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Teatro do Atlántico

Más allá de la centralidad de Madrid y Barcelona y sus sistemas teatrales, en los márgenes también se mueven, con tenacidad y rigor, dramaturgias y espectáculos llenos de fuerza y vitalidad artística, pese a las dificultades y ninguneos.

Sí. Al margen de la canonización propiciada por los grandes aparatos institucionales y empresariales, llámense centros dramáticos nacionales o teatros nacionales o productoras con sus salas y la alianza de los medios de comunicación de masas, llámense televisión o llámense diario El País, El Mundo, ABC, La Razón, La Vanguardia, etc., al margen de esos jardines brotan flores en las cunetas aparentemente sencillas pero llenas de perfume.

Si bien es cierto que, en el finisterrae europeo, podemos quejarnos de la falta de apoyos institucionales y mediáticos a un servicio público como son las artes escénicas, también es cierto que esa desatención se traduce, en cierto modo, en una mayor libertad a la hora de generar proyectos artísticos. En Galicia, por suerte o por desgracia, no hay capillas, no hay grupos de poder, no hay lobbies en el ámbito del teatro y eso permite que cualquier colectivo de artistas con ganas y valor puedan lanzarse a hacer teatro, habida cuenta de que se lanzan a una actividad excepcional sin rentabilidad económica ni prestigio social.

La excepcionalidad de hacer una función o, como máximo dos, en los principales teatros de las principales ciudades gallegas convierte la producción y la distribución teatral en Galicia en un fenómeno con muy pocas repercusiones a todos los niveles.

Todas las infraestructuras físicas de auditorios, teatros, salas polivalentes en casas de cultura, etc., pagadas con dinero público, que solo beneficiaron a las empresas constructoras y a los políticos de turno, son continentes que se pasan todos los días de la semana cerrados a excepción de uno o dos, normalmente, viernes y/o sábado. Continentes vacíos e infrautilizados. De esta manera, las compañías teatrales, si tienen suerte, hacen una función o dos cada mes o cada más tiempo, hasta un máximo de veinte funciones, más o menos, por espectáculo.

El hecho de que ciudades como Vigo, A Coruña, Pontevedra, Ourense, Lugo y Santiago de Compostela no tengan los espectáculos en cartel durante más de un día o dos dificulta que se cree un hábito de ir al teatro.

En este panorama aún resulta más meritorio y hasta casi milagrosa la existencia de compañías como TEATRO DO ATLÁNTICO, dirigida por XULIO LAGO, que acaba de cumplir 30 años. ¡Más o menos los que tiene el teatro profesional gallego!

Y es que el teatro profesional gallego no es apoyado de manera sistemática por los presupuestos de cultura de la Comunidad Autónoma, ni por los medios de comunicación públicos o privados, solo se le conceden unas migajas para mantenerlo, a nivel económico y social, en estado moribundo. En contraposición y contestación, algunos profesionales, como Xulio Lago y María Barcala, presentan la máxima vitalidad y fuerza artísticas.

TEATRO DO ATLÁNTICO cumple 30 años y, contra viento y marea, sin perder nunca el norte, muestran una coherencia y una alta exigencia en el repertorio, dentro de un estilo depurado de teatro realista construído sobre dramaturgias en las que la palabra, el diálogo dramático, constituyen el centro desde el que se ordena y mueve la acción.

Comienzan en 1985 con XOANA, un texto del prolífico autor contemporáneo gallego, Manuel Lourenzo (Premio Nacional de Literatura Dramática), y a partir de entonces demuestran una atención por la dramaturgia contemporánea gallegga, estrenando textos de Roberto Salgueiro, Teresa Moure, además de estrenar en lengua gallega a autoras/es muy representativas/os de otras latitudes culturales como Heiner Müller («Quartett»), R. W. Fassbinder («Liberdade Bremana»), M. Yourcenar («Clitemnestra ou o crime» en el espectáculo titulado «Ocasos»), Roberto Cossa («Non se chora»), Sam Shepard («Tolos de amor»), Henrik Ibsen («Casa de bonecas»), Per Olov Enquist («A noite das tríbades»), Federico García Lorca («Amor de don Perlimplín con Belisa no xardín» y la dramaturgia a partir de «Seis poemas galegos»), Harold Pinter («Vellos tempos»), José Sanchis Sinisterra («O cerco de Leningrado» y «Pervertimento»), Ernesto Caballero («Solo para Paquita»), Conor McPherson («O encoro»), Martin McDonagh («A raíña de beleza de Leenane»), Woody Allen («A bombilla máxica»), Brian Friel («O xogo de Yalta» y «Afterplay»), J. M. Benet i Jornet («E.R.»), David Desola («A charca inútil») y Josep Maria Miró Coromina («O principio de Arquímedes»), entre otros.

