Puente de Brooklyn

Taylor Cannizzaro

Taylor Cannizzaro es una joven neoyorquina de 25 años.

Desde que la conocí me he preguntado como la música apareció en su vida.

Una tarde antes del trabajo nos sentamos en un café del West Village y charlamos sobre el tema. Cojo mi grabadora y mi pregunta desencadena una hora apasionante de descubrimientos personales.

Taylor se remonta a cuando ella tenía seis años. Su hermana mayor había empezado con el violín y ella había comenzado a seguir sus pasos, pero es su abuelo la pieza clave para entender su vocación musical.

La madre de su abuelo por parte de madre había sido compositora y cantante de ópera en Malta, país de origen de su familia por parte materna.

Nos trasladamos entonces a tiempos de antes de la Segunda Guerra Mundial, en la pequeña localidad de Sliema, donde su abuelo pertenecía a una familia acomodada de ocho hijos; de padre abogado, con gran reputación, y madre cantante de ópera bastante famosa en la Malta de aquella época, el hilo musical había recorrido 3 generaciones y saltado el charco 70 años más tarde.

Todos los hermanos sabían tocar el piano, la guitarra y otros instrumentos, pero ninguno sabía leer música ni tenían el conocimiento teórico ni preparación académica, además de la falta de tiempo al verse obligados a reclutarse en las fuerzas aéreas del ejército británico para luchar en la guerra contra los alemanes.

Varios de ellos desistieron poco antes del gran estallido y decidieron emigrar a EEUU.

Por otro lado, su abuela, huérfana de otros trece hermanos en la ciudad de Sanglia, situada al norte de la isla principal de Malta, conocería al abuelo de Taylor años después, ambos ya inmigrantes en Estados Unidos.

Escapando también de la guerra, ésta huiría con una de sus hermanas en lo que la abuela podía recordar hasta hace poco como una de las peores experiencias de su vida.

Taylor recuerda a su abuelo hablando sobre su pasión musical y contando siempre que la razón no fue la guerra, que el motivo por el cual eligió EEUU por aquel entonces había sido la música: el blues, el soul y esos géneros que estaban generándose en América.

Su abuelo se instala con sus hermanos al norte de Nueva York y juntos empiezan un pequeño negocio de mensajería, a la vez que sigue con la música de forma autodidacta.

Conocería a su mujer y formarían una pequeña familia de la cual saldría la madre de Taylor.

En todas las celebraciones había siempre un piano y todos los hijos y nietos cantaban alrededor del abuelo. Taylor habría heredado así el espíritu y la pasión por la música.

La madre de Taylor se había propuesto desde el principio inculcar a sus hijas la educación musical, ella sentía que a su padre había sido la música lo que le había rescatado de la guerra y lo que había hecho progresar a su familia de origen maltés.

La hermana mayor de Taylor había empezado a estudiar música en Hoff-Barthelson Music School, al norte del estado de Nueva York. Y para cuando Taylor se había decidido a ir con su hermana, la mayor ya había elegido el violín; las clases restantes disponibles eran o piano o chelo.

Con solo seis años Taylor se decide, presionada por su hermana y para poder tocar piezas juntas, a aprender a tocar el chelo.

Tras su formación académica musical en diferentes escuelas, varios cursos internacionales en varias ciudades del país, masterclasses y múltiples profesores y técnicas, Taylor empieza a sentir que el mundo de la orquesta y la música clásica y de cámara, es algo que ella admira mucho y todavía hoy le impresiona y siente como algo extraordinario y especial, que le ha aportado mucho, pero que no le está dando una satisfacción plena.

Poco a poco había empezado a encontrar esa satisfacción con sus propias composiciones y proyecto actual.

Volviendo a los orígenes autodidactas de su abuelo, Taylor siente la pasión musical al crear piezas inspiradas en el folk, pop, rock actual, pero que ella recrea de oído y traslada al chelo y acompaña con su voz.

Su revelación había sido componer piezas para chelo que no fuesen clásicas, piezas contemporáneas que hoy Taylor compone para otros artistas, con los cuales colabora en un grupo musical y otros vocalistas.

A nivel vocal Taylor siempre había practicado junto a su chelo, encontrando armónicos y experimentando con su voz inspirada por el sonido del instrumento. Esa comunión entre el sonido de su voz y el sonido del chelo es el proyecto que Taylor tiene entre manos hoy, encontrar la conexión y practicar, ensayar, practicar: ese es su mantra.

Un fotógrafo y director de cine acaba de proponerle que componga la banda sonora, un solo de chelo, para su primer largo documental.

Inspirada por las imágenes de la grabación, Taylor siente el reto de crear algo desde cero pero que refleje y conecte con la creación visual de otro artista. El documental, rodado en NYC, es una serie de entrevistas a señoras ancianas, a las cuales se les hace una pregunta: ¿Cual es tu mayor arrepentimiento? ¿Qué te arrepientes de haber o no haber hecho en tu vida?

Taylor siente que el concepto de arrepentimiento tiene que ver con el rechazo y es algo que nace del pasado, y entonces ella hace esta reflexión:

«…si alguien decide rechazarme, es por que yo debería haber hecho algo que no hice; por lo tanto me arrepiento de no haberlo hecho, o de no hacerlo mejor; o hacer algo que no debería haber hecho y entonces me arrepiento de lo que hice, o de haberlo hecho mal…»

Taylor pretende personificar esa emoción con el chelo y seguir creciendo y trabajando con esa ilusión que su abuelo le trasmitió y lleva en la sangre.

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