresentación. Presentar frente a representar. Actuar (autoreferencial) frente a interpretar (referencial). Por eso las actrices utilizan sus nombres propios reales, por eso Ana se dirige al público, utilizando el nombre de la espectadora, del espectador, y afirmando el acontecimiento, el evento, la experiencia, la vivencia, compartidos.

En este juego en el que todas/os participamos existen muchas piezas y los textos y citas literarias no son más importantes que una acción lumínica o gestual u objetual. El texto es un material más de juego dentro de esa polifonía de acciones escénicas. Las citas de George Steiner sobre el concepto de Europa, las reflexiones sobre el movimiento corporal y la emoción, la mención de Roberto Bolaño sobre la vida como algo que no tiene remedio, o las alusiones a las palabras de otras personas, forman parte de esa plétora de estímulos escénicos sin una gerarquización logocéntrica. Todo se teje en un fresco de acciones, rebosante de belleza, que multiplica los planos semánticos.

Primero se dan esos impulsos generados por la presencia y la acción escénica, lo que hacen, lo que dicen, lo que bailan, lo que suena, lo que se ve o se entrevé, lo que se sugiere, la luz, la música. La fuerza del instante y la sensación experimentada por la recepción, como en el teatro de Romeo Castellucci. Sin embargo, esta fuerza del instante no anula otra que se destila en el tiempo, derivada de la potencialidad metafórica de las escenas o de la dimensión filosófica de los pensamientos que se emiten como una acción más dentro de ese paisaje visual dinámico, con sus clímax electrizantes.

La nave del viejo Auditorio de la Universidad Compostelana, donde han estrenado STAYING ALIVE el 27 de septiembre de 2013, se convierte en una «landscape play», un espacio dúctil y versátil al juego de las actrices, facilitando la multiplicidad y el dinamismo de los focos de atención, los cambios y, una vez más, la polisemia dramatúrgica.

Después de CERRADO POR ABURRIMIENTO (2009), vuelve con ímpetu a los escenarios Matarile Teatro, con un apoteósico STAYING ALIVE, junto a un equipo artístico de altísimo nivel. Además de Rut Balbís, Mónica García, Baltasar Patiño, Nuria Sotelo y Ana Vallés, hay que nombrar a Manu Lago, quien asume la producción, distribución, y diseño de la comunicación, dentro de una honda coherencia con el trabajo artístico de la compañía que denota una sinergia más allá de lo profesional.

¿Por qué gozamos tanto con STAYING ALIVE?

Porque vuelve una compañía teatral de referencia en el panorama de las artes escénicas de Galicia, con trascendencia internacional en lo que atañe a la actualización de la dramaturgia y de los lenguajes escénicos.

Porque se trata de un espectáculo vitalista pleno de estímulos de diversa naturaleza, con momentos de humor y de amor, de pensamiento y reflexión, de ironía, y otros de una fisicidad arrolladora, que exorciza el miedo y nos insufla la maravillosa «joie de vivre».

Porque las referencias de Ana Vallés a Tadeusz Kantor y a Pina Bausch son un homenaje que se vuelve acción escénica de una manera nueva y auténtica.

Porque en STAYING ALIVE late una imperiosa necesidad de hacer teatro que nos sobrecoge.

Porque en el escenario, a través de la presencia de cada actriz, tenemos la impresión de observar el mundo entero. Ese globo terráqueo en el que cada mínima parte es un todo y conforma el todo. Porque el mundo, como el teatro, es una bola de espejos en la que nos reflejamos los unos en las otras y las otras en los unos.

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