El repaso de autoras/es y obras del repertorio de TEATRO DO ATLÁNTICO ya nos puede dar una pequeña idea sobre la identidad de la compañía, en la que predomina la tendencia al drama en el que se abordan los conflictos de carácter interpersonal y social más actuales, desde una composición ficcional basada en la mímesis de la realidad, jugada desde la verosimilitud causal y una cierta dosis de estilización teatral que la redimensione.

En este repertorio no hay lugar para lo que suele entenderse como «teatro comercial» ni para la comedia frívola.

Xulio Lago y María Barcala apuestan por obras eficaces en lo que atañe a la innovación dramatúrgica dentro del modelo del drama que representa historias y personajes.

Se trata de obras cuyos retos, tanto en la composición dramatúrgica como en la interpretación actoral y en la concepción de la puesta en escena, nunca van a exhibir alardes u ostentaciones artísticas o ideológicas.

No hay posiciones dogmáticas ni panfeltarias, tampoco una pretendida búsqueda de «épater les burgeois», ni los gestos, por parte de Xulio Lago, de un «enfant terrible».

No. Se trata, por la contra, de un estilo que busca la sobriedad y la contención, de unas escenificaciones que se ponen al servicio de los textos sin pretender superarlos o chocarlos. Casi se podría decir que TEATRO DO ATLÁNTICO madura sus lecturas de los textos y los escoge con cuidado y esmero. Y una vez que los escoge los cuida, los mima y se pone a su servicio en una relación pasional, intelectual pero, a la vez, igualitaria.

Una cosa que siempre me llamó la atención de los espectáculos que he visto de esta compañía, igual que otros dirigidos por Xulio Lago para otros colectivos, es esa humildad soberbia, sin ostentaciones ni pretenciosidades, como si no hubiese una búsqueda de lucimiento, en el sentido más narcisista de la palabra «lucimiento».

TEATRO DO ATLÁNTICO celebra su treinta aniversario sumándose al fenómeno de EL PRINCIPIO DE ARQUÍMIDES de Josep Maria Miró i Coromina. La obra ganadora del Premi Born de Teatre 2011 que, además de estar traducida a las cuatro lenguas oficiales del Estado, también se ha vertido al ruso, al griego, al francés, al inglés, al alemán… Y desde su estreno en catalán, en el Festival Grec de Barcelona 2012, dirigida por el propio autor en la Sala Beckett, ya ha conocido unas quince puestas en escena en Buenos Aires (Argentina), Atenas (Grecia), Miami (EEUU), México D.F. (México), Londres (Inglaterra), Tübingen (Alemania), Bilbao (País Vasco), Madrid (España), a parte de la película que está a punto de estrenar Ventura Pons.

Y ahora le toca el turno a la gira de TEATRO DO ATLÁNTICO por Galicia en gallego, dirigida por XULIO LAGO e interpretada por María Barcala, en el papel de Ana, la directora de la piscina, Toni Salgado, en el papel de Xurxo, el monitor de natación encausado, imputado, o en la nueva acepción jurídica: «investigado», Alberto Rolán, en el papel de Heitor, también monitor de natación, compañero de Xurxo, y Marcos Vieitez, en el papel de Davide, uno de los padres de los niños que acuden al club de natación.

La obra de Josep Maria Miró es novedosa por su contenido y por su estructura dramatúrgica, en una simbiosis total entre ambos.

El suceso juzgado alrededor de un beso que Xurxo, el monitor, le dio a un niño, cuando éste lloraba asustado porque no se quería tirar al agua sin flotador, se va reconstruyendo de manera fragmentaria y parcial a través de una estructura de avances y regresiones de la historia en la trama de escenas.

El propio autor nos explica que esa era su voluntad, reproducir la manera que tenemos de crearnos una opinión ante un suceso que los medios de comunicación nos van ofreciendo a trozos, como una especie de rompecabezas.

La cuidada dosificación de la información en EL PRINCIPIO DE ARQUÍMIDES, un título parabólico que le sugirió en su día Xavier Albertí al dramaturgo, administrada en escenas que avanzan y otras que retroceden en el tiempo dramático ficcional, añade una gran dificultad a la interpretación. Los actores y la actriz deben reenganchar y mantener los estados emocionales de sus personajes de las situaciones interrumpidas y retomadas en las repeticiones, dentro de esa otra cronología del «timing» del tiempo escénico real.

Aquí el elenco que integra el montaje de TEATRO DO ATLÁNTICO demuestra su eficacia interpretativa, en un verdadero alarde de virtuosismo que nos ayuda a mantener el fluido intenso de la intriga fabular que plantea la obra.

Otra de las virtudes del texto es el extremo cuidado que su dramaturgo puso en la proporción y cualidad de la escritura de las réplicas de los diálogos, totalmente alejadas de veleidades literarias, para ponerlas al servicio de una interacción dramática de carácter muscular y psicológico.

Ahí, las palabras justas, la administración de pausas, silencios, solapamientos e interrupciones, cumplen una función primordial. El trazo es finísimo.

En la puesta en escena de XULIO LAGO se ha buscado recrear las situaciones de tal manera que la interacción dialógica actúe como centro generador de tensiones de un modo profundamente musical y sutil, desde la contención interpretativa, desde una austeridad sin concesiones a efectismos teatrales comerciales.

Es cierto, O PRINCIPIO DE ARQUÍMEDES no es un texto que podamos encuadrar fácilmente dentro de lo que suele denominarse como «teatro comercial», más bien todo lo contrario. No se trata de una comedia de salón (o de piscina), no se trata de un vodevil hilarante, ni de un dramón de esos que rayan lo melodramático. No, O PRINCIPIO DE ARQUÍMEDES funciona casi como una especie de drama judicial, desde una superficie cotidiana, sin ostentaciones ideológicas, filosóficas ni retóricas (en el sentido más exhibicionista del término «retórica»). Sin embargo, produce toda una serie de pensamientos encontrados alrededor de nuestro sistema de valores morales y éticos y, sin que nos demos cuenta, se eleva hacia dimensiones filosóficas. Pero lo hace sin aleccionar, sin evidenciar. Lo hace poniéndonos ante unos personajes cuya relación comienza a verse alterada por unas acusaciones que despiertan susceptibilidades y sospechas, que ponen en jaque esas mismas relaciones, que nos hacen dudar a cerca de las personas que, supuestamente, conocemos… en definitiva que ponen en jaque nuestra confianza.

En la ecuación de confiar o desconfiar se cifra la tensión que estalla en el centro de esta fábula dramática.

MARÍA BARCALA interpreta a Ana, la directora de la piscina, desde una muy rentable contención expresiva emocional, dejando asomar el debate interno que no le permite manifestaciones unidireccionales. Además, como suele acontecer en las creaciones de personajes de esta veterana actriz, cabe resaltar la elegancia intensa de su presencia escénica, concretada en las posiciones de su cuerpo, en su manera atenta y vibrante de escuchar y de mirar.

Desde la contención nos ofrece momentos de severidad y dureza, aunque la autoridad, que requiere el rol de directora, la ejerce sin necesidad de ostentaciones. En contraste, emergen también momentos en los que muestra su vulnerabilidad y se derrumba.

TONI SALGADO actúa a un Xurxo desenfadado, con momentos en los que el personaje muestra actitudes de gamberro. Pero en los clímax sabe llegar, con total verosimilitud, a los extremos del llanto y de la incredulidad ante lo que acontece a su alrededor. Toni Salgado es un joven alto y corpulento, esto hace que los momentos en los que su personaje se viene abajo anímicamente sean aún más impactantes. De alguna manera, Xurxo, es un personaje que se ve inmerso en una especie de thriller psicológico. La obra despliega a su alrededor una especie de tela de araña. Cualquier detalle de su conducta puede ser tomado en su contra. En el contexto social actual todos/as somos sospechosos/as.

ALBERTO ROLÁN mantiene el rol del compañero retraído y correcto, según los cánones y normas explícitas e implícitas. No obstante, el actor es capaz de sacar al personaje de Heitor de la simple apariencia gris, porque él también sostiene una lucha interna entre la amistad, la confianza y la complicidad, frente a las dudas que el contexto siembra sobre lo que pasó con Xurxo y el niño.

Alberto Rolán consigue la empatía del público para su personaje a partir de sus actitudes de escucha, en las que asoma un redentor destello de benevolencia hacia Xurxo y de incredulidad respecto a la acusación que pesa sobre la cabeza de su colega.

Por su parte, MARCOS VIEITEZ es una de las piezas fundamentales del puzle al encarnar a Davide, el padre de uno de los niños que acuden a la piscina. Marcos representa ese personaje alarmado, pero también lo hace desde la contención, tanto al manifestar sus temores, como su fuerte convicción en lo que atañe a la defensa de sus hijos.

Vieitez se muestra incisivo, con un toque de inspector o de investigador que acude a las instalaciones para comprobar, de primera mano, qué tipo de persona es el tal Xurxo. Su aspecto y su actitud es, en todo momento, comprensible dentro de los parámetros de la situación que la obra recrea y que son un reflejo sociológico de nuestros días respecto a los miedos y a la asepsia en la que envolvemos la infancia.

La escenificación de Xulio Lago pivota sobre la interpretación actoral, su interacción y evolución, dentro de un notable manejo del ritmo dramático en general. El elenco consigue generar una fuerza centrípeta hacia el interior del texto sin utilizar efectismos espectaculares ni recursos manidos en la composición de las situaciones escénicas.

El espacio diseñado por Baltasar Patiño es diáfano y bello. Un suelo que enmarca en azul un cuadrilátero blanco, con dos bancos y unas taquillas de vestuario a ambos lados. Un espacio diáfano que se presta a privilegiar la danza que propone el drama. Esta escenografía, en conjugación con la iluminación de Baltasar Patiño y Xulio Lago, permite que se dibujen con claridad los vectores de fuerza de la obra en el ámbito del escenario, sin estorbos, sin adornos vacuos… recurriendo a lo imprescindible.

Una buena idea es la de situar una grada encima del propio escenario para una porción de espectadoras y espectadores ya que, de esta manera, se enfatiza ese carácter judicial de la obra.

La actriz y los actores trabajan generando ilusión de realidad, estableciendo, por tanto, la convención realista de la cuarta pared. Sin embargo, esa grada de público encima del escenario quiebra la burbuja ilusionista y establece una cierta distancia épica.

El público, que mira desde esa grada, integrado en el espacio escénico, es como un coro de testigos que asisten, en silencio, al juicio que se está llevando a cabo en el interior del drama.

Del mismo modo parece actuar la música y el espacio sonoro, originales de ANXO GRAÑA. Por una parte, enfatiza la atmósfera de thriller psicológico, cuando la música acompaña el desarrollo de algunas microsecuencias. Por otra parte, rompe la continuidad y la inmersión emocional, cuando suena, con estruendo, la caída de un cuerpo al agua, en los oscuros de las elipsis en las que se altera el orden cronológico de la historia.

O PRINCIPIO DE ARQUÍMEDES de Teatro do Atlántico es un espectáculo eficaz que atrapa desde el primer momento. Los mecanismos del ritmo dramático por creación, mantenimiento intensificado y resolución suspendida de las expectativas, dibuja una intriga a la que se une la dimensión humana y emocionante que le imprime el elenco actoral.

Por todo lo dicho y por todo lo que se me quedó en el tintero: ¡feliz aniversario, colegas, y que podamos celebrar 30 primaveras más con TEATRO DO ATLÁNTICO!

Afonso Becerra de Becerreá.

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